El Parkinson es una enfermedad que se presenta en una edad de inicio -en promedio- a partir de los 60 años, aunque uno de cada cinco pacientes es diagnosticado antes de los 50 años, siendo la segunda enfermedad neurodegenerativa de mayor frecuencia, por lo que es de suma importancia la educación y prevención de la comunidad en general. En 1817, el médico inglés James Parkinson describe lo que él llama la "parálisis agitante o temblorosa", donde relata seis casos clínicos caracterizados por temblor, marcha inestable y lentitud de los movimientos. Posteriormente, fue el neurólogo francés Jean-Martin Charcot quién le otorgó el nombre de Enfermedad de Parkinson, que conocemos hasta hoy.
En la actualidad, vistos los avances de la medicina se puede declarar que el Parkinson es un trastorno neurodegenerativo que afecta al sistema nervioso, produciéndose un mecanismo de daño y posterior degeneración de las neuronas ubicadas en la "sustancia negra".
Afecta -principalmente- el aspecto motor del paciente, sin embargo, es un síndrome mucho más complejo que involucra alteraciones cognitivas, comunicativas, del sueño, oculomotoras, de la voz, de la deglución, entre otras. Por ello, es una enfermedad en la que el tratamiento deberá ser individualizado e integral, y es en la intervención donde el fonoaudiólogo juega un rol relevante.
El Fonoaudiólogo tiene como objetivo -fundamental- mejorar y mantener los componentes del habla, deglución y cognición que se encuentren alterados. La terapia puede incluir, entrenamiento respiratorio; mejora de la movilidad de labios, lengua, paladar y maxilar para optimizar la articulación y deglución; potenciar la intensidad de la voz. De igual forma, se considera un tratamiento y prevención de la disfagia, para asegurar, en caso de que existan dificultades para tragar, una deglución segura y eficaz; y estimulación cognitiva. El éxito de la intervención se basa en su aplicación precoz y mantenida a lo largo de la vida del paciente. El objetivo de este tipo de terapias es obtener una mayor autonomía e independencia de la persona, con una correcta realización de las actividades de la vida diaria, facilitando la maximización de las habilidades comunicativas y un proceso de alimentación seguro. En definitiva, mejorar la calidad de vida del afectado y sus familiares.
Daniel Garrido Lagos.
Docente de Fonoaudiología de la U. San Sebastián sede Valdivia