Este mes se conmemoró el Día Mundial del Parkinson, por lo que es importante concientizar respecto a las manifestaciones clínicas y el impacto socioemocional que se desencadena en las personas que la padecen.
En Chile, actualmente, el perfil sociodemográfico está caracterizado por un aumento de la esperanza de vida y una población envejecida, cuya incidencia se ha incrementado, así como la prevalencia de enfermedades neurodegenerativas, como la Enfermedad de Parkinson (EP). Este trastorno neurodegenerativo es el más común luego del Alzheimer, que afecta a 1 de cada 100 personas mayores de 60 años (Erkkinen, Ohk & Geschwind, 2018).
La Enfermedad de Parkinson genera alteraciones no motoras, como dolor, alteraciones del sueño y alucinaciones en etapas avanzadas. Además, aparecen afectaciones progresivas en el área motora, como: bradicinesia, rigidez muscular, congelación de la marcha y temblor, entre otras. Al estar implicada la musculatura orofacial se ven afectadas, por ejemplo, las habilidades de comunicación e interacción, generando incluso la sensación -en quienes no saben que padecen esta enfermedad- de que estuviesen la mayor parte del tiempo "enojados" o "somnolientos".
Asimismo, la actividad de comer se torna engorrosa, con lo que muchos evitan comer en público, lo que puede generar conductas crónicas de aislamiento social, intensificando sintomatología depresiva y ansiosa.
Ahora, desde un punto de vista ocupacional, el hecho de que la persona pierda el control de sus movimientos y estos se vean enlentecidos altera su rutina y participación social, debiendo realizar todo con antelación, especialmente sus actividades básicas de la vida diaria, perdiendo independencia, roles ocupacionales y desarrollando trastornos del ánimo.
Por todo lo dicho, es fundamental que los profesionales del área, además de trabajar con nuestros usuarios/as con EP, intervengan educando y sensibilizando en los contextos sociales en los cuales se desenvuelven; sobre todo considerando que vivimos en una sociedad que cada día se encuentra más acelerada, con altos niveles de estrés, lo que dificulta la comprensión, tolerancia e inclusión de las personas con EP. La empatía es un valor que debemos llevar siempre, y aplicarla en estos casos, considerando que no estamos libres de que con el pasar de los años estemos en su lugar.
Steffi Landskron Carrasco Secretaria de Estudios de Terapia Ocupacional U. San Sebastián, sede Valdivia.