Mañana será el Día de las Regiones. Se trata de la 12ª conmemoración de esta fecha y de la segunda que se enfrenta en el contexto de la pandemia. No es un escenario auspicioso para celebrar; pero sí uno que invita, nuevamente, a reflexionar sobre la necesidad de una descentralización efectiva.

Este 31 de marzo es también una ocasión para mirar los procesos que vienen. La elección de gobernadores regionales es una puerta de avance en este largo camino, que se inició en 1993 con la instalación de los Gobiernos Regionales, siguió en 2014 cuando asumieron los primeros consejeros regionales elegidos democráticamente y seguirá en 2022 cuando llegue a su cargo primera autoridad definida por la ciudadanía.

La generación de esa figura nueva es histórica y termina con la de los actuales intendentes designados desde La Moneda; aunque la estructura jerarquizada actual seguirá presente a través de los delegados regionales, que resguardarán el principio de un país unitario definido en la actual Constitución.

Gobernador y delegado tendrán tareas distintas, las cuales deberán hacerse complementarias para que el desarrollo de los territorios sea armónico, combinando prioridades locales y los lineamientos nacionales. El primero será la cabeza del Gobierno Regional y, como tal, debe ocupar espacios protocolares como corresponde a su cargo. El segundo, será un funcionario de alto rango. En este punto es importante detenerse, pues hay una polémica hoy respecto del lugar físico que ocupará uno y otro. Se habla del gobernador en las actuales "gobernaciones"; pero las palabras similares pueden confundir. Lo lógico es, en las actuales Intendencias.

Quizás preocuparse por una oficina parezca pequeñez ante las prioridades que tiene el país o la magnitud del cambio administrativo que se avecina; pero no es algo menor. Implica una señal visible y básica de relevancia ante la comunidad.

Afortunadamente en Los Ríos esta situación debiera ser clara y zanjarse a la luz de la historia reciente: cuando existía la Provincia de Valdivia, el actual "Edificio Uno", frente a la Plaza de la República, era la histórica sede de la máxima autoridad; por eso ahí quedó la Intendencia. Ahora, con un nuevo liderazgo legitimado en las urnas, tendría aún mayor razón.

Cada tres horas se diagnostica a una mujer con cáncer de mamas. Esa es la realidad que desgraciadamente enfrenta nuestro país en materia de salud pública.

Lo del cáncer es de preocupación. Las enfermedades oncológicas en general son las segundas que producen más fallecimientos luego de las afectaciones al sistema circulatorio y, según estudios del Ministerio de Salud ("Plan Nacional del Cáncer 2018-2028"), podrían ascender a la primera posición de aquí al 2023.

El de mamas, entre los cáncer, es la causa número 1 de muerte en mujeres. Para frenarlo, son importantes dos cosas: detección temprana y tratamiento oportuno. Y yo agregaría otra: reconstrucción.

Respecto a lo primero, inquieta la baja que en 2020 tuvieron las mamografías, que cayeron un 61% en pandemia. Eso quiere decir que cada semana se dejaron de hacer 5.325 exámenes preventivos. En el grupo de mayor prevalencia, entre los 50 y los 69 años, se redujo en 64 a 69%.

Respecto al tratamiento, la mastectomía es la intervención más recurrente para combatirlo. En 2016 se habían practicado 4.756 cirugías de este tipo, y se estima que en la actualidad superan las 5 mil anuales.

Durante o tras la mastectomía, surge la posibilidad de reconstruir del seno afectado, pero hay secuelas: cambio en la forma y tamaño de la mama, asimetría al compararla con mama sana, y daños emocionales de ello como aislamiento, problemas sexuales, miedo a establecer nuevas relaciones, baja autoestima y depresión. De ahí entonces que algunos parlamentarios presentamos y logramos que se aprobara un proyecto que consta de tres medidas muy específicas:

Primero: Brindar cobertura GES a la cirugía estética del segundo seno, el que no fue sometido a operación, para lograr el mismo tamaño y aspecto entre ambos tras la mastectomía y/o la cirugía reconstructiva del primero, a fin de evitar el daño emocional que se suma al cáncer. Segundo: Bajar de 50 a 40, la edad de las mujeres, afiliadas a Fonasa, que pueden realizarse gratuitamente mamografías preventivas, dada la importancia de la detección temprana.

Y tercero: aumentar las cirugías reconstructivas, con un plazo máximo de realización tras la mastectomía. Si el plazo es superior a la vida útil de la prótesis, debe cambiarse proveedores para que duren más tiempo, y permitir la reposición de éstas cuando sufran daños.

Bernardo Berger Fett

Diputado