Cuando las preguntas se ponen serias es el momento de pensar en serio para dar con respuestas serias. Y eso es lo propio de un tiempo de crisis: Un cuestionamiento radical a aquello que asumimos como fundamento. Las crisis son un momento muy importante de nuestras vidas, porque nos ponen en situación de repensar nuestros conceptos base, para reordenarlos y así volver a discernir nuestras prioridades. Nos impulsan volver a distinguir qué es lo esencial y qué lo superfluo y así poder crecer mejor orientados a una mayor plenitud. Hay momentos de crisis existencial en los grandes pasos de una etapa de la vida a otra. Hay momentos de crisis también en los momentos más dolorosos de la vida, como la muerte de un ser querido, una enfermedad grave, etc. En esos momentos nos surgen espontáneamente preguntas muy hondas.
En esto -justamente- consiste el filosofar: No es una actividad rebuscada, o reservada a unos pocos individuos especiales, sino una parte constitutiva de la vida humana para enfrentar esos problemas más hondos. Propio del filosofar es buscar resolver estos problemas no a punta de impulsos ciegos, sino por medio de la pausada y serena reflexión racional. Por eso, filosofar es en realidad aquello que siempre hemos hecho para superar nuestras crisis. Es ese acto de pensamiento radical, en el cual, sin presupuestos, sin cálculos de conveniencia, buscamos con todo el rigor y honestidad posibles la verdad. ¿Y es posible encontrar la verdad? Sí. La verdad se encuentra cuando, sin quitar ni poner nada de más, dejamos que sea sólo la realidad lo que se nos aparece.
En una situación de crisis, como la crisis social que vive Chile en estos días, también necesitaremos, colectivamente, filosofar: Buscar reflexiva y profundamente, la verdadera salida del laberinto. Si nuestra mirada acierta en reconocer lo real como real, de un modo profundo y serio, entonces será posible, poco a poco, ir contando con las respuestas adecuadas para dirigirse a lo óptimo para nuestro país. Se habrá discernido qué habrá que mantener y qué convendrá dejar atrás. Con estas claridades podremos salir de la confusión y nos será posible entonces tomar decisiones acertadas. Y si estas decisiones nos permiten finalmente superar la crisis, entonces no solamente habremos superado un gran problema, sino que nosotros mismos, como país, habremos crecido y madurado en el sentido más pleno de la palabra. Y así, retrospectivamente, y con más sabiduría, ya podremos exclamar algún día ¡feliz el tiempo de crisis!
Roberto Marconi Juárez Docente de Filosofía U. San Sebastián sede Valdivia