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A la primera venta particular de 1991 se sumaron restoranes como el Selecta, el New Orleans, el Palace y otros que comenzaron a creer en la nueva cerveza valdiviana. "Yo seguía trabajando en Levaduras Collico y Patricia estaba a cargo de la cervecería. Vendimos el auto, compramos otro y fuimos creciendo. Después nos llamaban de Puerto Montt, Osorno y Temuco, para que les enviemos cerveza", agrega Kunstmann.

Desarroll0

En 1996, el matrimonio adquirió un terreno de 2,5 hectáreas en Torobayo y en 1997 se produjo otro de los hitos de esta historia. El profesional se retiró de la empresa familiar para dedicarse -junto a su esposa- exclusivamente al proyecto cervecero. Se transformaron en sociedad anónima y salieron a vender acciones. "Mi padre y dos tíos creyeron y quisieron invertir en esta aventura. Era un proyecto chico, rentable y se veía con futuro. En 1997 nos instalamos en Torobayo, con la fábrica y el restaurante", recuerda.

Patricia Ramos agrega: "En ese tiempo estábamos débiles, era una locura. Como vivimos en Alemania, teníamos claro el funcionamiento de una cervecería, donde la gente va a degustar cerveza acompañada con gastronomía. Nunca dimensionamos cómo iba a crecer. Fue una locura. Desde el inicio vimos que la imagen debía ser la cervecería. Fue algo caótico en los primeros años, porque no se entendía el concepto de valorar más la cerveza que la comida".

Pero, ¿por qué en Torobayo? Armin Kunstmann explica que como visitantes habituales de San Carlos de Bariloche, siempre les llamó la atención el comercio existente en la ruta a orillas del lago Nahuelhuapi, hasta Llao Llao. Es la Avenida Exequiel Bustillo, donde se ubican fábricas de cerámicas, chocolates, restoranes, centros náuticos: "Pensamos que era lo que había que hacer acá. Teníamos antecedentes del flujo vehicular entre Valdivia y la costa, así que la ubicación permitía que el turista pase a visitarnos. La cervecería fue inaugurada en diciembre de 1997 y ese verano fue de filas interminables".

"Cuando compramos, él venía todos los días a ver el flujo de los vehículos. Mucha gente nos decía que no iba a resultar, que el puente Cruces era un obstáculo, que el agua era mala", agrega Patricia.

Pese al éxito de la cervecería, asomaron tiempos difíciles para el negocio. Era necesaria una gran inversión, para continuar creciendo. En un momento se terminó el capital y tuvieron que endeudarse, porque junto con el crecimiento aumentaron las responsabilidades y los costos. "Con lo que vendía la fábrica no alcanzaba y hubo que buscar plata de fuera. En el banco que me ofrecía una cuenta, la abría y trabajábamos con el sobregiro. Le debíamos plata a todo el mundo, hipotecamos casa, auto y hasta el campo de mis padres, pero siempre confiamos en que el negocio iba a funcionar. En el restaurante ingresaba plata fresca y de alguna forma empezó a subsidiar a la fábrica, que era chica. Éramos una sola sociedad, hasta el año 2000", relata Kunstmann.

El gran paso

En 2000, el matrimonio terminó de convencerse que existía la potencialidad para crecer más allá de sus propias capacidades económicas, de venta y distribución. Pero, ellos no podían encargarse de producir, vender, distribuir y cobrar. Era necesario un socio estratégico que los acompañe en el proyecto. En esa búsqueda aparecieron cuatro opciones: Nicolás Ibáñez, de Lider; un agricultor de la zona; la familia Schiess, dueña del Hotel Termas de Puyehue; y la CCU.

"Conversamos con los cuatro y nos decidimos por la CCU, concretando en 2002 una alianza estratégica. Ellos pusieron el mismo capital que teníamos y quedamos cada uno con un 50% de propiedad. Ahí se separaron definitivamente el restaurante y la fábrica. CCU entra exclusivamente en lo que es fábrica y aporta con la distribución, venta, toda la logística y tenemos acceso a diferentes insumos, con mejores precios. Luego de 20 años de asociados vemos que cuando sacamos un producto nuevo al mercado, a los tres días está en todo Chile, gracias al sistema de distribución. Todo eso nos llevó a asociarnos con CCU, porque son especialistas en otras cervezas y marcas, y nosotros aportamos una cerveza artesanal o craft", explica el empresario.

