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Darien: infierno de migrantes y mina de oro para traficantes

La jungla de 575 mil hectáreas que une al itsmo centroamericano con Sudamérica es un campo de muerte para miles de inmigrantes que llegan de todo el mundo intentando cruzar ilegalmente a Estados Unidos.
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El Tapón del Darién es una de las selvas más espesas del mundo. Una imagen actual de este inhóspito paraje mostraría una topografía difícil, ríos, animales salvajes y miles de migrantes enfrentados estos y otros peligros, muchos muriendo allí y con ellos su "sueño americano".

Esta jungla de 575.000 hectáreas es un parque nacional panameño que une a Sudramérica con el istmo centroamericano, y es el único punto en el que se interrumpe la Panamericana, la carretera más larga del mundo.

Pero durante décadas el crimen organizado ha habilitado senderos por los que han pasado armas, drogas y migrantes irregulares, estos últimos ahora a raudales, convirtiendo este tráfico en una de las actividades ilícitas más lucrativas, sino la más.

"La realidad detrás de todo esto es que es un negocio muy, muy rentable", más que "la droga y con menos riesgos (...) se puede organizar de manera que la gente paga en cada país si quieres continuar", dijo a Efe el jefe de Misión de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Panamá, Giuseppe Loprete.

Las autoridades de Panamá, el único país en América con una operación humanitaria en torno al flujo migratorio que se mueve hacia Estados Unidos, contabilizaron que 248.284 viajeros entraron en el 2022 a su territorio tras cruzar la selva, una cifra sin parangón pero que palidecerá ante los 400.000 que esperan este año de mantenerse el actual ritmo de llegadas.

Atrás quedaron números como los 133.726 migrantes irregulares que padecieron al Darién en el 2021 o 30.055 de 2016, durante la primera crisis migratoria debido al paso de cubanos.

Aunque los nacionales de países sudamericanos y caribeños destacan por el grueso de sus números, a esta selva tropical pantanosa llegan indocumentados de más de medio centenar de países del mundo movidos por redes transnacionales y a través de medios aéreos y marítimos.

La ruta que siguen en América atraviesa varios países del sur hasta llegar a Colombia, la entrada a la jungla que desemboca en Panamá. Este trayecto selvático de unos 260 kilómetros es descrito como infernal por los migrantes.

Es así que la frase "si lo llego a saber no lo hago", resuena en las estaciones migratorias panameñas, donde los migrantes reciben alimentos y atención sanitaria. Se dicen engañados por los que ofertaron la ruta selvática como rápida, mientras relatan episodios de violencia, incluida la sexual, o cómo vieron muertos por todas partes.

Clan del golfo, clave

Un informe de la Fundación Ideas para la Paz y la Iniciativa global contra el crimen organizado transnacional, como miembros de la red de la Convención de las Naciones Unidas contra el Crimen Organizado Transnacional de América Latina, da cuenta del rol central del Clan del Golfo colombiano en el tráfico de migrantes por el Darién.

El Clan mantiene un "control hegemónico de la región del lado colombiano de la frontera con Panamá", por lo que tanto "las redes nacionales e internacionales de tráfico como los migrantes que llegan solos deben interactuar de alguna manera con el grupo para que les permita y les facilite el paso", dice el documento.

Este grupo criminal colombiano cobra un "impuesto por las actividades relacionadas con la migración", señala el informe "La frontera del Clan. Migración irregular y crimen organizado en el Darién", publicado en noviembre pasado.

Los investigadores dijeron que "no se halló evidencia de la incidencia directa del Clan del Golfo en el tránsito ni en el transporte de la población migrante fuera de su zona de dominio ni más allá de la línea fronteriza con Panamá".

Esa situación puede atribuirse al intento del Clan de "evitar ser visible" al Servicio Nacional de Fronteras panameño, "que, a diferencia de su contraparte colombiana, realiza operaciones en la selva para contrarrestar a los asaltantes de migrantes".

