El fin de una macabra guerra

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El 16 de octubre de 1946, a la 1 de la mañana, diez de los condenados a muerte fueron ahorcados. Hermann Goering se suicidó unas horas antes en su celda, tragando una cápsula de cianuro, para escapar de un ahorcamiento que consideraba indigno de un soldado. Todos los cuerpos, incluido el de Goering, son incinerados y sus cenizas esparcidas en un afluente del Isar, para evitar que sus tumbas se convirtieran en lugares de reunión.