Exclusión educativa
La exclusión educativa es un tema gravísimo, con consecuencias definitivas sobre la vida de las personas, sus familias y de la sociedad en su conjunto. Es como una dura montaña de hielo, que se interpone en el futuro de al menos 224 mil niños, niñas y jóvenes que en Chile han sido privados de su derecho a la educación. Este 2022, 50 mil no se matricularon y no fueron a clases, quedando a merced de la calle, donde abundan los explotadores laborales de toda índole. Busquemos todos juntos -gobierno, legisladores, sociedad civil organizada- una solución definitiva al problema. Aquí proponemos una hoja de ruta con cuatro acciones urgentes:
Proponemos una discusión inmediata del proyecto de ley para implementar una subvención para la modalidad educativa de reingreso; crear una campaña nacional de búsqueda de niños, niñas y jóvenes que hayan -por diversas razones- abandonado su educación, convocando a actores públicos y privados en esta tarea, para lo cual, las 90 oficinas locales de la niñez, dependientes del Ministerio de Desarrollo Social, pueden ser una gran herramienta; creemos también necesario mejorar la oferta de reingreso, desafiando a nuestro sistema educativo, en alianzas público-privadas, para que cada comuna cuente de aquí a 2024 con al menos un aula, escuela y/o centro de reingreso; y, aunque todas las ideas que sumen en esta tarea son bienvenidas, hacemos por último un llamado a mejorar y ampliar los fondos concursables de reinserción. Hoy existen 26 proyectos, que ni siquiera tienen presencia nacional. Por ello, proponemos que en 2023 existan al menos 70 proyectos para esta tarea.
Queremos que la educación vuelva a tener un espacio en sus vidas. Estamos y debemos transversalizar los esfuerzos para buscar y dar a nuestros niños y jóvenes una oferta pertinente para que nunca más vuelvan a sentir que se quedaron atrás.
Fernando Rojas, Alejandra Arratia, Juan Cristóbal Romero, Liliana Cortés Hogar de Cristo
Evitar una guerra
Hace exactamente 44 años las FFAA y Carabineros de Chile se encontraban listas, a lo largo de nuestra extensa frontera terrestre y marítima, para rechazar el ataque e invasión que Argentina tenía previsto en el "Plan Soberanía", luego que ellos declararan como "insanablemente nulo" el Laudo Arbitral Británico de 1977.
La Armada de Chile se encontraba con sus medios desplegados en el Teatro de Operaciones Austral para rechazar la inminente invasión a nuestras posesiones insulares al sur del canal Beagle.
La madrugada del día 22 de diciembre de 1978 la Escuadra Nacional zarpó al combate y nuestros Infantes de Marina , Buzos Tácticos, Flotilla de Torpederas, unidades de combate dependientes de la Tercera Zona Naval , medios de exploración aeromarítima, el SS Simpson y todas la fuerzas disponibles en tierra, mar y aire se encontraban listas para cumplir su juramento y lema de la Armada de Chile: "Vencer o Morir".
Solo el acertado y resuelto manejo de la crisis por parte de las autoridades chilenas de entonces y cuando nuestra Escuadra estaba en una posición ventajosa a escasos minutos de disparar sus misiles y artillería, disuadió a los gobernantes trasandinos de atacarnos y aceptar la mediación de SS el Papa Juan Pablo II.
Un legado innegable del gobierno militar chileno, sus FFAA , Carabineros y Servicio Diplomático, es haber ganado la paz en ese convulsionado año 1978, cuando Argentina había ganado su primer mundial de fútbol.
Reinaldo Reinike Espinoza rreinike@gmail.com
Constitución y participación
"Sólo cuando construimos el futuro tenemos derecho a juzgar el pasado", es una cita conocida de Friedrich Nietzsche.
El actual juego político por una nueva constitución, que aun parece continuar con discusiones insulsas, debe terminar.
Al respecto, sería aconsejable aprender de países serios, compasivos y con políticos proactivos -como Islandia- e incorporar tecnología al proceso, en donde los ciudadanos puedan participar en la construcción de dicha constitución.
La tríada -derechos humanos, democracia e imperio de la ley- común a todas las constituciones es conocida por los ciudadanos.
Entonces, no sería difícil formular un algoritmo inteligente i.e., "construyendo nuestra constitución del futuro" con preguntas y criterios objetivos, fáciles de responder acerca de lo que cada chileno espera.
Con toda seguridad y utilizando internet como un posible medio de interacción, podríamos enriquecer el proceso inicial con ideas positivas y también negativas que hoy ni siquiera imaginamos. Manejado por alguna empresa de alta tecnología informática, ajena a la política contingente (que las hay) facilitaría y encauzaría la labor posterior de los constituyentes y expertos, además de proveer una sólida racionalidad a lo que el país finalmente decida para su carta magna.
¿Que esto tomaría tiempo? Por cierto, que sí; no obstante, nadie puede garantizar que con el modesto proyecto actual se llegará a un feliz término.
Gustavo M. Astorquiza, P. Eng. normaandgus@easterlin.ca