El viernes fue celebrado el Día Nacional de la Antártica y, aunque estamos en pandemia, se realizaron charlas y actos virtuales de conmemoración, organizadas desde las diferentes instituciones, lideradas por el Instituto Antártico Chileno (Inach), preocupadas del cuidado, exploración y divulgación de las características del llamado continente blanco.

En nuestra zona, esa tarea de vínculo y trabajo investigativo se desarrolla principalmente desde la Facultad de Ciencias de la Universidad Austral de Chile, el Centro Ideal (Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas de Altas Latitudes) de la Uach y el Centro de Estudios Científicos (Cecs) a través de su área de Glaciología. Además, este 2020 el Par Explora Los Ríos se ha dedicado a la difusión escolar de estos contenidos como "tema del año" institucional.

En conjunto han efectuado actividades comunitarias como la encuesta "Conociendo la Antártica" (Uach Puerto Montt) y los ciclos virtuales "Antártica, bajo cero" y "Charlas Bajo Cero". Este último tuvo una invitación especial este 6 de noviembre, fecha en que se recordó los 80 años desde que el Presidente Pedro Aguirre Cerda fijó los límites del Territorio Antártico Chileno, en 1940.

A nivel nacional, en agosto pasado -y en el marco de la misma conmemoración de esas ocho décadas- fue promulgado el nuevo Estatuto Antártico, que establece una política de Estado, un Plan Estratégico y un Programa Antártico Nacional, para reforzar la presencia de Chile, recordando que el país integra desde 1959 el Tratado Antártico.

Ese vínculo no es solamente político-administrativo; también debe traducirse en conocimiento de una zona reservada para acción pacífica y reconocida como patrimonio de la Humanidad.

Desde Valdivia han sido múltiples las contribuciones en esa línea, con expediciones del Cecs; estudios históricos del clima de Ideal; trabajo con las macroalgas (Uach) y la constante tarea de educación, para que se reconozca la importancia del extremo austral en temas como biodiversidad y cambio climático.

Todo lo anterior hace importante no olvidar el 6 de noviembre. Pero se debe agregar algo más: la Antártica es el único continente sin covid-19, hasta el momento; razón suficiente para que ojos científicos locales y mundiales estén ahora puestos en ella.

Al comenzar la pandemia, se evidenció una real preocupación por el abastecimiento de alimentos para la población. En ese momento, las autoridades implementaron políticas públicas que lo aseguraron y vimos un apoyo concreto para los agricultores, de todos los tamaños.

Por su parte, los agricultores han realizado esfuerzos importantes para garantizar la producción y cumplir con su misión de alimentar a las familias de nuestro país, buscando ser más eficientes.

No obstante, esta relación de entendimiento parece haber quedado atrás y volvimos a un entorno social de poca comprensión al trabajo del campo.

Históricamente existe un desconocimiento de los procesos productivos y las complicaciones inherentes que siempre hemos tenido. Por ejemplo, es el caso de las diversas plagas que debemos enfrentar como loros, perros asilvestrados y, ahora último, se ha conocido la problemática del puma. Incluso debimos lamentar la muerte de una vecina del sector Tres Chiflones, que activó alarmas.

No obstante, los esfuerzos por frenar estas situaciones muchas veces se han tropezado con posturas de resguardo a estas especies y un encasillamiento a los agricultores de poco comprometidos con el ecosistema y la biodiversidad, pero no con soluciones reales.

Sabemos que debemos proteger nuestra fauna y flora, y apoyamos la conservación de nuestro suelo, de las especies animales y vegetales que nos enriquecen. Celebramos también la existencia de grandes parques o reservas naturales que los protejan. No obstante, de forma paralela debe existir una legislación moderna que entienda al agricultor y le permita resguardar su siembra para estar con una sensación de seguridad.

Es posible generar alimentos para las personas y conservar la fauna. Para ello es imprescindible tener estudios realizados por expertos de población de la fauna nativa y sus dinámicas demográficas, además de generar sistemas que permitan la convivencia con nuestras especies autóctonas, para lograr mitigar los conflictos entre la biodiversidad y la seguridad alimentaria, que no solo requiere cada día la región, sino también el país y la población humana.

En definitiva, que podamos aplicar conocimientos y aprendamos de casos exitosos que están pasando en otros países, donde toman resguardos por temporada o en periodos más crítico, permitiendo una continuidad y sobre todo tranquilidad para cosechas y siembras.

Víctor Valentin

Presidente de Saval FG