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El camino es la esperanza

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Llegamos al segundo domingo de Adviento, ya entramos en diciembre y nos acercamos a Navidad. Muchas veces olvidamos el porqué de está celebración, el gran regalo de Dios a la humanidad: su hijo Jesús, nacido de la joven María, la que estuvo dispuesta a aceptar la voluntad de Dios en su vida. Tal vez este año que vivimos en circunstancias tan distintas a las habituales, nos haga volver a la centralidad de lo que celebramos en Navidad.

El evangelio de este domingo (Mc 1, 1-8) nos trae la figura y el mensaje del profeta Juan Bautista, que anuncia a todos que el Señor ya viene, él es la voz que grita en medio del desierto.

Es una voz de esperanza en medio de las tinieblas y de la incertidumbre, que también vivimos hoy en nuestra sociedad y en nuestras vidas. Proclama Juan Bautista: "preparen el camino del Señor, allanen sus caminos".

Es el mensajero que nos indica el camino de Jesús y que reconoce en Él, a su Señor y Maestro.

Juan Bautista es el profeta que interpreta los signos de lo que está pasando, percibe la llegada del Mesías, se dispone a acogerlo con un cambio en su estilo de vida e invita a los demás a preparar el camino del Señor, con una llamada a la conversión en la vida.

El tiempo que hemos vivido este año ha sido tal vez un tiempo de reflexión y de conversión, un tiempo de preparar el camino del Señor.

La segunda semana de Adviento, que iniciamos, es una invitación a preparar el camino por el que el Señor llega a nosotros y por el cual nosotros accedemos a Él.

Se nos ofrece la oportunidad de reflexionar y orar, a partir del símbolo del "camino", entendido como "lugar" de encuentro con el Señor.

El discipulado de Jesús es siempre una peregrinación, un camino que hacemos hacia Dios. El cristiano siempre será peregrino en este mundo y tiene la mirada esperanzada, más allá de las dificultades de esta vida que pasa.

Fidelia Rivera Vásquez: Adiós a una madre y abuela ejemplar

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El jueves 3 de diciembre dijo adiós a la vida terrenal Fidelia Rivera Vásquez, para emprender el largo viaje hacia el recuerdo eterno de hijos, nietos, hermanos, sobrinos, familiares y amigos que en vida fueron testigos de su amor, cariño y esfuerzo por sacar adelante a su familia. Y aunque su documentación oficial señala que nació el 1 de abril de 1941 en el sector rural de Cuyinhue, entre San José de la Mariquina y Mehuín, ella sabía que ya había superado la barrera de los 80 años de edad, porque en realidad nació el 27 de noviembre de 1940. Doña Fidelia fue hija del matrimonio formado por Juan Rivera Flández y Lucilda Vásquez Yáñez, quienes además tuvieron otros cinco hijos: Pabla, Amadeo, Irene, Alfonso y María. La familia residió originalmente en Cuyinhue y posteriormente en Punucapa y Valdivia, donde los sorprendió el terremoto de 1960, su casa resultó destruida y tuvieron que albergarse en los rucos de Huachoocopihue. Fidelia Rivera Vásquez fue madre de cuatro hijos: Mónica, Sandra, Silvia y Daniel, quienes a su vez le entregaron nueve nietos que alegraron y acompañaron la adultez mayor de una mujer humilde, esforzada, trabajadora y luchadora por los suyos, a quienes sacó adelante gracias a su trabajo como asesora del hogar, lavandera, fabricante de empanadas, kuchen, galletas y todo lo que fuera necesario para que a sus hijos nos les falte nada en su desarrollo y formación. En el momento del adiós, su familia la recuerda con la alegría y vitalidad que siempre la acompañó. "Cuando joven le gustaba mucho el baile, especialmente el rock and roll y el twist, la música de la Nueva Ola y las canciones de Cecilia y Germán Casas. Ella bailaba y cantaba, era una mujer muy alegre, optimista y jugada por su familia", señala su hija Sandra. Hace prácticamente un año, a Fidelia Rivera Vásquez le fue detectada una enfermedad incurable en los riñones y posteriormente en los huesos. "Esperábamos, sabíamos que se podía ir, pero nunca pensamos que fuera tan rápido. También fue una mujer muy amante y respetuosa de Dios", agregan. El cuerpo de Doña Fidelia ya descansa en el Cementerio Municipal N° 1 de Valdivia.

80 años de edad tenía Fidelia Rivera Vásquez al momento de su deceso. Era originaria del sector de Cuyinhue, en la comuna de Mariquina y tuvo cuatro hijos y nueve nietos.

Manuel Paredes Molina: Un recordado padre de familia

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Se marchó de este mundo hace solamente una semana y su ausencia aún cala hondo en los corazones de sus familiares. Manuel Paredes Molina era originario del sector de Crucero, en la comuna de Río Bueno, donde nació el 31 de julio de 1931. Sus padres fueron Aladín Paredes Guerra y Prosperina Molina Vega, quienes tuvieron nueve hijos: Grodalinda, Ignacio, Manuel, Remigio, Uberlinda, Judith, Rosa, Erika y José. Durante su infancia y juventud aprendió el oficio de jinete de caballos en las carreras a la chilena que se realizaban en su sector y a los 18 años de edad ingresó a cumplir con su servicio militar en el Regimiento Caupolicán de Valdivia. En esa histórica unidad militar se licenció con el grado de mariscal herrero y allí también, durante un tiempo incursionó en el deporte del boxeo. Posteriormente ingresó al Cuerpo de Carabineros de Chile y para perfeccionarse, entre 1964 y 1966 estudió en la Escuela de Suboficiales. En Santiago fue judoca e instructor de judo de la Escuela de Carabineros y en Valdivia también se desempeñó como instructor en el grupo de formación policial. En la institución de las carabinas cruzadas pasó a retiro en el año 1978, con el grado de suboficial mayor. En su vida personal, Manuel Paredes Molina contrajo matrimonio en 1954 con Berta Salgado Balboa y de esa unión nacieron cuatro hijos: Manuel Osvaldo, Carlos Hernán, Jorge Eduardo y Mónica Eloísa, quienes prologaron la descendencia con 10 nietos. "Era un hombre muy bueno, tremendamente preocupado por su familia y de entregarnos una formación ejemplar", recuerdan sus hijos y agregan que "era un hombre que siempre estaba alegre, que le gustaba participar en fiestas. Era un bailarín empedernido, que le gustaba el tango, la cueca, lo que fuera. Además era un verdadero campeón para las payas". Manuel Paredes Molina abandonó la vida terrenal el pasado domingo 29 de noviembre y su cuerpo descansa para siempre en el Cementerio Municipal N° 1 de Valdivia.

89 años de edad tenía el ex suboficial mayor de Carabineros , Manuel Paredes Molina, al momento de su deceso. Era originario de Crucero, en la comuna de Río Bueno.