Un instructivo para ayudar a recuperar los espacios históricos dañados durante las protestas de los últimos días, entregará el Consejo de Monumentos Nacionales. La idea es rescatar parte de ese patrimonio rayado, derribado, golpeado, quemado, para reponer lo que se pueda en los lugares que antes ocupaban, en diferentes ciudades de Chile.
El costo de restaurar será alto y, aunque lo material se podrá recuperar sin ninguna duda, lo realmente importante es comprender por qué esos íconos representativos de algunas etapas de la vida comunitaria fueron objeto de repudio.
En esas acciones de destrucción hay una falta de respeto grande al patrimonio común, lo cual resulta inaceptable desde la perspectiva de la conducta civilizada y del cuidado de los espacios públicos.
Pero, dicho lo anterior, también sería iluso creer que solamente se trata de un ensañamiento con las figuras de yeso o metal arrancadas de su base. Claramente lo que se observa aquí es un rechazo al relato que cada una de ellas les recuerda a algunos: conquista, autoritarismo, religión impuesta, legislación estricta, entre otras.
Hay un intento por borrar lo vivido, dañando el ícono que lo representa. Este tipo de conductas es frecuente en fenómenos sociales humanos donde se procesa el presente y también la memoria, desde la perspectiva de quien impone sus criterios valóricos. Para comprenderlo se puede revisar sucesos antiguos o recientes de la historia universal y local.
Estos hechos suceden. Pero son dolorosos. Y no siempre están guiados por la razón. En el caso de lo ocurrido en Los Ríos hay, lamentablemente, algún grado de desconocimiento en varios casos: O'Higgins fue clave en la independencia de Valdivia; Vicente Pérez Rosales gestó la colonización alemana; Camilo Henríquez fue el primero en hablar de libertad de expresión; la Catedral de Valdivia se construyó con aportes ciudadanos transversales y simbolizó una nueva etapa colectiva tras el terremoto de 1960.
Hay bastante más en ellos de lo aparente. Pero para apreciarlo es necesario conocerlo y ahí quizás se ha fallado, en la educación cívica y el aprendizaje de la historia local, desde la cual se nutre la construcción de identidad de las personas.