El exilio como marca, oportunidad, destino o calamidad y la diáspora cubana como temática particular, enrevesada con hilos de amistades, amores, afectos filiales, nostalgias y estrategias para volverse a arraigar. Tales son algunos de los pilares de la última construcción narrativa de Leonardo Padura, "Como polvo en el viento" (Tusquets, 2020).
Las vicisitudes de los exiliados y también de quienes se quedan en Cuba, por cierto, no es algo nuevo en la obra de Padura, pero en esta novela intenta ir más al fondo, de la mano de una serie de personajes que van coloreando un lienzo que ahonda en lo íntimo, pero que al mismo tiempo permite comprender mejor cómo fue vivir en la isla el periodo duro y convulso que siguió a la caída de la Unión Soviética. Un momento histórico que le puso la lápida al comunismo del siglo XX y que le dio un golpe de gracia también a la economía cubana, altamente dependiente de Moscú.
Un foco de misterio aparece desde el inicio, de la mano de Adela, una joven nacida en Estados Unidos, hija de una cubana emigrada, quien se muda junto a su novio Marcos -recién llegado desde Cuba- a Miami, específicamente a Hialeah, una ciudad muy particular. Esto, dado que el 96% de su población es latina, con una predominante presencia cubana. Así, se trata prácticamente de un territorio colonizado dentro de Estados Unidos, un enclave hispánico que configura "un justo refugio de unos refugiados empecinados en seguir siéndolo". Entre idas y vueltas, la muchacha da con una fotografía que prácticamente le abre una ventana hacia un mundo pretérito que ni siquiera sospechaba, remarcando huellas que se mueven en diferentes direcciones alrededor de un grupo de amigos autodefinidos como "el Clan". Cómo terminan dispersándose y cómo van avanzando sus vidas en sus nuevos escenarios es parte esencial de esta novela de largo aliento -bordea las 700 páginas- y que se mueve entre el presente y el pasado y también a través del globo, desde Puerto Rico a España, desde Argentina a Estados Unidos.
Daniel
Carrillo