Ciudades inteligentes. Ese fue uno de los temas analizados en la parte del Congreso del Futuro realizada en Valdivia el viernes pasado y que dejó planteada una reflexión acerca de cómo habitar los territorios urbanos de una manera más armónica para lograr, al mismo tiempo, un vínculo positivo con el entorno y propiciar la calidad de vida de las personas.

Hablar al respecto parece sencillo; sin embargo no se trata de una tarea fácil, pues para lograrlo se requiere de planificación, voluntad política para llevarla adelante y coincidencia social en la visión de desarrollo. Este último punto es importante. Para entenderlo basta recordar lo sucedido en Valdivia con la instalación de zonas calmas, plazas Smart, ciclovías, parques urbanos, cuidado de humedales y la discusión sobre los estacionamientos subterráneos, asuntos frente a los cuales hay miradas opuestas en la comunidad y aún dentro de las mismas instituciones a cargo de las obras, que reflejan ideales distintos sobre lo que "debe" ser una ciudad. Nuestra ciudad, capital de Los Ríos.

Esas diferencias debieran superarse mediante diálogo y lograr una adecuación a las necesidades que surgen día a día frente al habitar de un espacio común.

También es importante que el acuerdo incluya conciencia respecto de la profunda desigualdad que puede generar un mal uso de ese espacio. Así lo demuestran los estudios y lo han puesto en evidencia las demandas del estallido social: una deficiente gestión provoca acceso desigual a áreas verdes y al agua, distancias excesivas, contaminación, segregación, seguridad, manejo de basura, entre otros.

Estos tópicos fueron algunos de los que cruzaron la conversación del Congreso del Futuro, en la cual participó como invitado el arquitecto estadounidense Vishaan Chakrabarti, experto urbanista, quien aseguró que "para intervenir las ciudades tenemos que pensar en el lugar, clima, tipo de construcción permitidos, requerimientos de las personas, conexiones sociales y culturales, pues la mejor planificación es la que incluye la identidad y las necesidades del territorio y sus habitantes".

Acuerdos y colaboración público-privada es el consejo. Una ruta ya conocida y validada por la experiencia en Los Ríos, pero todavía poco transitada.

Escuchaba atento el mensaje presidencial hace unos días y me caló hondo una afirmación: "Chile ha sido un país ingrato con sus adultos mayores". Porque el de las pensiones ha sido un peregrinar difícil. Han sido varios los gobiernos que han manifestado su compromiso por cambiar las cosas, pero -y seamos claros en esto- sólo el actual ha puesto sobre la mesa proyectos, necesarios para un debate serio.

Un tema que quedó absolutamente despejado tras las movilizaciones es que sin perjuicio de otras, hay tres prioridades innegables: salud, delincuencia y pensiones. Y mientras los dos primeros son políticas de Estado, la tercera había quedado relegada con estallido de violencia de octubre.

De ahí que llega a tiempo justo el anuncio del Ejecutivo de un nuevo paquete de reformas que mejora las pensiones de todos los jubilados con énfasis en mujeres, clase media y adultos mayores con dependencia.

Es una reforma que, de aprobarse, mejorará las condiciones de retiro de más de un millón de compatriotas, y que se suma a otra enmienda que aprobamos en el Congreso que aumenta en un 50 por ciento el Pilar Solidario, extendiendo sus beneficios a otros 1,6 millones de pensionados.

En lo medular, quiero valorar este nuevo proyecto que sin destruir lo existente, plantea un cambio mayor a la estructura, distribuyendo la carga entre el Estado en cuanto a pilar solidario, los trabajadores y empleadores mediante el ahorro individual, y los empleadores a través del ahorro colectivo y solidario con aporte adicional estatal en su inicio.

En definitiva, este esfuerzo permitirá a quienes ya están jubilados, elevar en promedio en un 20% el monto mensual para los hombres -unos 56 mil pesos-, y en un 32% para las mujeres -alrededor de 70 mil 800 pesos adicionales cada mes.Pero el proyecto también se hace cargo de los que hoy cotizan, recompensando a quienes ahorran con un incremento similar una vez que se apruebe esta reforma, y que irá aumentado con los años.

En definitiva, estamos ante un buen proyecto, que asegura que ningún jubilado quede bajo la línea de pobreza, pero que además garantiza que las pensiones de aquellos que han cotizado por 30 o más años siempre estarán por arriba del sueldo mínimo. ¿Se puede mejorar? Claro, pero ante todo debe haber voluntad y disposición transversal para aprobarlo. Eso ahora es lo básico.

Bernardo Berger Fett

Diputado

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