Mujeres mapuches emprenden y crean productos 100% naturales
CON HERENCIA CULTURAL. Con el apoyo de Sence, un grupo de riobueninas se atrevió a crear productos naturales en base a conocimientos ancestrales.
Generar sustento económico utilizando los conocimientos que de niñas adquirieron gracias a enseñanzas basadas en la cosmovisión mapuche, fue el objetivo que se trazaron tres emprendedoras riobueninas, quienes hoy fabrican una serie de productos naturales destinados al cuidado de la salud. Con esta tarea buscan dar un mensaje de superación y trabajo a las mujeres de la región y del país.
Se trata de María Yolanda Ojeda Neipan, María Eugenia Apablaza Zamora e Irene Isabel Velásquez Legal, integrantes de la Asociación Indígena Ayilen Liwen de Río Bueno, organización bajo la cual crean infusiones, aceites, jabones, champú y ungüentos 100% orgánicos, fabricados con ingredientes naturales de los campos que rodean al Wenuleufu o río Bueno.
Todas ellas, fueron beneficiadas con el curso "Elaboración de Cosmética Vegetal" del programa Becas Laborales del Servicio Nacional de Capacitación (Sence) y cuya certificación se realizó recientemente.
El curso fue una instancia en la cual pudieron aumentar sus conocimiento en las técnicas para crear los productos, sin desaprovechar las propiedades naturales de plantas como palo santo, quintral de maqui, ortiga, toronjil cuyano, radín, cadillo, menta, salvia, matico, caléndula, rosa mosqueta, romero, ruda, altamis y cicuta, entre otras. Al ser mezcladas con aceite de almendras o manteca de karité, por ejemplo, generan productos homepáticos de alta calidad, que pueden ser usados para las varices, tendinitis, psoriasis, celulitis, pie diabético, quemaduras del sol, estrías, hongos, acciones cicatrizantes, dolores musculares, entre otros.
cuestión emocional
"No me di cuenta que quería hacer esto hasta que quedé sola. Antes tenía un marido que me mantenía y no tenía la necesidad de trabajar. Pero eso cambió cuando enviudé, porque quedé con una depresión muy fuerte. Ahí vi que tenía que hacer algo, por un tema económico, pero más importante, por una cuestión emocional".
Con esta frase Apablaza (54) explica las circunstancias de la vida que la llevaron a desarrollar su emprendimiento, que se basa en la fabricación y comercialización de jabones -bajo la marca Yewen Kechu- con la cual genera un ingreso extra para su hogar, a la par de mantenerse ocupada y superar poco a poco la pena de haber perdido a su compañero de vida.
Oriunda de Limache, Región de Valparaíso, esta emprendedora llegó hace 30 años a Los Ríos tras haber hallado a quien se convertiría en su esposo. "Me enamoré y me vine a Río Bueno por amor", relata, junto con recordar lo complejo que al inicio fue cambiar el clima mediterráneo de la zona central, por una zona famosa por sus precipitaciones.
Junto con aprender a soportar las bajas temperaturas, la llegada al sur implicó que María Eugenia aprendiera un nuevo rubro, uno que desarrollaría por años. "Comencé en el campo, trabajaba de lechera. Era un trabajo nuevo para mí, pero me gustó. Imagínate que nunca en mi vida había tocado una vaca. Acá tuve que aprender a ordeñar de forma manual, como se hacía antes. En Limache era dueña de casa, y acá tuve que trabajar en el mundo agrícola", dice.
Ya establecida, con los años junto a su compañero compraron un sitio en el sector rural de Cachillahue, a 4 kilómetros de Río Bueno, donde construyeron su casa. Es ahí donde hoy fabrica sus productos que luego pone a la venta principalmente por redes sociales.
Así, con 54 años, cuatro hijos y tres nietas, esta emprendedora destaca el haber participado de esta capacitación Sence: "Me di cuenta que yo sí servía para otra cosa, que no todo era ser dueña de casa y cuidar niños. Me di cuenta que sí se puede salir adelante. Cuesta muchísimo, pero se puede".
