Daniel Navarrete Alvear

Desde el punto de vista centralista, vivir en cualquier otra parte que por ejemplo no sea en la Región Metropolitana, es sinónimo de precariedad. Eso ha hecho que las provincias se vuelvan casi una caricatura relacionada con la falta de progreso y el habitar el campo en medio de aves y vacas.

Bien sabe de eso el periodista Felipe Sasso. Cuando se fue de San Fernando a estudiar a Santiago, el conserje del edificio donde vivió un tiempo le preguntó si era posible encargarle gallinas cuando volviera a su casa. "¿Por qué se tiene esa imagen de los provincianos, de dónde viene la idea de que somos personas que vivimos en lugares 'remotos'? Es muy extraño que se presuma que prácticamente somos todos huasos llegando a una gran ciudad", dice.

Con esa idea en mente es que Sasso se propuso derribar mitos en su debut editorial con "Tierra larga" (Ediciones del Gato). Antes de volverse libro fue solamente un puñado de cuentos premiados en distintos concursos, pero con un elemento en común: el Chile profundo. Gracias a una Beca de Creación del Fondo del Libro concretó el proyecto basado en paisajes, situaciones y personajes que no necesariamente calificarían para estar en un catálogo de promoción turística del país.

"En el libro está el territorio de provincia que yo he recorrido. Si bien son historias de ficción, hay muchos elementos sacados de la realidad que permiten retratar un Chile que efectivamente existe y no precisamente aquel del que se habla en Santiago", explica el autor.

Y agrega: "A una familia en Hornopirén poco y nada le debe interesar ver que noticias como la inauguración de una estación de Metro en Santiago. Cada comuna, cada región es una realidad distinta. El país es muy amplio y sin duda que vale la pena conocerlo".

Contenido

Los cuentos de "Tierra larga" exudan aquella geografía invisible, pero cotidiana.

En "Margarita Arancaya quiere ir a Marte", una niña debe recorrer cuatro kilómetros para llegar a su escuela; en "Miedos", un joven y su familia viven en un block de departamentos cubierto de Nylon para evitar filtraciones; en "Circo pobre", un periodista de diario de provincia vive emocionantes jornadas laborales entre escritura de obituarios y actualización del pronostico del tiempo; y en "Empático", un hijo que acaba de sufrir la muerte de su padre, descubre un curioso secreto relacionado con la tecnología y la suplantación de tareas propias de la raza humana.

Felipe Sasso Ediciones del Gato, 2021 137 págs.

La obsesiva historia de una obsesión. La frase suena redundante, pero es una buena descripción inicial para "Sapolsky" (Editorial Planeta, 2021), del escritor chileno Cristian Geisse Navarro.

El protagonista es Pedro Araniva Pavián, alguna vez estudiante de Antropología en la Universidad Austral. De eso ya ha pasado el tiempo -el sur ha quedado lejos- y lo único que recuerda de esos días es un revelador primer contacto con los libros de Carlos Castaneda.

Pero es con la llegada de internet cuando realmente se marca un antes y un después en su vida, con sus búsquedas en google de conceptos como etología humana o comportamiento evolutivo. Esto lo lleva al crucial hallazgo que se convertirá en el centro de sus días: la figura del científico estadounidense Robert Sapolsky, considerado el padre del estudio del estrés y experto en evolución humana.

Barba, lentes redondos, pelo tomado en un moño, un gran intelecto y un profundo amor por el conocimiento. Así describe Pedro Araniva a Sapolsky, antes de declarar el inicio de su obsesión: "Era yo. Quiero decir, era mi dibujo, el mismo dibujo que hice de mí en primero básico. Era exactamente aquel. Era el que yo debiera haber sido".

Emerge aquí el eje de esta original novela: la idea del doppelgänger, "el doble siniestro", un motivo de raíces antiguas que vio su apogeo durante el Romanticismo. "El doble siniestro que anuncia la muerte", como precisa el protagonista, mientras se va deshilvanando una historia fragmentaria, a ratos con tintes fantásticos, donde se entrecruzan admirativas cartas en inglés -no sabemos si enviadas o no- con los penosos pormenores de una vida cotidiana en crisis, cruzada por el fracaso y la mediocridad.

"Porque debo matar a Robert Sapolsky. Matarlo, porque nunca fui Robert Sapolsky. Porque somos bestias acorraladas por la oscuridad", divaga Pedro Araniva, al tiempo que intenta agendar una cita con el científico, visitarlo en su oficina en la Universidad de Standford.

Daniel

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