Correo
Virar a la derecha
El cambio de gabinete de este martes dejó sentadas las bases de lo que será el último tercio del actual gobierno. Se da un giro radical hacia los principales partidos de ChileVamos, como son RN y la UDI, en desmedro de Evópoli, que pese a ser el único partido cuadrado con el Presidente Piñera, es el más golpeado con esta reestructuración.
Este mismo cambio, muestra también un giro bastante marcado hacia la derecha tradicional. Se trata de un gabinete que no apoya una nueva Constitución y que se opuso al retiro del 10% de las AFP. Sin ir más lejos, el ministro Víctor Pérez, es un UDI de los duros y Andrés Allamand, representa a los más extremos dentro de RN, quizá solo superado por Carlos Larraín. A su vez, logran dejar a Desbordes en un ministerio que lo anula en su rol de diputado "díscolo".
Si se mira desde ChileVamos es un muy buen cambio de gabinete, entran políticos históricos que alinearán a sus partidos. No obstante, para la oposición también es bueno, porque concentrarán sus disputas en la Moneda y no en el Parlamento. En tanto que para los alcaldes, figuras claves en este último período, es muy malo, porque nuevamente no han sido considerados. Para la ciudadanía es aún peor, porque sacan cuatro parlamentarios que han sido claves en las últimas discusiones y los ubican en la Moneda.
Cuatro representantes elegidos que abandonan a sus votantes para asumir nuevos cargos. Emblemático es el caso de Andrés Allamand que, por segunda vez, renuncia al Senado para llegar a un ministerio. Ya zanjadas las dudas sobre el gabinete, ahora, las apuestas están en quiénes serán los reemplazantes que asumirán en el Parlamento. Si tendrán un perfil más dialogante, como Desbordes y Bellolio o representarán la corriente más dura de la derecha que caracterizada por Pérez y Allamand.
Felipe Vergara Universidad Andrés Bello
El caso Antonia Barra
Parece increíble que aún en el 2020 se cuestione a la mujer por sufrir una violación, donde la culpabilización de la víctima parece ser la norma.
Si algo bueno podemos sacar de la terrible historia de Antonia Barra, es la fuerza con que las mujeres nos hemos unido y levantado para decir "basta" a una sociedad que nos ha silenciado, objetivizado y minimizado. La rabia nos ha recordado algo que el mismo patriarcado nos obligó a olvidar: el hecho que somos hermanas, compañeras, amigas y confidentes.
Sin embargo, este lamentable hecho también tiene que ser un llamado a los hombres, ya que una gran parte de ellos ha guardado un absoluto, y quiero creer, "respetuoso" silencio. Pues, de no ser así, concluyo que es simplemente pudor, miedo a la culpa o temor frente a la pérdida de privilegios y poder.
En mis años como especialista, he constatado los traumas que padecen las mujeres en su sexualidad por eventos pasados del que fueron víctimas. Es ahora cuando más necesitamos que el sagrado masculino alce su voz, porque la creación de una sociedad humana, justa y sana, necesita de esa energía.
Gracias al caso de Antonia quedó en evidencia lo profundo que cala aún el patriarcado en todas nuestras instituciones y la real devastación que significa una violación. Gracias a ella, esta causa tiene un nuevo impulso, que incluso invitó a los hombres a levantarse también contra un sistema desequilibrado, y nos dio la oportunidad de nivelar las fuerzas, de crear desde el femenino y el masculino consciente un mundo que viva en armonía, y que se aboque a la felicidad de todos y de cada uno de nosotros.
Paula González Collado Experta en sexualidad femenina
Bien común
La finalidad del Estado es promover el bien común. Su obligación esencial es la conservación del orden público -un elemento del bien común, pues de él se benefician todos los ciudadanos- sin el cual las diversas actividades no pueden ser desarrolladas con normalidad y tranquilidad.
Para cumplir tal obligación el Estado cuenta con el monopolio de la violencia física legítima -representada por la espada en la tradicional imagen de la justicia-; violencia que, por deber de autoridad, está obligado a aplicar para contener la violencia ilegítima ejercida por quienes subvierten el orden social y lograr mediante ella la restitución del orden exigido por el bien común.
En muchas ocasiones la única forma de reprimir a quienes cometen actos terroristas o que sin Dios ni ley ejercen una violencia vandálica como parte de la insurrección revolucionaria, es mediante el uso de armas letales. Ello, obviamente, puede acarrear consecuencias fatales; consecuencias que son bien conocidas y aceptadas por quienes están dispuestos a matar y a morir por la revolución y que no significan una violación de sus derechos humanos.
El Estado tiene la obligación de defenderse con todos los medios a su alcance, aunque para ello sea preciso adoptar medidas extremas. Salus populi suprema lex est -la salvación del pueblo es ley suprema- era el primer principio del Derecho Público Romano. La historia solo condena a los pueblos que renuncian a defenderse.
Adolfo Paúl Latorre Abogado