Villa Cau Cau
Somos vecinos de la Villa Cau Cau de Valdivia y estamos muy preocupados por un sitio que está abandonado y en el cual ha crecido mucha vegetación y se ha convertido en un basural clandestino, donde se puede hallar hasta colchones, refrigeradores y otras cosas.
Además es un sitio donde se reúnen personas a beber y hemos visto que se refugian algunos ladrones que han sido descubiertos en nuestras casas. Nos preocupa la seguridad, pero también el riesgo de incendio, porque la vegetación está seca y al lado de las casas.
El lugar es de un conocido empresario comercial de la ciudad, hemos pedido audiencias y explicado la situación, pero nadie nos contesta. Desde la Municipalidad, tampoco se hacen cargo y ya no sabemos qué hacer.
Hacemos público esto, porque requerimos ayuda, antes que se produzca una situación de mayor riesgo que lamentar.
Vecinos Villa Cau Cau Valdivia
Edificios en Isla Teja
En mi calidad de habitante de Isla Teja en Valdivia quisiera expresar el sentimiento de muchos co-habitantes de este lugar. Ante un megaproyecto de varios edificios en altura en un humedal inmediato a la calle Los Pelúes, nos oponemos a instalar más edificios en este sector, cuando aún está pendiente el nuevo plan regulador de la ciudad, lugar cuyo centro está subutilizado.
Además, los puentes existentes para el flujo automotriz hacia la Isla y hacia la costa no son capaces de atender el creciente parque automotriz de la ciudad y sus alrededores, incluido el flujo turístico durante el período estival y con un proyecto de esta envergadura se empeorará la crisis urbana, reforzando la imagen de incapacidad de la Municipalidad para la planificación en el tema. Nos asombra que no se haya escuchado ni respetado la voz de una comunidad indígena que es vecina al proyecto de edificios, y que no se es consecuente con lo que se plantea desde los representantes del Gobierno central en relación al medio ambiente y el equilibrio urbano y lo que se decide.
Ya es suficiente que la Isla Teja soporte dos verdaderas carreteras, una desde el Cau - Cau al puente Cruces y la otra desde el puente Pedro de Valdivia vía Los Robles hacia el mismo puente para acceder hacia Toro Bayo, Niebla y Curiñanco.
No es conveniente para nosotros agravar esta situación con la edificación sobredimensionada en el resto de la isla, rompiendo el equilibrio habitacional actual, ¿o pretende llegar a una copia desmejorada de Manhattan?
Por lo sísmico de nuestro país no es en absoluto conveniente ya que la Isla Teja no es más que un islote débil en medio de capas inconsolidadas dentro de un sistema fluvial.
Agradeceré a nuestro Gobernador sr. Luis Cuvertino, que fuera elegido con nuestros votos, tome las riendas del asunto y ponga las cosas en su lugar.
Juan E. Schlatter V. jschlatt@uach.cl
La manzana enera
A fines del primer mes ya ha caído un manzanar que se fermenta en las quintas. Este oro prodigioso se pierde entre las primeras hojas secas, y su incienso pagano, ebrio de una fantástica terrenalidad, nos recuerda que aquí bebemos chicha. Es la manzana "enera" la que nos embriaga, la más "tempranera" y una de las "primerizas" de enero, nos ha ofrendado su sabor después de meses sin probar la fruta fresca.
La enera es globosa, de tamaño mediano a grande, de piel amarilla cremosa, pálida inclusive, y más intensa al sobremadurarse; se jaspea de rojo muy poco, casi nada.
Recién caída es de pulpa firme, ligeramente crocante, y a la vista se presenta con carne blanca y levemente amarillenta; pero todo esto es un suspiro: la fruta madura aceleradamente y se precipita en abundancia, más con las ventiscas, y luego "se pasa"; su firmeza rápidamente se torna blandura, volviéndose harinosa por las calores.
Aun así guarda unos días de delicia, hasta que transmuta en cafés y cobrizos al fermentarse al pie de sus árboles. De acidez y dulzor moderado, luego predomina su dulce.
Una tarde en Corral, Elisa Figueroa de Galería Barrios Bajos (Valdivia) le encontró notas a membrillo, lo cual acentúa una constante de la diversidad del manzano en el Huillimapu: un sabor asimilable a otras frutas. En la enera ha quedado sin embargo la impronta de su papel inaugural, como un cometa de paso fugaz que es signo de lo que se aproxima: nos ubica en el devenir.
Esta manzana no es jugosa, ni menos chorrea. No es por tanto especialmente "chichera", no obstante se la ha majado igual, casi como aperitivo de lo que vendrá después. No resiste la guarda, por tanto debe comerse fresca, y resulta magnifica como dulce, compota, mazamorra, ¡y para las doradas empanadas!
A mediados de febrero la enera sigue emborrachándose en las quintas, rebosadas de sí mismas. Ya hay en esos cobrizos un aliento de otoño, como si aquel abriera por un momento los párpados, porque el verano todavía es su sueño.
Juan Navarrete Espinoza Licenciado en Historia Uach juanepdlc@live.cl