Dios de misericordia
El Papa Francisco nos recordaba el año 2016, el año de la Misericordia, que en la Sagrada Escritura es la palabra clave para indicar el actuar de Dios hacia nosotros. Este domingo se leerán las Parábolas de la Misericordia (La moneda y la oveja extraviada; El Hijo perdido y encontrado: El hijo pródigo. Lc 15, 1-32).
El mismo Papa, en la carta sobre "el rostro misericordioso de Dios", con el que nos convocaba al año santo de la misericordia, nos decía sobre las parábolas dedicadas a la misericordia, que Jesús revela la naturaleza de Dios como la de un Padre que jamás se da por vencido, hasta que no se haya disuelto el pecado y superado con la compasión y la misericordia.
En estas parábolas, Dios es presentado siempre lleno de alegría, sobre todo cuando perdona. En ellas encontramos el núcleo del Evangelio y de nuestra fe, porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo lo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón.
Qué difícil es muchas veces perdonar. Y, sin embargo, el perdón es el instrumento puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón. Apartar de nosotros el rencor, la rabia, la violencia y la venganza es la condición necesaria para ser felices.
El mismo San Pablo en su carta a Timoteo, que escucharemos como segunda lectura (1Tim 1,12-17), al reconocer que fue perseguidor de los cristianos antes de encontrarse con Jesucristo, dice que "fue tratado con misericordia" por el Señor y sobreabundó la Gracia, junto a la fe y el amor de Cristo Jesús. Para luego afirmar que "si encontré misericordia, fue para que Jesucristo demostrara en mí toda su paciencia".
En tiempos de tanta crispación y rivalidades, regalemos el don de la misericordia y de la reconciliación. La misericordia sostiene toda la vida de la Iglesia, toda su acción pastoral debería estar revestida por ella. Nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia.