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Teófilo Cid: regresa el "dandy de la miseria"

"Escritos sobre literatura" (Tácitas) reune la prosa del mítico poeta de "Niños en el río" que vivió al límite la bohemia literaria de mediados del siglo pasado. Cuando murió, Tellier le escribió un poema.
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Teófilo Cid (1913-1964), a los doce años de edad abrió una puerta que le voló la cabeza: "Hace muchos años, no tenía doce años aún, me ocurrió la idea de meterme al escritorio de mi padre, para que lo sepáis de una vez por todas, era propietario de una máquina de escribir, yo me di cuenta que había que aprovecharla. Me puse a escribir como un loco. Como un loco lo sigo haciendo todavía", tecleó en "Por qué escribo", texto que abre la compilación "Escritos sobre literatura" (Tácitas) realizada por Santiago Aránguiz Pinto, doctor en Historia, investigador y profesor de la Universidad San Sebastián.

En 1975, Alfonso Calderón hizo la primera compilación de la obra de Teófilo Cid en prensa: "¡Hasta Mapocho nomás!". Ahora la compilación que hizo Aránguiz es un gordo de 500 páginas, en el que Cid despliega todo su talento publicado en la prensa de su época.

Sobre la etiqueta de poeta maldito que ha caído sobre Teófilo Cid, Aránguiz la rebate: "Yo no la utilizo, esta idea de un poeta borracho que prácticamente no hizo nada, no escribió nada, eso no es cierto. Teófilo estaba plenamente inserto en el ambiente cultural e intelectual chileno. Hay que desmitificar la idea de que era un ermitaño, que prácticamente estaba aislado y solo. No, para nada, estaba muy bullente, muy activo, con una vida social muy activa, muy preocupado de lo que estaba pasando".

"Este volumen da cuenta de que efectivamente Teófilo era un tipo que permanentemente está leyendo, informándose de los escritores, tenía conocimientos muy completos de literatura francesa, pero también española, del siglo de Oro y también de sus contemporáneos", remata.

A toda máquina

Aránguiz añade que "Escritos sobre literatura" es sólo la punta de iceberg de una obra en prosa por redescubrir. Aquí se despliega la inteligencia de Cid como un "ejercicio introspectivo, de reflexión, de ir buscándose, de buscar las claves de la escritura".

Son páginas que parecen no tener tiempo. Sobrecoge la cantidad de impresos con que colaboró Cid, casi a razón de una nota por día.

Para el compilador, "eso le permitió tomar contacto con mucha gente, estar imbuido en el trabajo de revistas, en consejos, en comités, en los bares y en el café. Es el Teófilo más pleno, más activo. Publicó poco en formato libro, pero escribió mucho, mucho también en la prensa".

El autor chileno es conocido por obras como "Camino del Ñieñol" (1952), "Niños en el río" (1955) y "Nostálgicas mansiones" (1962). También escribió teatro y novela y armó el mítico grupo surrealista La Mandrágora.

Aránguiz profundiza: "Cid fue más que un surrealista, fue un autor clave, bisagra, entre la generación del 38 y la del 50. Estoy pensando en los jóvenes de entonces, como Hernán Valdés o Enrique Lafourcade. Para Jorge Teillier, es una figura central, no tanto en su poesía, sino en su manera de ser, su inserción en el ambiente literario, su manera de entender la creación. Tempranamente se preocupa de reflexionar de su generación, y eso lo expresa en artículos y crónicas de los años 40 y 50. Como testimonio es muy relevante para los historiadores esa reflexión que hace en 20 años sobre su lugar en la literatura chilena". Como indica Aránguiz en el prólogo, Teillier también fue clave para mantener viva la obra poética de Cid.

Escribió sobre Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Pablo de Rokha, Vicente Huidobro (una influencia fundamental en su época surrealista) y Nicanor Parra. Fue testigo de primera mano del desarrollo de estas escrituras. Por ejemplo, de Gabriela Mistral, vilipendiada increíblemente por parte de la crítica literaria nacional en su tiempo, escribió: "Hay algo de ella que me incita a reverenciarla". Leyó Gabriela Mistral desde joven en el sur de Chile, pues nació en Temuco y vivió en distintas ciudades debido al trabajo de su padre.

Según Aránguiz, "admiró a Gabriela mistral profundamente, esto muestra a un Teófilo mucho más cercano a los escritores chilenos. Los conoce, los lee, absolutamente. Desde los folletineros del siglo XIX hasta Jorge Teillier".

El compilador agrega que "Cid tuvo un respeto enorme por Vicente Huidobro y admiró a Pablo de Rokha. Huidobro fue prácticamente su guía, lo introdujo a las vanguardias. Se formó con él, lo conoció el año 33 y 34 con Volodia Teitelboim y Eduardo Anguita".

Post morten

El 15 de junio de 1964 Teófilo Cid murió en el pensionado del Hospital José Joaquín Aguirre. Tenía apenas 49 años. Al enterrarlo, encontraron un carnet del PS en uno de sus bolsillos. Sus amigos más cercanos lo recordaron en artículos que publicaron en las mismas revistas en que colaboró Cid.

Enrique Gómez Correa en la revista Alerce anotó: "Te pregunto, Teófilo, por tu isla... Teófilo todo está por escribirse ¿Quién lo hará? (…) Teófilo Cid, queriendo transformar el mundo, has cambiado la vida por la muerte. Teófilo Cid, master de la noche"

Guillermo Atías lo describió completo: "Teófilo era dueño de una extraña felicidad que le envidiábamos: la felicidad de ser él mismo. Pagó esa riqueza sacrificándolo todo (...) Fue una especie de extraño dandy de la miseria, es cierto, pero en la barricada ocupó disciplinadamente un lugar".

Braulio Arenas le puso traje blanco: "Teófilo Cid era un dandy en el más baudeleriano sentido de la palabra". Y Tellier, pidió en la "Aparición de Teófilo Cid" que "La lluvia del Ñielol, piadosa lave sus huesos y nos devuelva su rostro original".

Teófilo cid nació en temuco y vivió en Valdivia, Osorno, Talca y Concepción, pues su padre era un trabajador ferroviario.


"Escritos sobre literatura"

Teófilo Cid

Ediciones Tácitas

580 páginas

$21 mil

Por Cristóbal Gaete

"Teófilo era dueño de una extraña felicidad que le envidiábamos: la felicidad de ser él mismo. Pagó esa riqueza sacrificándolo todo (...) Fue una especie de extraño dandy de la miseria"

biblioteca nacional de chile