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nombrado y soy el único neurocirujano profesor titular que está vivo. Cuando uno es más joven suele haber cierta resistencia a que seas reconocido, pero si ya había logrado ser profesor titular y cumplía con el reglamento estricto de la Sociedad de Neurocirugía de Chile, ser Maestro era algo que podía suceder.
-¿Cómo ocurrió su nombramiento como Maestro?
-Hay grandes neurocirujanos que son técnicos, son buenos para operar; y otros que son muy buenos en ser presidentes de Sociedad y jefes de servicios, son más administrativos. Hay dos medallas para quienes destacan en cada una de esas áreas. El Maestro en Neurocirugía debe hacer todo eso, pero además haber creado una escuela y mantenerla en el tiempo. Eso solo se logra a través de personas, a los maestros los hacen sus alumnos. Uno de mis fellow, Esteban Torche, un día habló conmigo y me dijo que yo cumplía con todas las características para ser maestro. Yo estaba incrédulo, pero le planteé que si creía que era justo, que me postulara, pero yo no quería saber. Después me contaron que organizaron un grupo de WhatsApp, discutieron y presentaron una carta que fue muy emocionante para mí. Cuando me informaron que había obtenido el título de Maestro no sabía qué decir, me aguanté para no llorar. Entendí que serlo no tiene que ver conmigo, sino que con la influencia que he hecho en otras personas.
-¿Qué significa para usted enseñar?
-En 1998 me fui a Brasil por un año para especializarme en un Fellow en Cirugía Vascular Cerebral y de la Base del Cráneo. Cuando lo terminé decidí que quería hacer algo igual en Chile, inmediatamente. Podía haber ido a estudiar a Estados Unidos, pero no quise porque quería aportar a mi país ya. Pasó un año desde que volví hasta que logramos que la Universidad de Chile aprobara el fellow, porque fue el primer curso de perfeccionamiento en neurocirugía que se ha hecho.
Siempre he creído que hay que enseñar lo que uno sabe y he sido un idealista de la medicina. Recuerdo que algunos profesores que me tocaron en mi juventud me dijeron que había que enseñar, no aquello en lo que uno es especialista. Eso me quedó grabado, porque en Brasil nadie me ocultó información, me enseñaron todos los trucos. Y realmente creo que hay que enseñar lo que para uno ha sido útil, porque eso puede mejorar la vida de los pacientes y de sus familias. Además, me interesa que lo que los discípulos hacen lo hagan con pasión, ni por plata, ni por papeles, sino por ayudar. Listo, el resto de las consideraciones son secundarias. He formado gente de Arica a Punta Arenas, tengo un fellow en Valdivia, se llama Cristóbal Vergara. También he operado de Arica a Punta Arenas, aunque lamentablemente me falta hacerlo en Valdivia. Nunca he podido operar en mi ciudad natal, pero espero que con Cristóbal lo hagamos pronto. El capital humano en Valdivia está, solo falta mejorar algunos equipamientos. Mi sueño es operar en Valdivia algún día.
-¿Qué metas tiene?
-Hasta el momento he realizado 3 mil 700 cirugías y calculo que si no me muero luego debería operar a unos 5 mil pacientes. Si uno saca la cuenta de que la familia de cada paciente tiene unas cuatro personas, estamos hablando de que podré haber influido en 20 mil personas. Si yo formo a 50 fellow y ellos también operan a 5 mil pacientes, estamos hablando de que podríamos influir en un millón de personas como mínimo. Eso es muy importante, porque en el fondo estamos ayudando al país. Si solo me preocupo de hacer lo que sé y no enseñarle a nadie, no hago nada. La única manera de hacer una diferencia es influir en grupos grandes. Mi sueño es que haya un especialista en cada ciudad de Chile, porque lo que hacemos es de buena calidad. La neurocirugía es una especialidad rara y la patología también es rara, por lo que hay que estar preparados de la mejor forma posible. Nuestra red es tremenda, pero lo importante es que se base en la enseñanza, en mejorar y en ir más allá de los límites de nuestras propias instituciones. Nuestro grupo humano trasciende todas las universidades.
-¿Cuáles son los desafíos de la neurocirugía?
-Primero, siempre mantenerse lo más cerca de la cresta de la ola. Que no estemos lejos de lo que se hace en Estados Unidos o en Europa, ya que tenemos que estar lo más cerca posible de las tendencias más actuales. Esto se hace aprendiendo, formándose en otro lugar si se requiere. Para mí el desafío de la neurocirugía chilena es que sea inclusiva, que tengamos más mujeres. También me importa mucho que la gente joven tenga una oportunidad. Durante estos 20 años he sufrido discriminación por mis colegas mayores. No quiero que alguien con capacidades, que es joven y quiere surgir, se quede sin oportunidades para cumplir sus sueños. Decir esto parece un slogan, pero sí lo creo y en mi vida lo he demostrado. Me he preocupado de que la gente joven aprenda y sea mejor. La gente joven es la que tiene mejores ideas y más energía, nosotros tenemos que apoyarlos con las experiencia.
"Si solo me preocupo de hacer lo que sé y no enseñarle a nadie, no hago nada. La única manera de hacer una diferencia es influir en grupos grandes". La gente joven es la que tiene mejores ideas y más energía, nosotros tenemos que apoyarlos con las experiencia. Me he preocupado de hacer eso".