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La muerte del director del MAC se suma a la pérdida de otros seis creadores igualmente importantes. ¿Cómo afecta eso a la escena local?

-Estamos en un cambio de ciclo cultural muy acelerado en medio de la pandemia. Nuestro ciclo, el de la zona sur donde Valdivia ha jugado un rol fundamental, está llegando a su fin. No solamente estamos hablando de la pérdida de gestores y artistas muy importantes, sino que también de la desaparición junto con ellos de una forma distinta de ver el arte y de entender la relación entre el arte y la vida.

¿Las nuevas generaciones son muy distintas?

-Hoy en día vemos el surgimiento de una escena mucho más profesional de artistas. Son todos aquellos formados en universidades, con posibilidad de asistir a bienales, estar en residencias e incluso recibir fondos para sus proyectos. Antes de todo esto tuvimos a los independientes autogestionados, donde el arte era un impulso vital desarrollado, en muchos casos, en la precariedad. Eso es algo en lo cual se desenvolvieron Carlos Fischer, Germán Arestizábal, Pedro Guillermo Jara y Maha Vial.

¿Qué desafíos cree que tuvieron ellos?

-Tuvieron que construirse un público junto con el desarrollo de sus propios lenguajes. No concebían el arte como una 'profesión', sino que era algo que literalmente vivían a diario. Lo de antaño era algo mucho más criollo, mucho más nuestro. Lo de ahora es algo más global gracias a todas las oportunidades que hay de estar en contacto permanente con el resto del mundo. Eso no quiere decir que sea algo mejor o peor que antes, es simplemente lo que le está correspondiendo a quienes son de la generación actual. Las herramientas disponibles hoy hacen que el arraigo de los artistas con el territorio deba ser entendido de manera distinta. Hoy son más individuales en un mundo más global. Antes eran como una comunidad que compartía en los mismos cafés, se les veía en las calles a todos juntos como una comunidad reducida, pero muy significativa en una ciudad con una identidad propia. Esas son cosas que estamos perdiendo muy rápido.

¿Cómo se puede conservar lo que ocurrió y aquello que usted señala que está desapareciendo?

-La preservación de lo que hicieron aquellos que ya no nos acompañan es algo urgente. Hay que mostrar a la comunidad quiénes eran estas personas, hay que coleccionar sus obras, ver sus archivos, hacer publicaciones. El reconocimiento hacia ellos es un trabajo patrimonial y en cierta forma, es algo que bien podría asumir el Museo de Arte Contemporáneo en su nueva etapa. El patrimonio de la cultura del sur debería estar en esas salas con exhibiciones, gestión de antologías, investigación de procesos y generación de colecciones. El MAC tiene un posicionamiento nacional e internacional más o menos logrado, es el gran regalo que nos dejó Hernán Miranda. Sin embargo hay una parte patrimonial, de construcción de relato, que debería comenzar a ocurrir como una forma de relevar a las figuras fundamentales de nuestra escena.

¿Leer a Jara, ver las pinturas de Arestizábal o ver la fotografías de Fischer permite vislumbrar Valdivia o el sur?

-Cada cual tiene un imaginario particular. El de Pedro Guillermo Jara efectivamente tiene mucho que ver con la zona, con el territorio. En cambio Germán Arestizábal construyó un lenguaje vinculado a la cultura de masas, del pop internacional, excepto en la serie 'De hospitales' donde trabajó en base a experiencias en el Hospital Base Valdivia.

En el caso de Carlos Fischer, efectivamente es el reflejo de haber pertenecido a una generación muy sureña. Participó en la primera exposición de fotógrafos de Valdivia a inicio de 1980 y desde entonces que demostró estar muy conectado con su entorno, con la arquitectura y la naturaleza. Es algo a lo que también apelaba Raúl Torres.

Por el contrario, Maha Vial nos acostumbró un imaginario más oscuro, más inclinado hacia el dolor y lo extremo. Pero no deja de ser algo identitario nuestro, ya que es un lenguaje que creó desde Valdivia.

¿Cree los artistas que han fallecido en los últimos tres años tuvieron algún reconocimiento de sus pares o de la comunidad en general?

-En Chile la valoración del mundo del arte es bajísima. Los reconocimientos hacia los creadores suelen ser algo que no ocurre en la sociedad en general. Y en ese sentido, Valdivia tiene una deuda enorme, por ejemplo, con Hernán Miranda y con Pedro Guillermo Jara que es sin duda uno de los artistas más importantes de la ciudad. Fue la única persona que mantuvo la revista autogestionada Caballo de Proa durante treinta años. Hizo un trabajo increíble que desde la sociedad nunca ha recibido el reconocimiento que merece. No así desde algunas instituciones que efectivamente lo visibilizaron y valoraron en distintas instancias.

¿Hay una contradicción entonces en fomentar lo regional, sin reconocer o consumir lo regional?

-Eso también pasa en Santiago. Es algo que pasa en todas partes. La gente no se moviliza por sus artistas y no le entrega el valor que realmente tiene a la cultura. Siempre habrá que hacer mucho más de lo que ya se está haciendo para evitar seguir sumando deudas hacia el reconocimiento a todos quienes ya no nos acompañan.

Hernán Miranda

Arquitecto en residencia CECs
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Hernán Miranda vivió el arte y el mundo de los sueños con la convicción que estos gatillaban múltiples emociones para quienes tuvieron la oportunidad de participar de su obra. Bajo su dirección, y sin aflojar, luchó para que el Museo de Arte Contemporáneo de la UACH -su querida casa- se convirtiera en un lugar para seguir desarrollando los sueños de muchos artistas, y en forma muy especial dar cabida a generaciones mas jóvenes.

En plenas obras de remodelación y rescate de las estructuras del museo Hernán nos deja con la tristeza de que estos nuevos espacios ya no lo verán caminando, montando exposiciones y conversando amablemente con visitantes y estudiantes que eran llamados por su luminosa fachada. Al mismo tiempo se cruza un profundo agradecimiento por su tenacidad y legado.

Estreché vínculos con Hernán por el montaje de la exhibición de su obra "Imagen Latente" compuesta por cajas de acrílicos que contenían imágenes de pájaros multicolores sobre un pedestal negro como un bosque inmóvil instalado bajo la voluntad del artista.

Esto ocurrió a pocos días de la inauguración de la Carpa de la Ciencia en febrero de 2010 convirtiéndose en la primera actividad abierta al público de este nuevo espacio del CECs

Esta tuvo un doble significado para Hernán; por una parte, la exhibición misma, y por la otra estar en conexión desde su lenguaje con el mundo científico. Cada vez que nos topábamos en la calle o compartiendo un café me transmitía su interés por lo que hacían los investigadores de la ciencia.

Muchos alumnos, amigos, artistas y conocidos tendrán recuerdos que resurgirán en las paredes del MAC.

Fernando

Basilio