En la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados se encuentra un proyecto presentado por el diputado Bernardo Berger y otros parlamentarios de diferentes bancadas, para "permitir que se erijan monumentos, memoriales y museos dedicados a los Héroes del Riñihue".

La iniciativa legal es importante, pues facilitaría los trámites para materializar los homenajes anunciados con este objetivo desde 2010 (cuando se cumplió en cincuentenario del terremoto de Valdivia), pero que no se habían concretado -en parte- porque faltaba una formalidad que autorizara su construcción y que normara su financiamiento.

Si la propuesta es aprobada, sería posible entregar reconocimiento público a quienes evitaron que una gran inundación cayera sobre Valdivia luego del sismo 9.5, el cual había generado derrumbes y un enorme dique en el río San Pedro.

Ese "taco" causó que el nivel de las aguas del Lago Riñihue subiera 60 metros y el desborde era inminente; pero cientos de voluntarios, obreros, soldados, estudiantes e ingenieros de Corfo, cavaron en medio del barro y lograron evacuar las aguas de manera controlada, el 24 de julio de 1960. Fue una obra épica, que salvó vidas, historia y geografía. Está registrada en el documental "La Respuesta", de Lepoldo Castedo; pero escasamente es recordada como se merece. Pocas personas saben hoy que Raúl Sáez, gerente de Endesa, lideró el trabajo; o que el Presidente Jorge Alessandri aprobó el proyecto, luego de conocer los antecedentes históricos de la tragedia ocurrida tras el terremoto de 1575, con iguales características y en el mismo sector. Más anónimos aún son los "paleros" que trabajaron por dos meses sin descanso para lograr encauzar los caudales acumulados. En agosto de 2018 el artista Fernando Prats realizó una intervención en el MAC-Uach en su memoria; los nombró e invitó a sus familias a recordarlos. Pero posteriormente la difusión ha sido baja. En 2020, para los 60 años del terremoto, la pandemia impidió toda propuesta.

Ahora, en el mes de los 61 años y en plena celebración del Día del Patrimonio; ese proyecto en trámite en el Congreso resulta oportuno y necesario. Es de esperar que reciba apoyo.

La condición sanitaria nos impide reunirnos en torno a actividades que releven nuestra identidad a través del reconocimiento de aquello que valoramos como patrimonio, sea este cultural, natural, material e inmaterial. No obstante, quizás nos ayude a profundizar en la reflexión sobre la importancia de salvaguardar esa herencia que nos ha permitido construir nuestras sociedades. Podemos hablar de fortificaciones, torreones, casonas, cementerios, parques, flora y fauna, humedales, tradiciones, bailes y música, toponimia, leyendas, etc., pero no basta con reunirnos una vez al año para resguardarlo. El patrimonio, en sus distintas manifestaciones y dimensiones, debe transformarse en una parte más de nuestro quehacer. Para ello, por ejemplo, no sólo debemos tener claridad de la legislación que permite declarar Zonas Típicas o Monumentos Históricos, sino que debemos comprender los valores que representan y que han permitido sus declaratorias. Sólo así, como sociedad nos transformaremos en garantes de su sobrevivencia.

La calle General Pedro Lagos fue declarada ZT el 1 de abril de 1991, siendo testigo de la historia de Valdivia sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX, momento en el que no sólo se levantaron industrias, sino también imponentes casonas, que le concedieron a la ciudad una distinción especial; sólo por mencionar algunas están: Martens-Hoffmann, Kaheni, Gaete-García, Lopetegui Mena, Von Stillfried, Ehrenfeld y el Hotel Naguilán, en el edificio de la ex compañía naviera Haverbeck. Al conjunto arquitectónico se suma la existencia del torreón, vestigio de la antigua ciudad colonial española y declarado monumento histórico durante la segunda década del siglo XX. Desgraciadamente, el que estos inmuebles se encuentren en Zona Típica o estén declarados como monumento no garantiza su salvaguarda, dado que en forma permanente apreciamos cómo se ven afectados. Evidentemente no podemos impedir la destrucción provocada por la naturaleza como sucedió en el cataclismo de 1960, pero sí debemos detener aquellas acciones vandálicas. Ello no se soluciona apartando el patrimonio de la sociedad al transformarlo en una pieza de museo, al contrario, se debe transformar en parte activa de la comunidad para que sea ésta la que, sin mediar legislación, los proteja, al reconocer sus valores como soporte real de nuestra identidad.

Lorena Liewald Dessy

Directora Académica de la U. San Sebastián Sede Valdivia