Este miércoles fue celebrado el Día Mundial de los Derechos del Consumidor, una fecha para generar conciencia sobre las responsabilidades que cada persona e institución tienen respecto del uso y transacción de bienes y servicios.

El 15 de marzo fue elegido para esta temática por las Naciones Unidas en 1983, recordando el gesto del Presidente estadounidense John F. Kennedy quien, en 1962, decretó garantías de consumo básicos que hoy recogen casi todos los países: derecho a elegir, a recibir educación para así poder realizar elecciones correctas; a la adquisición de productos y servicios competitivos para satisfacer todas sus necesidades básicas; a ser escuchado; a vivir y disfrutar de un medio ambiente más saludable y seguro.

Este último punto se cruza con otra arista de esta misma fecha, que es también el Día del Consumo Responsable, ampliando la mirada respecto de las consecuencias que tiene cada acción frente al entorno, la comunidad, el medioambiente. Es decir, la efemérides no solamente invita a ejercer atribuciones respecto de los productos que se utilizan o adquieren, sino a la reflexión.

Para entender, ejemplos cotidianos: al comprar una prenda de vestir por internet tengo derecho a calidad, precio justo, retracto, cambio; pero antes de requerirla debo pensar ¿cuál es la huella de carbono que esto deja, qué debe pasar en el mercado laboral de origen para que algo llegue barato a miles de kilómetros; que haré con los envoltorios?

Desde ese pensamiento crítico se salta hacia el concepto de economía circular, aquella que promueve abastecimiento cercano, comercio internacional justo, combatir la pérdida de alimentos, reciclaje, entre otras materias que en Chile se encuentran muy presentes a través del Servicio Nacional del Consumidor (Sernac, creado en 1990) y de legislaciones como la Ley REP (Responsabilidad Extendida del Productor).

En Los Ríos el tema se encuentra en la nueva Estrategia Regional de Desarrollo, que plantea algunos desafíos sobre una economía local sustentable, que permita desarrollo con proyección y cuidado del entorno. Un día, entonces, para valorar el rol de la sociedad civil como agente de cambio, tal como lo señalaba en nuestras páginas ayer la seremi de Economía, Alejandra Vásquez.

El 21 de marzo y en el mes de octubre, son momentos en los cuales se concientiza sobre la inclusión de personas con diagnóstico de Síndrome de Down (SD), el cual es una alteración genética ocasionada por la presencia de una copia extra del cromosoma 21, es decir se genera una trisomía del cromosoma 21. Debido a las particularidades neuroanatómicas que implica el síndrome, pueden existir procesos neuropsicológicos enlentecidos, como la dificultad del procesamiento de información sensorial, atención sostenida disminuida, problemas en la memoria de trabajo y en la interacción social (Morales y López, 2006). En gran parte, el pronóstico terapéutico depende de muchos factores, entre ellos el apoyo de una red familiar, el acceso a especialistas y un ambiente que estimule y facilite el desarrollo psicomotor desde etapas tempranas. El trabajo del equipo de salud, en conjunto con la familia y el establecimiento educacional, es fundamental para fortalecer este proceso, en el cual es clave la creación y control de un ambiente enriquecido de estímulos que faciliten su desempeño y participación en actividades significativas para el niño o niña, promoviendo la inclusión en todos sus ámbitos. Y si seguimos usando el término "inclusión" en estos casos, es por el solo hecho de que aún existe exclusión por parte de la sociedad. Si no existiera exclusión, no tendríamos que hablar de inclusión. Se debe comprender que las personas somos diferentes, desarrollamos distintas habilidades, a un ritmo propio y participamos en distintos contextos acordes a esas habilidades e intereses personales. Si se continúa visibilizando y concientizando en estas fechas, es para recordar que nuestro deber como profesionales de la salud y sociedad en general es velar y potenciar el acceso a las personas con SD tanto a la salud, como a la educación, trabajo y al deporte. Mientras más espacios y oportunidades se generan para las personas con SD, se evidencia que son grandes compañeros en el colegio, familiares amorosos y comprometidos, amigos leales en la comunidad y, valiosos colegas y profesionales en el ámbito laboral. Seguiremos educando, informando y aprendiendo de las personas con SD, hasta que ya no sea necesario que ellos y ellas tengan que esforzarse por sentirse parte de o por demostrar que pueden alcanzar logros: todos tenemos la tarea de educarnos, ser comprensivos, empáticos y ser parte del mundo de ellos y ellas, en las variadas etapas y contextos del ciclo vital.

Steffi Landskron Carrasco Secretaria de Estudios Terapia Ocupacional Universidad San Sebastián