Hace un año, el entonces ministro de Salud Jaime Mañalich daba a conocer la estrategia nacional para enfrentar el VIH Sida. Además, definía el 1 diciembre de 2020 como la fecha para tener cumplida la meta 90-90-90.Esto es: que el 90% de las personas que viven con el VIH conozcan su estado; que el 90% de los diagnosticados reciba terapia continuada y que del 90% de estos, tengan una carga viral indetectable, que son personas que tienen enfermedad crónica y que no transmiten el virus.

Con la emergencia de la pandemia por coronavirus, no se ha hablado mucho del cumplimiento de esas propuestas y es probable que ellas ya no ocupen el centro de atención que tenían en 2019; pero la enfermedad sigue demandando preocupación.

Reflexionar al respecto y recordar algunos aspectos básicos de prevención es el objetivo del Día Internacional de la lucha contra el VIH-Sida, que se conmemora hoy,en recuerdo del primer caso detectado en Estados Unidos, en 1981. Desde entonces, 33 millones de personas han fallecido en el mundo por esta causa y se calcula que hoy existen 38 millones de pacientes con la enfermedad.

En Chile, de acuerdo a cifras del Programa Conjunto de las Naciones Unidas Onusida, en 2019 había 71 mil personas con VIH, lo que significaba un aumento de cuatro mil respecto de la anterior medición, en 2017. Lamentablemente esa alza se concentra entre hombres jóvenes de 20 a 29 años, lo cual se podría atribuir a una cierta "normalización" del tema, que hace olvidar una conducta sexual responsable. De hecho la Encuesta Nacional de Salud (2017) reveló que un 70% de los jóvenes chilenos no utiliza preservativos.

En Los Ríos hay alrededor de 600 usuarios que reciben tratamiento antirretroviral en el Hospital Base de Valdivia. En 2019 fueron diagnosticadas 59 personas y en 2018, 49. Los aumentos están entre varones, menores de 30 años. Hacia ese segmento, precisamente, se han enfocado acciones para aplicar test y detección precoz. Esto, porque si se logra pesquisa temprana, la enfermedad -gracias a los avances científicos- puede convertirse en un mal crónico, que tiene tratamiento y mayor oportunidad de sobrevida.

Como es sabido, hace unos días tomé la meditada decisión de abandonar Renovación Nacional, la tienda política a la que ingresé hace 25 años.

No fue una decisión sencilla. Por varios años aguardé sin resultados, cambios de estilo para enfrentar las relaciones internas, la debida consideración a los militantes, y un papel más activo en los temas de región y país.

Bajo su paraguas me presenté y triunfé varias veces como concejal, alcalde y parlamentario; traté de hacer lo mejor que pude por la unidad y el posicionamiento de la visión de centroderecha en el debate público.

Pero a veces esos esfuerzos no bastan cuando hay ausencia de voluntad para remediar el rumbo de parte de quienes, con una deficiente conducción, nos han llevado a la situación en que hoy están las cosas.

Lo que pasa en RN no es ni nuevo ni exclusivo de esa tienda. Así como Chile atraviesa una crisis de credibilidad, lo propio sucede con los partidos y los movimientos, que vienen viviendo su propio vía crucis hace ya varios años.

Las causas del declive en general pasan por la pérdida de confianza sostenida ante malas prácticas; el predominio del amiguismo por sobre el liderazgo; la falta de sintonía con los temas reales de la población; el abuso de poder y los sucesivos escándalos de irregularidades y corrupción que han envuelto a varios de los protagonistas de este mundo.

No se malentienda. La falta de uno no hace regla de todo. Tampoco le resta validez al rol de los partidos.

En lo personal, soy y seguiré siendo creyente de que la militancia es una forma válida, legítima y necesaria para enfrentar la cuestión cívica en democracia, en la medida que los partidos sean representativos de las bases; dotados de instancias, cargos y reglas claras, sanas y transparentes; y anclados en valores y principios.

Los cuestionamientos a los partidos no deben ser causa de inamovilidad.

Por el contrario, son la oportunidad para dar paso a reflexiones profundas, reingenierías en las formas y los fondos que convocan su existencia, para volver a transformarlos en espacios de reflexión y acción y, por sobre todo, en organizaciones al servicio de las comunas, las regiones y el país. Es volver a la mirada de la política para servir y no servirse.

Bernardo Berger Fett

Diputado