El perdón sana
"El Señor es bondadoso y compasivo" reza la antífona del salmo (102) que rezaremos o cantaremos en las liturgias y eucaristías de este domingo. Un salmo que nos va recordando cómo Dios no sólo perdona nuestras culpas, sino que también nos sana de nuestras dolencias con amor y ternura. Él no nos trata según nuestros pecados, sino que nos perdona y nos salva.
Pedro y los demás discípulos de Jesús sabían que Dios era un Señor compasivo y misericordioso. La sabiduría del Pueblo de Israel enseñaba en el libro del Eclesiástico (Eclo 28, 2-3): "Perdona el agravio de tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados. Si un hombre mantiene su enojo contra otro, ¿cómo pretende que el Señor lo sane?". Esto lo sabía un israelita de la época y sin embargo Pedro le pregunta a Jesús, en medio de un discurso que el Maestro está haciendo sobre la corrección fraterna, sobre cuántas veces debe perdonar a su hermano.
También nosotros podemos preguntarnos muchas veces esta interrogante que hace Pedro. Aún sabiendo que Dios es Amor y que es bondadoso y compasivo, aún sabiendo que hay que amar al enemigo y que hay que hacer el bien al prójimo, como a uno mismo. A pesar de todo esto, el perdón se nos hace difícil en el día a día, especialmente cuando existen situaciones dolorosas y falta el arrepentimiento de las partes. Como sangran las heridas de nuestra nación, en estos días en que recordamos nuestras festividades patrias. Tantas heridas en familias, matrimonios, grupos humanos, divididos por el rencor, el miedo y el resentimiento.
Pero la propuesta cristiana se mantiene con toda su fuerza y con la novedad de siempre: el perdón sana tanto al que perdona, como al que es perdonado. Jesús en la oración del Padre Nuestro nos vuelve a repetir que para pedir el perdón de nuestras culpas a Dios, debemos perdonar a quienes nos ofenden primero. Si Dios tiene compasión de nosotros -nos dice Jesús- "¿no debes tener también tú compasión de tu compañero, así como Yo me compadezco de ti?".