Valorar trabajo de vocales de mesa
Casi 1.100 personas se desempeñaron ayer en las 383 mesas receptoras de sufragios de los 90 locales instalados en Los Ríos. Más allá de la designación obligatoria, o de la remuneración que puedan percibir, se esfuerzan por desarrollar una labor transparente, eficiente y expedita.
Una jornada tranquila se vivió en la región y el país ayer durante las elecciones primarias. La evaluación de autoridades y comandos fue positiva, para un día que definió a dos de los candidatos que competirán en las Presidenciales de noviembre próximo.
Gran parte de este buen balance se debe a los vocales de mesa, personas que, más allá de la designación obligatoria o de la remuneración que puedan percibir, se esfuerzan sinceramente por desarrollar un trabajo eficiente, expedito y transparente.
Por ejemplo, aunque el sábado solamente el 20% de los convocados en Los Ríos llegó para constituirse en esta tarea, ayer se activó más del 99% de las mesas. Fueron casi 1.100 personas en los 90 locales habilitados en las doce comunas.
Por la tarde, gracias a esa organización, se pudo conocer resultados con rapidez y con la confianza en que esos ciudadanos y ciudadanas registraron datos fidedignos. De hecho son ellos en quienes se basa la fe comunitaria para que el sistema democrático funcione.
Lamentablemente, en contraparte, la labor de vocal no suele ser grata. Muchos locales de votación son abiertos y fríos; no reciben colaciones en las diez horas que permanecen en ellos; la capacitación, a veces, no resulta tan efectiva y la mayoría es llamada demasiadas veces a desempeñar esta tarea; aunque ayer varios eran nuevos y muy jóvenes.
También faltan inducciones previas o campañas comunicacionales que motiven a valorar esta responsabilidad por parte de la ciudadanía, que -cuando no la ha ejercido- la percibe más como una carga que como una oportunidad de contribuir al bien común. Esa idea es la que puede estar atrás de quienes no llegan a sus puestos o de quienes se niegan a quedarse en ellos cuando se necesitan reemplazos.
Quizás, para evitar este rechazo, podría hacerse una diferencia cambiando el foco. En vez de gastar esfuerzos en reglas o multas -que, la verdad, pocas veces se aplican- para los que no llegan o se rehusan; se podría premiar a quienes sí cumplen y entregar reconocimientos públicos más allá del bono simbólico que hoy perciben. Una valoración más tangible y, por supuesto, más que merecida.