Membrillos y manzanos
Existe un registro nominado "Sitios de la Misión Franciscana y otros" (web memoria chilena), que corresponde a un plano hecho por el ingeniero Juan Garland en 1771. El documento se centra en el "Sitio de San Francisco", no en su paradero actual (heredado de los jesuitas en 1767), sino de una propiedad más antigua de la orden. Dicho terreno lo ocupan hoy la Casa Luis Oyarzún y colindantes por Yungay, teniendo como un lateral parte de Yerbas Buenas, frente al torreón.
En el interior del sitio Garland apunta un "lugar del litigio", cuyos detalles desconocemos, donde curiosamente anota la presencia de "Membrillos y Manzanos". El segundo frutal es fama en el Huillimapu, y el membrillero le ha seguido de cerca desde la invasión hispana, viéndosele también "asilvestrados" y a su suerte, como lo apunta en 1868 el capitán F. Vidal Gormaz en nuestra zona (Comisión exploradora del Río Valdivia).
En 1776 el abate Ignacio Molina había escrito que estos frutos se daban "de perfecta calidad, y de extraordinario tamaño", y anotaba un aprendizaje cultural importante: "son agrios como los de Europa; pero dejados en los árboles hasta fines de otoño, se ponen muy dulces, y entonces les llaman «corcia» [corcho]", detallando luego que "los labradores atribuyen este efecto a las lluvias frescas que sobrevienen entonces, y a una menuda escarcha que se ve sobre las plantas en aquella estación" (Compendio).
¿Qué harían los franciscanos de Valdivia con sus membrillos? habremos de creer, al menos, que dulces, confituras, mermeladas, jaleas, orejones, licores y jarabes, usos coloniales documentados. También es verosímil pensar que creciendo con los manzanos en los huertos, se hermanaran luego sus frutos en los ardientes fogones, como su actual mixtura en dulce con la afamada manzana limona. Otro acento de otoño, destacado por la antropóloga Jimena Jerez, es el postre de membrillo con murta, el que la autora subraya como de gran valor identitario para los valdivianos (Plantas mágicas).
Membrillos y manzanos: el verano y otoño con su vuelo, los años y los siglos, ¡tantos tiempos!; el extraño diálogo del devenir con nuestra vida: una ofrenda a nuestros antepasados y al porvenir, memoria y sueño, nuestra gracia y herencia.
Juan Navarrete Espinoza Licenciado en Historia UACh
Mayores en pandemia
Pasados ya dos años del comienzo de la pandemia, podemos analizar el marcado desbalance de la conciencia y la empatía. Las personas mayores han marcado la pauta demostrando que la edad, el tiempo y la vida en sí, no pasan en vano; al comienzo eran los "más vulnerables", los que saldrían más perjudicados, todos los estudios los marcaban como los damnificados de esta catástrofe global; pero hasta la fecha solo demuestran ser los más preparados para situaciones como estas, dispuestos a aventurarse a las nuevas tecnologías con el fin de poder estar más cerca, los que sin cuestionamiento descubren sus brazos para las vacunas, esperando no solo protección personal sino también ejemplificar desde la conciencia.
Ejemplos hay varios y cuando les preguntamos ¿por qué?, cual es el motivo de tanta resiliencia, entusiasmo y convección, la respuestas son bastante simples: "es un deber"," todos nos debemos cuidar", "quiero ver a mi familia", ninguno habla desde el miedo al contagio, de lo mortal que puede ser para ellos, más bien desde, el interés del " volver a", del reencuentro, de combatir la soledad y el aislamiento con hechos.
Como profesionales de la salud, debemos aprender de quienes son expertos en "parar mirar y avanzar", en reflexionar y actuar. Debemos eliminar barreras que limiten la comunicación, trabajar preventivamente en salud mental, educar trasversalmente sobre el uso de mascarillas.
Pero por sobre todo, debemos seguir el ejemplo, ser conscientes, dejar de pensar solo en el yo y actuar más desde en el nosotros, ser un poco más como ellos.
Germán Aguilera Canifrú Académico Fonoaudiología Universidad Andrés Bello
El dilema del centro
Ser de "centro" puede entenderse de dos maneras. Por una parte, buscar un punto medio entre valores que se juzgan como fundamentales, pero que, sin embargo, se reconocen como limitados en alguna medida por otros: libertad y regulación, mérito y solidaridad, conservación e innovación, etc. Por otra parte, de modo puramente formal, ser de centro es preferir, simplemente, el medio aritmético entre dos extremos para, así, resguardar que un extremo no elimine al otro.
En una dicotomía como la actual (o se aprueba o se rechaza) poco sentido tiene buscar el medio entre los extremos. Creo que lo que conviene que un votante de centro someta a evaluación es si la propuesta de Constitución realmente contribuye al equilibrio de fuerzas entre los poderes del Estado, si representa la diversidad política e ideológica del país, si favorece o no formas de extremismo, si es garante en el largo plazo de estabilidad política y social, y si concilia adecuadamente los valores que el centro reconoce como fundamentales. Solo así quizás el centro recupere una identidad política fundada en convicciones y no en una pura determinación relativa a los extremos de turno.
José Antonio Giménez Salinas Profesor de Filosofía U.Andes