Cada cierto tiempo, la industria del cómic suele dar golpes de efecto, ya sea por razones artísticas o comerciales. Girar la tuerca en sentido contrario bien puede seducir a muchos lectores, iniciados o con trayectoria, abriéndose con ello nuevas oportunidades de contar historias.
Pero, cuando una editorial como Marvel lleva ocho décadas de funcionamiento, ¿qué tan original puede seguir siendo?
Tal vez esta pregunta fue la que se buscó contestar en 1997, con el debut de los Thunderbolts, un grupo de villanos redimidos (algo así como el Escuadrón Suicida de DC Comics) actuando en contra de la motivación de querer conquistar el mundo o bien, destruirlo. El principio de la redención es lo que más hace atractivo a este grupo, además de la extrañeza que produce verlos como protagonistas de acciones heroicas y benéficas.
En "Thunderbolts: Fe en los monstruos", con guión de Warren Ellis y arte de Mike Deodato Jr. (tomo 55 de la colección de Marvel Salvat con El Mercurio, 160 páginas), vuelven a ser protagonistas colectivos de una misma historia.
Esta vez, bajo el mando de Norman Osborn, se les encarga la misión de caza a quienes no se han sometido al acta de registro de súper humanos, que en su momento desató la nefasta Guerra Civil que enfrentó a dos bandos liderados por Iron Man/Tony Stark y Capitán América/Steve Rogers.
Tanto la historia como su representación gráfica son piezas de arte en sí mismas, con una lectura de fondo más que evidente, aquella que dice que el camino al infierno siempre está lleno de buenas intenciones. Lo que plantean los autores es también el dilema moral de las acciones bien intencionadas, hechas por quienes no responden precisamente a ellas. Entonces, los malos pueden ser buenos (según las circunstancias) y eso establece una línea gris en medio de lo que universalmente se conoce como positivo o negativo. Es que las cosas no siempre son como aparentan.
Daniel
Navarrete