Y agrega: "El hacer este curso me ayudó bastante, pero lo principal es la perseverancia que cada uno pone en hacer las cosas. Muchas mujeres que se capacitaron quedaron en el camino, otras no quisieron emprender, pero otras seguimos, porque nos gusta lo natural, a mí me gusta y respeto la medicina ancestral mapuche, quizás no tengo los apellidos, pero de corazón, soy mapuche".
Desde su infancia
Oriunda de Crucero, Ojeda (62) recuerda que, en su infancia, gracias a las enseñanzas basadas en la cosmovisión mapuche de su madre, Eloina Neipan, aprendió a reconocer y a usar diferentes plantas medicinales, las que crecen hasta hoy en las cercanías del río Bueno. "Por mi madre tenía mucho conocimiento en las hierbas, entonces quise tomar lo que ella me había enseñado, que era cómo sacarlas y para qué servían, pero desconocía cómo convertirlas en ungüentos, y ahí se dio la posibilidad de tomar esta capacitación", relata.
"Yo sabía mucho de plantas, pero no sabía convertirlas en cremas o ungüentos", afirma esta emprendedora, quien explica "yo tenía la necesidad de aprender, de capacitarme y también de tener un ingreso extra, que creo, es la parte principal que uno quiere lograr cuando se tiene solo una pensión".
En cuanto a la capacitación Sence, Ojeda sostiene que "el curso fue enriquecedor, era lo que yo buscaba. La monitora nos enseñó mucho y se dio en un ambiente de mucha paz, porque siempre nos respetamos y ofrecimos respeto, sobre todo a las hierbas. (...) Pude compartir mi conocimiento y eso a mí se me devolvió cuando me enseñaron a hacer cremas y aceites. Eso me ayudó mucho".
Gracias a esto, Ojeda hoy posee un emprendimiento de ungüentos naturales bajo la marca "Manos divinas".
"Lo fundamental es que quienes trabajamos la medicina ancestral, tenemos que tener respeto por las plantas, así, en el curso nos enseñaron cómo recolectarlas, en qué época, si en la mañana o en la tarde; que no se puede llegar y desganchar, se deben sacar hojitas, pedir permiso a la planta, luego secar a la sombra para evitar que se pierdan sus propiedades".
Un cambio radical
La historia de Irene (53) inicia hace 20 años, cuando junto a su marido tomaron la decisión de abandonar Puerto Nuevo para mudarse hasta Río Bueno, buscando nuevos horizontes que mejoraran su calidad de vida, así como la deteriorada salud de esta emprendedora.
"Me vine por necesidad, porque el terreno donde vivíamos con mi esposo era un espacio muy reducido, ya que debíamos compartirlo con todo mi grupo familiar. Por eso buscamos un nuevo rumbo y debimos salir de allá y nos vinimos", comenta.
Casada, con tres hijos y dos nietos, Irene reconoce que aquella decisión fue empujada por su delicado estado de salud, por una afección a las articulaciones. "Fue un cambio buscando mejores oportunidades, trabajo, sacamos nuestra casa propia. No eché tanto de menos el campo, porque el frío me hacía mal por la artrosis que tengo, además allá trabajaba mucho, hacía mucha fuerza y eso me hacía mal. (…) Por eso fue un buen cambio y porque, además, antes de llegar acá, no pensaba que uno podía hacer otras cosas, además de trabajar en el campo", dice.
Con todo, asistir a tal curso no fue una decisión fácil para ella, pues se le complicaba compatibilizar las clases con las responsabilidades del hogar. "Yo tenía temor de tomar este curso, porque decía: -¿cómo voy a salir del hogar? Si tengo que servirle a mi esposo. Pero después entendí que no, que si él tiene sus manitos y piececitos buenos, que se sirva solito, si la comida le quedaba hecha. Él me apoyó 100%, me decía: -vieja, no te preocupes, deja cocinado o si no hay, yo me las arreglo", relata.
Actualmente Velásquez comercializa una serie de ungüentos medicinales bajo la marca Kuyen Ray (Flor de luna). "Tienen que atreverse a hacer cosas nuevas, como este curso, que fue una muy buena oportunidad para adquirir responsabilidad y respeto hacia las creencias del pueblo mapuche", dice.