Historia de músicos
Esta es una reflexión para el verano, breve tiempo en que han quedado suspendidos, pero no olvidados, los temas de contingencia a los que comúnmente los académicos universitarios nos referimos. Por esta razón, quisiera dejar una breve reflexión sobre una historia de músicos que tiene que ver con la Mano Guidoniana, que fue difundida en la reciente realización del XXI Campamento Musical Marqués de Mancera, rescatada por la artista Gabriela Guzmán y por la que muchos sintieron curiosidad.
Dicha imagen representaba el sistema desarrollado por el monje benedictino Guido d'Arezzo en el siglo XI, personaje al que debemos el nombre de las notas que todos conocemos desde el do al si.
Dejaré que sea el mismo Guido quien cuente esta historia contenida en su libro Epistola Ad Michaelem Monachum (ca. 1032), sobre su encuentro con el mismísimo Papa Juan XIX(1024-1032), quien lo había llamado para que le explicara sobre el sistema de notación con que había escrito un libro dedicado a la liturgia:
"…a Juan, quien gobierna la sede apostólica hoy en la iglesia de Roma, le llegó a los oídos la fama de nuestra schola y la manera en la que los niños aprendían los cantos gracias a nuestro antifonario, por lo que maravillado me invitó, enviándome tres emisarios… El papa se alegró mucho con mi llegada, habló de muchas cosas, preguntó sobre otras mientras hojeaba nuestro antifonario como si fuese algo prodigioso y se esforzó por asimilar las reglas expuestas en la introducción, y no se sentó hasta que pudo cantar una pieza que nunca antes había oído…".
Este breve relato que conservo como estudiante de la clase de música medieval de Juan Carlos Asensio en España, uno de los estudiosos más reconocidos del Canto Gregoriano, siempre me recuerda como la innovación y creatividad son capaces de generar cambios significativos que marcan el desarrollo de los distintos ámbitos del conocimiento y en este caso definió el paso de la transmisión oral que hasta entonces se hacía del repertorio, hacia lo que significó aprender el sistema de Guido para leer una melodía que, como contó él mismo, nunca antes se había oído.
Wladimir Carrasco