Libros para caminar más lejos que de la cama al living
Rebecca Solnit se convertió en un clásico con su "Wonderlust: una historia del caminar". Lo mismo ocurrió con Frédéric Gross, autor de "Andar. Una filosofía". Ambos abrieron una ruta para el viaje sin fin.
Un rasgo que podría definir esta década es la ansiedad, alimentada a diario por decenas de notificaciones en el teléfono, los colores irreales de las nuevas pantallas, la luz penetrante de los focos LED junto a, por supuesto, bocinazos y personas que aún desconocen los audífonos. El mundo sobreestimulado, la vida en esteroides no es vida. Basta. Silencio. Un día nublado. Esto es y ya. Sin embargo sí es posible salir a caminar, encontrar nuevas rutas urbanas y rurales, así como libros que orienten los pasos y animen a las ideas, porque sobre dos pies se juega la historia de la especie y se ha escrito buena parte del pensamiento desde la Revolución Francesa, es decir, los fundamentos de la sociedad como se la conoce hoy.
"Wanderlust: una historia del caminar" es un ensayo que se reedita continuamente. En Chile lo hizo Editorial Hueders, pero también está disponible la versión de Capitán Swing hecha en 2021. Allí la autora estadounidense Rebecca Solnit ("Los hombres me explican cosas") retrata las formas que ha tenido la humanidad para avanzar a través de bosques, ciudades y el tiempo desde la antigua Grecia hasta comienzos de este siglo cuando, por ejemplo, los ingleses aprobaron el derecho a deambular.
Esa ley permitió, explica la autora, "repensar el diseño urbano para dejar a los niños ir caminando al colegio de nuevo, incluso para prohibir automóviles en el centro de la ciudad los domingos o una vez al año, o todo el tiempo. El nuevo milenio llegó como una dialéctica entre lo secreto y lo abierto, entre lo consolidado y lo disperso del poder, entre la privatización y la propiedad pública, el poder y la vida, y caminar siempre ha estado del lado de lo segundo".
Solnit cuenta que un año estuvo angustiada por el trabajo (colabora con revistas como Harper's y Bomb) y empezó a salir alrededor de su casa, paseos en que aprendió que "caminar supone un sutil equilibrio entre trabajo y ocio, entre ser y hacer. Se trata de una actividad corporal que no produce más que pensamientos, experiencias, llegadas". Una vez integrada la práctica a la rutina, un día "mi recorrido casi había terminado y, al finalizarlo, yo ya sabía cuál era mi tema y cómo abordarlo de un modo que no había sabido ocho kilómetros antes".
Porque "cuando te entregas a los lugares, ellos te devuelven a ti mismo y, así, cuanto mejor llegas a conocerlos, más siembras en ellos la invisible cosecha de recuerdos y asociaciones que te estará esperando cuando vuelvas; los lugares nuevos te ofrecen nuevos pensamientos, nuevas posibilidades", sostiene la autora, que también repasa la vida y obra de urbanitas como Virginia Woolf ("La señora Dalloway") y Charles Dickens ("David Copperfield").
En el mismo reglón, hace unos años el académico francés Frédéric Gros, especialista en la obra de Michel Foucault ("Vigilar y castigar"), editó "Andar. Una filosofía", donde afirma que "no es un deporte", porque "cuando dos caminantes se encuentran, no es cuestión de resultados ni de números: uno le dirá al otro qué camino ha tomado, qué sendero ofrece el paisaje más hermoso. (...) Y, sin embargo, se ha intentado crear un nuevo mercado de accesorios: un calzado revolucionario, calcetines fabulosos, mochilas eficaces".
Al salir de casa, "la libertad es ahora un bocado de pan, un sorbo de agua fresca, un paisaje despejado", continúa el filósofo galo y postula que caminar puede provocar "un exceso de cansancio que lleva la mente al delirio, un exceso de belleza que sobrecoge el alma, un exceso de ebriedad en las cimas, en lo alto de los puertos de montaña (el cuerpo estalla)", como le ocurrió al poeta Arthur Rimbaud ("Iluminaciones"), quien afirmó "soy un peatón" al dejar el hogar a los 15 años para ir en busca de su obra a París, atravesar Europa y morir en África a los 36.
La voz del "poeta maldito", sin embargo, se calló alrededor de sus 20 años, en 1875, para trabajar en los puertos: "Ya no escribirá más. La publicación de su 'Temporada' ha sido un triste desastre. No puede pagar al editor y se lleva sólo unos pocos ejemplares. Nunca verá publicadas sus 'Iluminaciones'. En cinco años un muchacho ha transformado toda la literatura", destaca Gros, junto con que en el hospital escribe "he encargado una pierna de madera, sólo pesa dos kilos y estará lista para dentro de ocho días. Intentaré caminar muy despacito con eso", pero la muerte llegó antes.
Salvaje
El filósofo francés también recogió las ideas de su compatriota jacobino Jean-Jacques Rousseau, estudiado desde el siglo XVIII hasta hoy en las escuelas de Derecho, con "Las ensoñaciones del paseante solitario", donde entre los bosques no está "ni a favor, ni en contra de nadie. (Es) tan sólo una vibración más entre los árboles y las piedras, en los caminos. Caminar como una respiración del paisaje".
En sus últimos días, criticado y alejado de la fama, el teórico de la Revolución Francesa se alejó de la humanidad preguntando "¿qué encuentro en mí mismo que sea natural (en cursivas en el libro), qué descubro que no esté en los libros y que solamente podré encontrar andando solo? Trazar el retrato del primer hombre, del hombre absolutamente salvaje". Después Gros apunta que "solo al fin, tras expulsar de su corazón todas las pasiones estúpidas", Rousseau experimenta "una compasión sin recelos. Esas largas horas de marcha agotan las envidias y los rencores", aunque ello "no significa que uno esté de pronto dispuesto a amar, a arrojarse en brazos de sus antiguos enemigos". Realista hasta el fin.
Tanto Gros como Solnit escribieron sobre Rousseau, pero salieron a buscar caminos con el naturalista estadounidense algo más moderno -del siglo XIX -Henry David Thoreau, que en su pueblo, Concord (cerca de 20.000 habitantes en 2010), pronunció el discurso "Caminar", durante 1851. Aquellas palabras fueron publicadas completas en 2019 por la editorial chilena Alquimia, es decir, poco antes del confinamiento por la pandemia, donde el autor sostiene que "no puedo quedarme ni un solo día en mi habitación sin oxidarme un poco".
El autor en estas caminatas reflexiona que "como el pato silvestre es más rápido y bello que el domesticado, también lo es el pensamiento salvaje", porque "un libro realmente bueno es algo tan natural, inesperado, inexplicablemente justo y perfecto como una flor salvaje. (...) El talento es una luz que hace visible la oscuridad, como el resplandor del relámpago, que quizás destroza el templo del conocimiento".
rebeca solnit y frédéric gross escribieron sobre el caminar como fuente de inspiración.
Por Valeria Barahona
Rebecca Solnit usaba las caminatas para encontrar las ideas de su escritura. Gros caminaba para convertir la libertad en pan.