Luces y sombras del Rukapillán
Este texto es parte de una serie de catorce publicaciones que realizará Diario Austral. Corresponde al libro "Territorio Narrado: Crónicas de la Región de Los Ríos" , publicado en febrero de 2025 por el Consejo Regional Los Ríos del Colegio de Periodistas y el Círculo de Periodistas Camilo Henríquez, con financiamiento del Gobierno Regional de Los Ríos. Las ilustraciones son del artista Bayron Flores y el diseño editorial de Nütram Lawen. (www.cronicadelosríos.cl) .
Este año 2024 se cumplieron 60 años desde que una de las erupciones del volcán Villarrica o Rukapillán produjera la tragedia del pueblo de Coñaripe, en la comuna de Panguipulli. El Villarrica es uno de los volcanes más activos y peligrosos de Chile. Con una historia de erupciones frecuentes, muchas destacan por su fatalidad. Los habitantes del sector guardan en la memoria estos sucesos y, pese a ello, continúan con sus vidas, disfrutando de sus riquezas y magníficos paisajes. Mientras, desde la cosmovisión mapuche y la ciencia, se hacen esfuerzos para entregar luces sobre el comportamiento del volcán y lograr así una convivencia más segura y en equilibrio.
Elda Solar Bascuñán se despierta súbitamente. Son alrededor de las 2:45 horas del 3 de marzo de 1964. Siente tiesa su panza de siete meses de embarazo. Se queda unos segundos paralizada. Percibe un sonido muy fuerte, como el chasquido de miles de hojas secas que son aplastadas. Logra moverse y zamarrear a su marido ¡Nos estamos quemando!, le grita a Juan Obando Ochoa, mientras se levanta a mirar por la ventana. Ve una luz, una extraña claridad, una niebla espantosa que le escupen la realidad: el Villarrica ha entrado en erupción.
El que amenaza, ruge y lanza llamaradas, es el Rukapillán. Juan se levanta rápido, se asoma también a la ventana, mientras Elda se arrodilla y pide a Dios: "- Señor, sálvanos, que salgamos todos bien, o, si no, llévanos".
Elda había llegado hacía solo cuatro meses a vivir a Coñaripe, un centro maderero, ubicado a 43 kilómetros al sur de la ciudad de Villarrica, a orillas del lago Calafquén, perteneciente a la Provincia de Valdivia, región de Los Ríos. Allí llegó con su familia desde un pueblo de la región de la Araucanía llamado Chaura. En Coñaripe, junto a Juan, instalaron un negocio de abarrotes en la única calle del pueblo, formada por una hilera de veinticinco casas, en lo que hoy se denomina "La corrida", del sector El Seco.
Se instalaron con sus tres hijos, de cuatro, tres y un año y con sus perros Sultán y Cobarde. Su hermana estaba de visita, acompañándola y apoyándola para reducir sus tareas y posibilitar que llevara mejor el embarazo.
El día anterior, Elda se levantó pensando en lo que tenía que hacer, a las 23 horas cortaban la luz, así que el tiempo para las tareas cotidianas se reducía. Ese día sintió nostalgia, una especie de melancolía. En el cielo azul de Coñaripe, resplandecía el sol, pero las nubes pasaban con modorra y lo desdibujaban, abochornaban el ambiente y todo parecía muy lento.
Se fue al negocio de abarrotes y, a escondidas de Juan, vendió azúcar a dos mujeres que la necesitaban para la leche de sus hijos. Juan la estaba acaparando en su negocio, además de la harina y el tabaco. Así se lo habían recomendado por la situación económica que vivía el país. Era la década de los 60, marcada por el gobierno de Jorge Alessandri y el comienzo de la "revolución en libertad" de Frei Montalva, Chile vivía una situación de inestabilidad: la inflación, el bajo crecimiento y la pobreza azotaban a la población. Pero Elda no quería obedecer a su marido en esas cosas, sobre todo cuando había niños de por medio y su propia familia estaba estable y segura. Entró de vuelta a su casa con un sentimiento de satisfacción, acarició a sus perros y los dejó correr pueblo arriba, sin pensar que esa sería la última vez que disfrutaría de Sultán y de Cobarde.
La conexión de Werner Keller Ulrich con las ciencias de la tierra se empezó a gestar desde el vientre de su madre, cuando ocurrió el gran cataclismo valdiviano: nació dos meses después del terremoto de 1960.
Recién con once años presenció una erupción del volcán Villarrica. Estaba en Lican Ray. Era su cuarto día participando de un campamento de verano. La noche del 29 de diciembre de 1971 sonó la sirena y comenzó la evacuación. Werner, de ojos grandes, tez blanca y pómulos bien definidos, avanzó con sus pasos de niño siguiendo las instrucciones de evacuación. Sus ojos apenas pestañearon ante la vista impresionante de la erupción del Rukapillán.
"- Me marcó muchísimo, con el tiempo seguí teniendo pesadillas con erupciones volcánicas. El volcán emitió una gran cantidad de lava, fue una erupción explosiva, una de las más potentes que ha tenido el Villarrica, causó daños en puentes, infraestructura y costó muchísimas vidas", dice Keller.
En el año 1984 su padre lo llevó nuevamente a Lican Ray, donde adquirió un camping, ubicado justo en el margen en donde el año 1971 bajó la avalancha.
"- Las avalanchas en vulcanología se llaman lahares. Es un término que viene de Indonesia, para describir estos flujos de remoción de nieve. Nieve y hielo cuando se funden, bajan por gravedad por los valles radiales, pero también cuando se acumula mucha ceniza y hay lluvia fuerte, como lo que pasó en el volcán Chaitén el día 6 de mayo del 2008", explica Keller.
El 30 de octubre de 1984 Keller vivió una segunda erupción. Se había convertido en un joven de 24 años, trabajaba administrando el camping de su padre y, aunque el volcán entrara en erupción, no podía suspender su trabajo. Werner agudizó sus sentidos, sus pensamientos se aceleraron, la nubosidad, el viento y la lluvia no fueron los mejores aliados para comprobar si el Rukapillán había entrado en erupción, escuchó ruidos, presintió una avalancha. Su ansiedad creció y llegó a tal punto que instaló un espejo para poder ver si estaba rojo hacia el volcán.
"- Fue tanta mi ansia de comprender el comportamien-
"¡Despeña las voluntades,/hazte carne, vuélvete vivo,/ quémanos nuestras derrotas/ y apresura lo que no vino!".
Del Poema Volcán Osorno Gabriela Mistral