Proyecciones
Días atrás los alumnos del Instituto de Estudios Internacionales de la Fac. de Filosofía y Humanidades de la U. de Chile solicitaron a sus profesores ser menos exigentes en la evaluación de los trabajos y pruebas finales del semestre. Fundaron la petición en su estado de salud mental, imaginamos deteriorado y, en la defensa de la democracia, aparentemente amenazada. No explican de qué manera y por quién. ¿Será porque hay elecciones, será porque cuando estaban en la educación media les enseñaron que la CIA había derrocado a Allende o que la "Guerra del Pacífico" fue en realidad la "Guerra del Salitre"?
Para muchos esta situación puede parecer sorprendente, pero en realidad no lo es. Por el contrario, es la consecuencia lógica del deterioro de importantes centros de educación públicos, iniciado hace más de diez años, decadencia que tiene como hitos relevantes la pérdida de prestigio de la Universidad de Chile y la toma de su Escuela de Derecho y la metamorfosis del Instituto Nacional, otrora faro iluminador de la juventud chilena. Lamentablemente hay muchos malos ejemplos que dar. Es más, se trata de una tendencia en países donde ha gobernado la izquierda no socialdemócrata o populista, como Argentina (Universidad de Buenos Aires, UBA) y Perú (Universidad de San Marcos, Lima).
No obstante, me detengo sólo en la U. de Chile y en el I. Nacional debido a que en ambos casos su deterioro y decadencia consecuente han terminado por afectar decisivamente las herramientas que entre todos hemos construido -eso es el Estado- para emparejar la cancha, como se dice ahora. Al final del día el balance es claro: los sueños de algunos progresistas terminan perjudicando a los más vulnerables, antes llamados simplemente pobres.
En dos semanas más habrá que optar
Jorge Vives Dibarrart Abogado jevivesd@gmail.com
Una humilde barriada
¿Por qué habríamos de ser distintos a Brasil, a Estados Unidos o a sociedades más distantes como Hungría y Polonia, o a países que califican como democracias ejemplares, como Francia, España, Italia o Alemania? Y varios otros, pues la lista es larga. En todos ellos, con diversas denominaciones y estructuras, pero con discursos muy similares, ha irrumpido con fuerza el populismo de ultraderecha. En varios han conquistado el gobierno. Y si bien han sido desalojados democráticamente en algunos países, su presencia es persistente y no representan un fenómeno político efímero o circunstancial.
En Chile ya tienen liderazgo, organización, fuerza parlamentaria y poder económico. Obviarlo y reaccionar con furia y asombro no basta. Proferir frases altisonantes e insultantes en las redes no sirve para nada, es un fenómeno de largo plazo que llegó para quedarse. Por lo demás es impensable en Chile establecer, a la usanza alemana, un cerco que los aísle y que incorpore también a sectores de la derecha tradicional más o menos relevantes. Por el contrario, estos han sido cooptados mayormente por la nueva fuerza emergente.
Más allá de la campaña electoral y de la movilización de fuerzas que podría impedirles conquistar la presidencia, es necesario una lectura muy atenta de los procesos políticos, sociales y hasta psicosociales que están detrás de este fenómeno. Que incluyen el singular éxito del candidato que no pisó el país y que inauguró una "democracia digital" que no hay que mirar con desdén o burla. Quizás, por bizarro que parezca, sea esta la única novedad que aporta nuestra humilde barriada a los complejos procesos que vive el planeta.
Jorge Gillies Arancibia Académico UTEM
Derecho a la participación
Lo que en un principio pareció ser una altísima participación ciudadana en las elecciones del 21 de noviembre, resultó ser solo aglomeración en los locales de votación, debido a las limitaciones impuestas por la pandemia y a la dificultad que significó emitir varios votos, con gran cantidad de candidatos. Si bien la participación aumentó en relación a las elecciones presidenciales del 2017 esta fue menor que para el plebiscito 2020 en la que votó un 50,95% del padrón electoral.
Realizar las elecciones en dos días, implementar el voto electrónico o asignar locales de votación de acuerdo a los domicilios de las personas, son propuestas a considerar para incentivar la participación, elemento central de la democracia y un derecho humano consagrado en instrumentos internacionales y en la Constitución Política de la República.
Para garantizar este derecho, el Estado debe asegurar a todas las personas la participación en los asuntos públicos. Esto implica educar e informar en diferentes contextos, por ejemplo, alcanzando zonas aisladas y con problemas de conectividad, o adoptando medidas interculturales como traducción a lenguas indígenas, entre otras acciones. Materializando así el derecho a la participación, imprescindible para adoptar decisiones que sean representativas y que gocen de legitimidad, es decir, que sean consideradas como una decisión lícita, justa y eficaz.
Florencia Alves Docente Académica UTEM