Recuperar la confianza
En el mundo existe una crisis de confianza en las instituciones. En el caso farmacéutico hubo un antes y un después de la colusión de cadenas de farmacias y, hasta hoy, pese a haber sido determinadas como centros de salud en la "Ley de Fármacos 1", no se ha recuperado esa confianza. Queda un largo trecho y la falta de definiciones y estrategias públicas para consolidar el concepto de la "farmacia como centro de salud" por parte del Minsal hacen difícil avanzar.
La actual discusión constitucional presenta una esperanza de abordar la naturaleza mixta del medicamento, tanto como un bien de consumo y como una herramienta terapéutica indispensable en la salud pública. Por otro lado, ver a la farmacia como un establecimiento privado de interés público.
Este cambio de paradigma podría ofrecer a la ciudadanía una red de aproximadamente 3 mil farmacias en Chile para acceso a información de salud -como prevención y promoción de salud- e incluso para realizar acciones sanitarias y de investigación con una perspectiva local.
Durante la pandemia, las farmacias han estado en la "primera línea sanitaria", pero no han sido utilizadas para suplir el acceso a la información para la población, especialmente en adultos mayores, una población que tiene "analfabetismo digital". Esta brecha podría ser cubierta por las farmacias y sus farmacéuticos, ofreciendo una atención primaria, tanto para el sistema público como para el sistema privado.
Las confianzas se deben recuperar. Para ello debemos estar dispuestos a conversar, aportar y construir de manera transversal.
Jorge Cienfuegos Ac.Química y Farmacia UNAB
La nueva vida cotidiana
Ya llevamos más de un año en esta condición de confinamiento, parcial o total, desde que comenzó la pandemia de COVID-19. Sin duda, este tiempo nos ha generado momentos intensos, de buenas y malas experiencias, pérdidas profundas, temores e inseguridades, pero también es cierto que estas experiencias límite nos han generado aprendizajes muy significativos.
Hemos sido testigos que, frente a situaciones adversas, vuelven a recobrar importancia y sentido las acciones colectivas, el sentido de cuerpo, la asociatividad, el apoyo mutuo. La dimensión social de esta pandemia nos enseñó que debemos resguardar el distanciamiento físico para cuidarnos, pero no debe confundirse con el distanciamiento social.
Sabemos que podremos hacer frente no solo a una pandemia y sus nefastas consecuencias, sino también podremos recuperar nuestra cotidianidad en el encuentro con el otro y tal como nos relata Humberto Maturana en su último libro "La Revolución Reflexiva", que escribió junto a Ximena Dávila: "Una opción, que está al centro de nuestra ceguera, es enajenarnos en el ego y no darle ninguna importancia a lo comunitario; y la otra es hacer nuestro vivir de una manera armónica con el bienestar de la comunidad que vive el mismo ciclo que nosotros". Por tanto, la vida cotidiana desarrollada comunitariamente, es la que estamos llamados a desarrollar en el tiempo que se viene.
Paula Leiva Directora de Escuela de Trabajo Social Universidad de Las Américas
La Lingüística ¿arrinconada?
El escritor y humorista británico A.P. Herbert (1890-1971), Profesor de Derecho en el New College Oxford, nos dejó el siguiente pensamiento sobre el lenguaje humano: "Preocúpate de las palabras, Bobby. Tu abuela tiene razón. Pues, sea lo que hagas, siempre estarás usando palabras. Todos los días, las palabras importan. Aunque vivas en un barril y no hables más que contigo, las palabras importan, porque las palabras son las herramientas del pensamiento". Sin mayor prosopopeya, nunca pensó que podría existir una ciencia preocupada de ello.
La Lingüística es un campo altamente técnico hoy en el mundo, con un vocabulario especializado imposible de evitar. A pesar de ello es un campo despedazado por controversias académicas donde cada experto toma su porción sin mirar para el lado o visualizar horizontes que ayuden, por ejemplo, a entender el lenguaje humano y sus funciones/disfunciones así como contribuir a la enseñanza de lenguas. Las pruebas están justamente en lo que podemos observar examinando las mallas de formación de profesores de castellano e inglés. Seguramente pueda deberse a la cantidad de Universidades comprometidas en la formación de estos profesionales de la educación.
Las diferencias son enormes y a menudo prejuiciadas, que a la larga repercuten en el diseño de metodologías efectivas para la enseñanza de lenguas (L1-L2). Otra cuestión igual de grave es lo que ocurre en la formación de comunicadores (periodistas, relaciones públicos, y afines). La pregunta que surge es más o menos igual a lo que pudiera ocurrir en campo clínico ¿se podría formar un médico sin anatomía humana, o, agrónomos sin conocimiento de análisis de suelos. ¿Por qué la lingüística tiene un espacio tan reducido en la academia hoy? No confundir con los "estudios del discurso"
Omer Silva Villena exacadémico UACH/UFRO osilvaville@gmail.com