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de los cuerpos. Y si en ese arco de obras que van desde Sexilio a El Asado de Bacon el cuerpo aparece normativizado y disciplinado por los amplios y retorcidos ejercicios de poder en su singularidad somática, en Territorio Cercado el cuerpo es controlado como especie y organismo: en su nacimiento, en su enfermedad y en su muerte con las novísimas tecnologías del poder, es decir, a través de la industria de la higiene social y las factorías de la medicalización.
Un giro que cierra y expande lo emprendido desde La Cuerda Floja: hacer vida y literatura a partir de esa curva infame que va desde la sociedad disciplinaria a la sociedad del control. Precisamente de ahí viene el título que cobija esta antología, sostenido en un poema que amplifica las heridas que toda lengua -en su posibilidad de decir y maldecir- sana y padece.
Ahora bien, pese a que Fuerza Bruta emprende una variante reflexiva, metapoética, en la partitura de la autora, existe un continuum en su trabajo menos visible, que se emplaza no en el centro, sino en el contorno del poema.
Así, bajo una "dicción crispada y una sintaxis rota" -como la calificara nuestro común editor y amigo valdiviano, Ricardo Mendoza- se esconde otra desobediencia mayor: aquella que se libera del credo "esencial" de la función poética que predica la reciprocidad entre sonido y sentido o, más reaccionario aún, que insiste en un mínimo de sonido y un máximo de sentido. En esta dirección, la autora ha urdido hábilmente un tejido sonoro, su "forma" -su ritmo y su melopea-, que ha sido el principio y la continuidad de su "fondo".
Es esta argamasa la que contiene parte sustantiva de su obra, pues en su bricolaje y homología, ensambla afinadamente la indisciplina de los cuerpos, los sexos y las carnes que emancipa, empecinadamente, la autora en el poema. Esta homología entre palabra y voceo alcanza en la autora, y de manera gravitante, también el movimiento, la acción performática, y muy tempranamente.
A principios de los años 80 Maha Vial ya había decidido entender el poema más en su dimensión oral y apelativa que meramente textual y "poética", por tanto, como lo han presenciado y experimentado varias generaciones en sus lecturas y presentaciones, la poeta prosigue colocando al poema de pie, en acción, a veces fundido con bandas punk, jazz experimental o desplazamientos coreográficos repentinos, de modo que su voz "lectora" transforma la oralidad implícita del texto en la oralidad explícita de la lectura.
En perspectiva, una apuesta siempre interpelante y heterodoxa que, sin embargo -o por lo mismo-, la dejó por muchos años en la huerfanía crítica, "sitiada" en la provincia y en el descampado en términos de recepción más amplia de su trabajo. Una constatación que tiene menos de queja que de evidencia y que esta antología contribuye notablemente a resolver poniendo a caminar por otros derroteros fragmentos de todos sus libros.
No obstante, cabe aquí apuntar aquellas razones de omisión o desatención que no responden mecánicamente al siempre centralista y patriarcalizado campo de fuerzas socio-literario chileno y que se enclavan, a veces, en una suerte de "autonomía relativa" del poeta, cuya búsqueda, indefectiblemente prendida a su poética, lo mandata más que a obliterar la autopromoción, a condenarla como predicado vital y estético: es el caso de Maha Vial, que se opone con fuerza a la recurrente individuación y privatización de la autoría como "marca", es decir, como mero reclamo publicitario para ser vista y fagocitada y que termina domesticando el cuerpo/imagen/mujer para reproducir el propio sistema que lo aliena y lo somete.
Así mirado, el aparente auto boicot promocional de Maha se revela también como una contestación politizada, ni ingenua ni quejumbrosa, sobre el lugar de una obra -erosiva y cuestionante- que se debe no a su "visibilización", sino a su apuesta y donde cabe, por sobre todo, la exploración, la intelección, el gozo o la disputa.
Es esta, creo, la invitación de esta antología: ni a visibilizar, ni a desclasificar ni a beatificar nada. Ello sería antagónico con el derrotero y el ideario libertario de la autora.
Sabrá juzgará la lectora, el lector. Aunque en mi caso, la tengo desde siempre entre mis lecturas y sonoridades más cercanas, admiradas y milagrosas.
Prólogo "Lengua sitiada"