Con el paso de los años, en la fábrica se ha logrado un producto estable y de calidad. Hoy producen 200 mil hectólitros de cerveza al año. "Salimos de la casa con 1.500 y cuando nos asociamos con CCU producíamos 15 mil", recuerdan.

Vínculos locales

Una de las características de la empresa cervecera ha sido su relación con la cultura y el deporte locales. Así nació la Bierfest en 2002, "con la idea de devolverle la mano a Valdivia, porque sentimos que la ciudad nos ha dado mucho. A través de una fiesta quisimos celebrar con ellos y los turistas una vez al año, junto con generar otras actividades", aseguran.

La fiesta de la cerveza dio paso a la creación de grupos de baile alemanes; revivió la música germana con la banda Eleuterio Ramírez (hoy Renacer) de Collico; un concurso de saltos que reactivó al Paperchase Club; una regata de remo; una competencia del Club de Yates; el desfile con el carro y un camión antiguo cervecero, al cual se invitó y terminó con la formación de la filial Valdivia del club de autos antiguos de Chile.

En esta iniciativa colabora la Primera Compañía de Bomberos. "Organizan, trabajan, cobran entrada y se transforma en un beneficio para ellos. Han arreglado su cuartel y envían gente a perfeccionarse al extranjero", explica Kunstmann.

Otro hito fue la organización de un congreso internacional en 2016, al cual trajeron a dos líderes cerveceros mundiales: el estadounidense Charlie Papazian, autor del libro que inspiró el inicio del proyecto y el alemán Thomas Becker, profesor del Instituto de Tecnología de Fabricación de Bebidas y Cerveza en la Universidad Técnica de Munich, Baviera.

Así se cumple el objetivo de que la marca se relacione indisolublemente con la ciudad. "El valdiviano siente que es una marca local, porque de alguna forma partimos primero y fuimos los catalizadores para que otros colegas se entusiasmaran a hacer cerveza y la ciudad se transforme en la capital cervecera de Chile. Colaboramos en la formación de la Unión Cervecera de Los Ríos y se le ha ayudado a los colegas, aunque hay quienes no comprenden que hay que compartir las buenas experiencias, lo ven con otro foco y piensan que nos vamos a aprovechar de ellos. Y no es así. Los hemos invitado a la cosecha del lúpulo y otras actividades. Siempre estamos abiertos", coincide el matrimonio.

Bajo pandemia

¿Cómo han afrontado más de un año en pandemia? En el caso de la cervecería, Patricia Ramos indica que ha sido duro, complicado y hasta dramático, con los mismos problemas de quienes trabajan en turismo. "Hubo que disminuir el número de garzones y como todo es tan incierto, no se puede planificar. Hemos vendido por delivery, pero es la nada. Quizás nos conviene más cerrar, pero para mostrar que nos mantenemos vivos hacemos delivery. En Fase 2 la gente aun hace cola para entrar, porque estamos acotados en los espacios de las terrazas. Nadie sabe qué va a pasar. También ayuda la venta de souvenirs, porque la gente lleva algo que recuerda la marca".

En el caso de la fábrica, Armin Kunstmann asegura que la mitad de la producción llega al rubro de restoranes, casinos, bares y schoperías. Eso en tiempos normales, porque "en marzo de 2020 se cerró todo y las ventas cayeron a la mitad. Con la infraestructura que hay, perder la mitad de la venta fue duro. Pero durante el año logramos desarrollar alternativas de ventas y en un trabajo con CCU entramos en negocios y botillerías de todo Chile, desarrollando productos como la Valdivia Pale Lager. Eso nos permitió recuperar parte del volumen que habíamos perdido y el año pasado vendimos en volumen más que en 2019, aunque con menos ganancias".

