La manzana limona
"Una manzana soy todavía del verano pasado, /preservada fresca en suave piel, /sin manchas, sin arrugas, igual de tersa que una recién brotada, /aún unida a ramas de hermosas hojas, /regalo exótico en época invernal" (Antífilo de Bizancio, Antología Palatina).
Abril estremece de frío los frutos del verano, entre las varas secas palidecen las vainas de los últimos porotos (algunas se sonrojan), y el aroma dulzón de las "limonas", como mirra divina, traspasa nuevamente las quintas y huertas de Valdivia.
Las "limonas" son un esperado regalo anunciado en septiembre, y caído por fin en nuestras manos entre marzo y abril; es aquella una paciente maduración que termina con su distintivo color amarillo oro y suaves pecas. El árbol limón es así como una luz encendida en el ocaso del verano, su corona, su brillante despedida, y es al mismo tiempo la dorada estrella que anuncia nuestro lluvioso otoño.
La rareza más celebrada de esta fruta está en su característico sabor: su alta acidez y dulzura, anunciada por un aroma penetrante e intenso; aquel singular gusto "alimonado" que fascina. Su tamaño menor y compacto puede variar hasta la pequeñez juguetona, y sin embargo hasta la más diminuta estremece con su intensidad.
¡Es abril y el árbol limón es un astro en las quintas de Valdivia!, cargado de fruta, fulminante de aroma, como una estela ensoñada de los luminosos días. Como la manzana de Antífilo de Bizancio, es la rara y olorosa presencia del verano ido, guardada claridad, un presente extemporáneo, atípico, o es quizás su secreto revelado: un extraño y acido dulzor.
Juan Navarrete Espinoza Licenciado en Historia Uach
Lecciones de humanidad
La amenaza universal del coronavirus ha burlado las fronteras y nos provoca sentimientos de hermandad en la tragedia; frente a tantas diferencias, la amenaza de muerte une. Paradójico. Un enemigo silente, que viaja de incógnito y espera en la manilla de una puerta, en la mano del amigo, en la mesa de costumbre.
Brotan precauciones razonables, se frustran planes y eventos, se nos cambian por un momento las prioridades: autocuidado, prudencia, enfocarse en lo esencial. Aunque el ruido político y social no se acalla, y aún hay barrios y comerciantes que lo siguen pasando mal, hay un reverso que nos está haciendo vivir un carpe diem, hacer hoy las clases lo mejor posible, aprovechar la calma relativa que aún permite caminar como si nadie nos siguiera, porque la vuelta de la esquina es incierta, el lunes siguiente no está asegurado.
Las lecciones de humanidad hace meses que ya no se declaran en la calle ni en las manifestaciones, aunque en todo hay gente buena y sensata, es hoy por hoy que la muerte ronda invisible, enmascarada; la antártica se derrite hoy 6 veces más que hace 30 años, las aguas contaminadas alteran la vida marina, las muertes del virus no nos dejan indiferentes; todo recomienda ser cautos y tomar medidas; a veces las lecciones de humanidad no se dictan en las aulas, se encarga la vida.
M. Solange Faverau C. Académica Universidad de los Andes
Cuidémonos para cuidarlos
El 37% de los más de 3 mil adultos que atendemos en el Hogar de Cristo tiene más de 80 años. La edad promedio de las acogidas en nuestras residencias es justo 80; la de los hombres, 77. De las 1.695 personas que reciben atención domiciliaria para adulto mayor, 714 viven en absoluta soledad.
¿Cómo evitamos que estos octogenarios valentes que no tienen más compañía que el personal que los visita, guarden confinamiento obligado, la manera de mantenerlos a salvo y no se contaminen de soledad? ¿Cómo hacerles entender que en normalidad tocarse es una expresión de cariño y ahora es todo lo contrario?
Lo dijo Angela Merkel: "Hoy sólo mantener distancia es la expresión de que nos importa esa persona". Y aludió a las nuevas formas de acompañarnos: las sofisticadas, como que el nieto abone al abuelo a un podcast, y las comunes, abusar del teléfono para oír, dejar hablar, mostrar así el cariño.
En los programas de atención domiciliaria hemos establecido 0 visitas, más contactos. Todo el que tenga a un abuelo, a un vecino, a un amigo sobre los 80, desarrolle la política del contacto diario, de la conversa telefónica extendida. También invitamos a hacer acciones concretas de apoyo. Ayudar a los adultos mayores más vulnerables también puede ser en aportes en dinero a las instituciones que los cuidan, porque la urgencia de insumos y personal, y la menor recaudación a causa de la crisis sanitaria y económica inminente, es real.
Dar, donar hasta que duela, como pide el ministro Briones a sus pares en favor de los más vulnerables, forma parte de nuestra divisa actual: cuidémonos para cuidarlos.
Claudia Ruiz Hogar de Cristo Los Ríos
Rodado en Chile
A pesar de la gran tragedia que vive el país con la pandemia, hay ejemplos dignos de aplaudir como el del gremio del rodado, que no ha dejado de repartir alimentos, medicamentos y todo lo que nuestra sociedad necesita en estos momentos.
Arturo Goddard Bravo Profesor Normalista