La violencia comenzó de a poco. Pero Santiago tenía otras preocupaciones. La violencia seguía creciendo, y Santiago respondió con comisiones y palabras, muchas palabras. Nadie hizo nada. Me corrijo: algunos hicieron mucho. Durante años, difundieron por todas partes -desde las universidades hasta los matinales- la idea de que la fuerza del Estado era esencialmente ilegítima. Estas ideas permearon incluso a un sector de nuestro sistema de justicia. Al respecto, quiero hacer dos reflexiones. La primera es que la mayoría de los chilenos hemos elegido vivir en democracia, pero como en la democracia una persona es un voto, en muchos países ha sucedido que el crecimiento desmesurado de algunas ciudades, puede dar origen al despotismo de mayorías poblacionales. Así, como las elecciones se deciden fundamentalmente en Santiago los incentivos para preocuparse por otras zonas son escasos. Dado lo anterior, existen algunos mecanismos que buscan evitar esos abusos. Uno de ellos es la existencia del Senado, donde las regiones están en pie de igualdad. Por eso insistimos una y otra vez que resulta muy grave la pretensión del borrador constitucional de abolir el Senado, cuando habría que hacer todo lo contrario: darle más atribuciones. No en vano, nuestros vecinos peruanos, víctimas del unicameralismo de Fujimori, hoy plantean la posibilidad de restituir en su sistema político la Cámara Alta. La segunda consideración que quiero hacer apunta directamente al drama que los afecta a los habitantes de La Araucanía. Por muchos años algunos nos han hecho creer que la eliminación de los poderes represivos producirá un crecimiento automático de la libertad. Esta filosofía inspira buena parte de la acción del actual Gobierno, pero naturalmente no es patrimonio suyo, muchos otros la han promovido antes.
Ahora bien, en condiciones normales, bien puede suceder que el retiro de los poderes represivos no traiga consigo un crecimiento de la libertad, sino más bien un auge de otro tipo de poderes: los opresivos. ¿O alguien piensa que los ciudadanos de La Araucanía, son más libres gracias a la impotencia de las fuerzas de orden? Ese vacío de poder ha sido llenado por toda suerte de fuerzas oscuras, violentas, caprichosas y prepotentes.
Yo no puedo resolver esos problemas, pero al menos está en mis manos poner de relieve las consecuencias a las que nos lleva una mala filosofía. Resulta muy simpático repetir las teorías de Foucault y otros como él con un trago en la mano desde la comodidad de un departamento de burgués progresista santiaguino. Pero las consecuencias de esa crítica a la legitimidad de la fuerza estatal la han pagado los ciudadanos de La Araucanía. Me parece injusto, completamente injusto.
"Por eso algunos insistimos una y otra vez que resulta muy grave la pretensión del borrador constitucional de abolir el Senado, cuando habría que hacer todo lo contrario: darle más atribuciones..."