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El Mundial del 62 fue una fiesta universal y hay un libro que lo comprueba

PUBLICACIÓN. Al cumplirse seis décadas del magno evento, Enrique Corvetto desempolva sus secretos y sale a la cancha con una historia que no se debe olvidar.
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Daniel Navarrete Alvear

Entre el 30 de mayo y el 17 de junio de 1962, Chile se paralizó. Por primera vez el país era sede de un Mundial de Fútbol, lo que puso a prueba las capacidades dirigenciales, deportivas e incluso sociales, de un territorio que comenzaba a recuperarse de un terremoto 9.5° Richter.

Para reconstruir ese particular momento de la historia nacional es que el periodista y profesor valdiviano, Enrique Corvetto, metió mano a cientos de archivos y se entrevistó con 18 personajes clave. Uno de ellos fue Leonel Sánchez. El resultado: "1962: Los secretos del mundial imposible".

La obra publicada con el apoyo de Collico y Colun es parte del catálogo de Editorial Trayecto y ayer tenía su lanzamiento en Santiago.

¿Cómo cambió el país después del torneo?

-Chile para los '60 era un país pobre. La frase de Dittborn, 'porque no tenemos nada, lo queremos hacer todo", más allá de ser una construcción metafórica, era real. ¿Por qué entonces se animó a postular y a organizar un mundial?… porque los dirigentes querían que Chile entrara en la historia. Las ciudades sedes del mundial cambiaron su cara, ya que se avanzó en al menos diez años en infraestructura. Hasta hoy existen obras como el Estadio Carlos Dittborn de Arica, el Reloj de Flores de Viña del Mar, la Villa Olímpica de Ñuñoa y tantos otros, los que se erigieron gracias a ese torneo.

Por otra parte, el mundial fue televisado. Esto produjo que se masificaran los aparatos de TV. Había en promedio uno por cuadra en los barrios de clase media. Los canales de televisión, por ese entonces, tenían sólo un carácter experimental y eran algunas casas de estudio las que se esforzaban por mantener programación. El que la cita mundialista fuera televisada, indujo a que los periodistas chilenos dominaran nuevas técnicas y tecnologías. En lo deportivo, Chile logró un histórico tercer lugar y la competencia local se profesionalizó y expandió.

Posiblemente para tu libro Leonel Sánchez realizó su última entrevista. ¿Cómo evalúa aquello de haber generado un documento histórico del futbolista que falleció en abril pasado?

-Cuando fui avanzando en el proceso de investigación, advertí que había varios hechos que la historia que todos conocemos había pasado por alto. Estos hallazgos fueron proporcionados principalmente gracias a las entrevistas. Recién ahí me di cuenta que lo que tenía como material podría calificar como un documento histórico. Esto, en alguna medida, se ratifica con el lamentable fallecimiento de Leonel Sánchez, con quien tuve el agrado de conversar para esta obra. No estaba muy bien de salud y presentaba dificultades para escuchar y expresarse. Fui uno de los últimos en entrevistarlo.

Del resto de sus entrevistados, ¿qué percibe del ánimo con el que abordan el tema del Mundial?

-Todos coinciden en que organizar el mundial fue un gran esfuerzo, más aún cuando a dos años de comenzar se produjo el terremoto, donde nuestra ciudad fue protagonista. Por eso el desarrollo de este torneo es visualizado como épico. Sentí que los protagonistas se sentían olvidados, poco reconocidos y este libro de alguna manera recoge el guante respecto a esa sensación: pone en relieve este hito deportivo que se logró llevar a cabo en una época compleja política, económica y socialmente.

Enrique Corvetto C. Editorial Trayecto, 2022 200 págs.

Periodista

Historias de asesinos despiadados

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En 2019, la Brigada de Homicidios de la PDI cumplió 70 años. Durante su larga trayectoria, la unidad especializada de la policía civil se ha enfrentado a los más diversos y escabrosos hechos marcados por la muerte y por los grande titulares de la crónica roja.

Uno de ellos fue el asesinato de la prostituta Marta Matamala en el Hotel Princesa en Santiago, en 1968. Su cuerpo fue encontrado con una herida cortante penetrante cervical. Del posible homicida se dijo que era moreno, de cabeza pronunciada y de baja estatura, lo que le valió el apodo de "El enano maldito".

Tres años después del crimen fue detenido y encarcelado el lustrabotas Moisés Muñoz Moreno. Estaba confeso, pero nadie reparó en que sufría trastornos mentales y que su declaración simplemente se basó en repetir todo lo que había leído en los diarios. Diez años más tarde, apareció el verdadero homicida: José Sergio González Agüero, nacido en San José de la Mariquina el 13 de septiembre de 1939. Había llegado a Santiago, proveniente de Valdivia, en 1957.

El caso está consignado en "Macabros. Historias de asesinos despiadados que intentaron el crimen perfecto" (Catalonia), de César Biernay. En el libro, el escritor bibliotecario, profesor y funcionario de la PDI, que además participó en la desclasificación de los archivos del Departamento 50, reúne las historias de siete crímenes cada uno más truculento que el anterior. Son parte de la memoria delictual de Chile y no precisamente una lectura para estómagos sensibles.

Es que por las 184 páginas de la publicación circulan, por ejemplo, detalles de un parricidio en el que los cuerpos de una joven madre y su hijo fueron desmembrados para que cupieran en tarros lecheros (Valparaíso, 1963); el modus operandi de una madre que mató a sus propios hijos por los celos que le tenía a su marido (Santiago, 2008); y la balacera y muerte de pasajeros en un vagón de la Línea 5 de Metro (Santiago, 2011).

Daniel

Navarrete

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Estas memorias son la crónica de un periodo irrepetible, definido por una inusual concentración de genios literarios, a los cuales aglutinó Sylvia Beach en su librería parisina.

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Sylvia Beach Ediciones UACh, 2022 304 págs.

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