Leer es una afición que entrega una serie de beneficios para las personas, pero que cada vez es menos puesta en práctica. Para nadie es novedad que en nuestro país los niveles de lectura y comprensión lectora son bajísimos. Tampoco es un secreto que uno de los factores por los que la población chilena no lee o lee muy poco, es por la dificultad para acceder a los libros.
Y es que para qué nos vamos a ver la suerte entre gitanos, aún no hay suficientes bibliotecas públicas y los precios de los libros son altos en relación a los ingresos de las personas, en pocas palabras son caros.
Aquí estamos en un serio problema, pues, la lectura junto con ser el principal medio para el desarrollo del lenguaje, es un factor determinante para el éxito escolar, así como toda la actividad humana, ya que enriquece el vocabulario, aumenta la comprensión y en general determina los procesos del pensamiento y desarrollo cognitivo.
Ahora, según las estadísticas del Consejo de la Cultura y la Universidad de Chile, el 54% de los chilenos no leen nunca, resultados que están muy por debajo de lo que ocurre en Europa, donde más del 70% de la población lee al menos un libro al año, o en Australia donde el 50% de los hogares posee más de 100 libros.
¿Y qué hacemos al respecto?, si bien a través de distintos gobiernos se ha hecho una serie de campañas que buscan fomentar la lectura, creo que ha sido insuficiente.
Tomando en consideración lo perjudicial que es para nuestra población no leer, he enviado a la Cámara de Diputado un proyecto de resolución que pide al Gobierno, incluir en el proyecto de Reforma Tributaria, exención del impuesto al Valor Agregado al Libro o en su defecto, el establecimiento de tasa impositiva diferenciada. Iniciativa que no es nueva y que viene desde el periodo anterior, donde fui patrocinante de un proyecto similar.
No puede ser que hoy en día seamos uno de los países con el impuesto más caro al libro.
Si queremos que la población chilena se interese por la lectura, es necesario tomar medidas; más aún cuando la experiencia revela que la existencia de una buena políticas de fomento lector, debe partir con acciones que faciliten el acceso a los textos y diminuir la carga impositiva es un camino en esa dirección.
Bernardo Berger Fett
Diputado