Hacia el futuro

A 30 años de su irrupción en el mercado de la cerveza, ¿cuáles son las proyecciones de la compañía? Armin Kunstmann apunta a continuar la expansión de la cervecería y la fábrica: "Queremos ampliar la experiencia Kunstmann a través de los restoranes: hay proyectos de abrir otros locales en Chile y el extranjero. Por el lado de la fábrica, la idea es seguir creciendo. Actualmente vendemos en ocho países: Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Brasil, Perú y Colombia. Buscamos un crecimiento con mucha innovación, con productos, cerveza y procesos adaptados a los tiempos que vivimos".

Dentro de esa permanente expansión, la fábrica valdiviana cuenta con cuatro socios de cervecerías más pequeñas: Guayacán del Valle del Elqui; Szot de Talagante; D'Olbeck de Coyhaique y Mahina de Isla de Pascua.

La historia no se detiene. al contrario. Continúa.

1997 en diciembre fue inaugurada la cervecería, en Torobayo. Desde su apertura se transformó en un lugar de alta afluencia de valdivianos y turistas de todo el mundo.

2002 se concretó la alianza con la CCU, que hoy permite a la fábrica producir 20 millones de litros de cerveza al año. El producto está presente en ocho países.

El rescate del lúpulo

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Vender cerveza y explicar cómo se fabrica es otro de los sellos distintivos de Kunstmann. Había que ir al "rescate" del lúpulo, planta e ingrediente esencial para la elaboración. El proceso completo se puede conocer a través del Tour Cervecero, el cual -debido a la pandemia- está en compás de espera. En 2015 fue inaugurado el Patio del Lúpulo y en 2016 se realizó la primera cosecha. "Sabíamos que los alemanes habían tenido y plantado lúpulo, pero sin mucho éxito porque las condiciones climáticas eran diferentes a las de ahora", recuerda Armin Kunstmann. Un amigo -Federico Dünner- les donó una planta que encontró en antiguos patios de la Cervecería Anwandter. "Lo rescatamos con la idea de que algún agricultor se entusiasme y produzca. Hay varios que lo están cultivando", agrega. Hoy lo utilizan para educar al público, para ensayos y el trabajo con cervezas experimentales.

El rol de la empresa familiar: Una experiencia "muy positiva"

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Ser una empresa familiar es otro de los sellos distintivos del proyecto Kunstmann. Los hijos de Armin y Patricia crecieron en un ambiente donde la palabra cerveza era el centro de interés de cada día. "Se criaron en ese mundo y cuando comenzamos con el restaurante venían y nos acompañaban, trabajaban en el verano", señala Patricia, mientras que Armin agrega que "ser una empresa familiar tiene cosas muy positivas y otras no tanto, porque cuesta separar todo. Pero, sumando y restando es una experiencia muy positiva para hacerla en familia, sobre todo si uno se complementa bien. Supimos separar roles y eso fue muy positivo". Hoy, cuatro de los cinco hijos son parte de la segunda generación cervecera. "Nunca imaginamos que ellos trabajaran con nosotros. Nunca los obligamos, les pedimos que estudiaran y trabajen en distintas actividades. Siempre les hemos dicho que trabajen en donde se sientan felices. Cuando se interesaron por la cerveza, lo primero fue que trabajen en la CCU, que hagan ahí el 'servicio militar', que aprendan a tener jefaturas, a recibir órdenes y después se vengan. Eso pasó con Alejandro, Cristóbal y Camila", agregan. Cristóbal es el gerente general de la cervecería y su cadena de restoranes y franquicias; Alejandro es el gerente general de la fábrica; Paula es jefa de Diseño e Imagen y Camila está a cargo de Marketing. Solo el hijo mayor, Patricio, desarrolló un proyecto diferente y es propietario de una náutica. "Se iba a encargar de la empresa en Bariloche, pero en un momento no lo vimos muy contento y su interés estaba por la navegación", asegura el matrimonio.

5 hijos tiene el matrimonio Kunstmann-Ramos. Cuatro continúan la tradición familiar, como segunda generación ligada a la elaboración y comercialización de cerveza.