Control

Los investigadores recuerdan además "antecedentes del control criminal sobre las economías informales derivadas del fenómeno migratorio y sobre la regulación del tráfico de migrantes", citando un informe de 2013 de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito.

Ese documento "ya señalaba la relación de los grupos armados en el Darién con la migración, asegurando que 'usufructúan el fenómeno del tráfico ilícito de migrantes hacia Panamá, generando una fuente de financiamiento alterna por el control de las rutas y los corredores de movilidad en el Tapón del Darién'".

Y no solo las redes criminales se lucran. "Es inocultable, y debe ocupar un lugar central en las discusiones de política pública", que esta creciente ola migración irregular está beneficiando económicamente a municipios fronterizos de Colombia y de Panamá, como recoge un informe.

Autoridades de Estados Unidos, Colombia y Panamá sostuvieron a mediados de febrero pasado una nueva reunión para "coordinar esfuerzos para salvaguardar la vida de los migrantes que cruzan el Darién, desmantelar las organizaciones criminales que controlan redes de tráfico de personas, y "combatir la desinformación acerca de los supuestos beneficios de emprender el peligroso viaje", entre otros.

Utilizan a los niños migrantes "guerreros" para poder sobrevivir

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L as madres dicen que son "guerreros", hijos guerreros que han aguantado largas caminatas, hambre, sed, calor, picaduras de insectos, superar ríos y cerros, para sobrevivir a la selva del Darién en su ruta hacia Estados Unidos.

Recién salidos de esta selva que hace de frontera natural entre Colombia y Panamá, los migrantes llegan hasta la conocida como Quebrada del León, donde les esperan piraguas de indígenas que los descenderán por el casi seco río Tuquesa hasta Bajo Chiquito, una pequeña población emberá donde podrán descansar.

"Mis dos hijos, unos guerreros totalmente, han aguantado lluvia, frío, sol, han dormido en piedras, a la intemperie, en la selva... hemos pasado todos los riesgos del mundo", afirma a Efe la venezolana Daiana Ruiz mientras hace cola para subir a una canoa.

A su lado está su esposo, que ha cargado a la hija. "Tantas escalas, tantos precipicios, ríos por qué pasar, y él fue el que me trajo a la niña", explica Ruiz, que salió de Venezuela, dice, para poder dar un futuro a sus hijos, una buena educación.

La madre está cansada e indignada. En la selva, como al resto del grupo, les robaron unos uniformados encapuchados. "Apuntaron a los niños con pistolas y nos quitaron todo el dinero que teníamos. No querían papeles, bolsos, ellos no querían nada, lo que querían era dinero nada más. Donde revisaran y alguno tuviera dinero que no hubiera entregado, lo dejaban ahí con ellos".

También robaron al grupo de la venezolana Jessenia Pérez, de 30 años, que viaja con diez niños, entre hijos y sobrinos.

La joven piensa en otros migrantes que intentarán como ellos atravesar la selva, y les lanza una recomendación que repiten otros recién llegados: "Si ustedes vienen, en grupos grandes, no se queden atrás, porque los que van atrás sufren lo peor, robo y de todo".

Pero si se viaja con niños uno va más lento, y los peligros se multiplican. "Lo más difícil fue una de las lomas que subimos, que estuvimos a punto de perder la vida". Allí tenían que ir pasando poco a poco a cada uno de los pequeños, con cuidado

"Entonces te quedas solo y es más riesgo quedarte un grupo mínimo. Escuchamos gritos, escuchamos de todo en las noches cuando acampábamos. Es bastante fea la experiencia, de verdad que no le recomiendo a nadie venirse por la selva", dice la madre.

Según datos de las autoridades panameñas recopilados por Unicef, de las 45.727 personas que atravesaron el Darién entre enero y febrero de 2023, 9.656 eran niños, un número siete veces mayor al registrado en el mismo periodo del año anterior, cuando de 248.000 migrantes contabilizados, 40.000 fueron niños, niñas y adolescentes.