La otra violencia que deja huellas
En Chile aumenta la conciencia respecto del maltrato físico; pero el sicológico sigue teniendo tristes grados de justificación. La crianza tiene una importante dimensión comunitaria, pues desde ella se construyen los vínculos sociales. Y la violencia no es algo privado...
Durante 2020 hubo 47 casos policiales relacionados con violencia contra niños y niñas en Los Ríos. Si bien la cifra bajó durante 2021 a 29 hechos, la cantidad es preocupante, pues se trata de casi treinta personas (un curso escolar completo, para dimensionar) cuya vida estará marcada por situaciones traumáticas y vulneración de derechos.
Esos índices son los que llegan ante la justicia, pero hay muchos otros que jamás son denunciados. Estudios efectuados por la Unicef (Naciones Unidas para la Infancia) indican que seis de cada diez menores chilenos sufre maltrato habitual en sus hogares y que un 50% de los casos no son denunciados.
Pese a lo anterior, otras investigaciones del mismo organismo señalan que la conciencia respecto de la violencia física ha aumentado en Chile y que un gran porcentaje de los padres, madres o cuidadores la identifica y califica como "negativa". Además, hay conocimiento sobre los derechos de los niños y niñas. Sin embargo, la violencia psicológica todavía no se aprecia con claridad como una agresión dañina.
En enero fueron publicados los resultados del Estudio de Conocimientos, Actitudes y Prácticas (CAP) con relación a la Violencia en la Niñez en Chile (Unicef), el cual reveló que 14% de los encuestados a lo largo del país tienen actitudes positivas hacia este tipo de castigo y están de acuerdo con afirmaciones como "levantarles la voz o gritarles ocasionalmente los hace más obedientes". Es decir, no hay -o hay poca- conciencia generalizada respecto que las heridas emocionales son tan profundas como las físicas, dañan la autoestima y hasta la capacidad de ser feliz; es decir, comprometen la salud mental de manera difícil de superar.
Enfrentar estas realidades es necesario. Primero comprendiendo que la crianza tiene una importante dimensión comunitaria, pues desde ella (cómo aprendió cada uno en casa) se construyen los vínculos sociales entre las personas. Y una crianza violenta, en lo físico o en los espiritual, abre la puerta a repetir los círculos de daño. Basta mirar a los victimarios de bullying para apreciarlo.
Segundo, la violencia no es algo privado. Es un delito y nada la justifica; pero también es necesario generar herramientas de permitan prevenirla y enfrentarla.