El 23 de julio pasado la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró a la Viruela del Mono o Viruela Símica como "emergencia sanitaria de preocupación internacional". En ese momento, Chile reportaba 39 personas contagiadas. Ahora hay 451 confirmadas, de acuerdo al reporte entregado por el Ministerio de Salud (Minsal) con fecha 1 de septiembre. La cifra parece baja -si se compara con el covid-19, que pasó de 1 a 272 mil casos en sus primeros tres meses de presencia en el país en 2020- pero hay que poner atención a su rápida multiplicación, a razón de 4 personas diarias, aproximadamente.

Entre los últimos contagios reportados se cuenta a dos de la Región de Los Ríos. Un residente local que se encuentra en Coquimbo y un hombre de 31 años, que vive en la zona y cuya situación fue conocida el sábado, justo antes del plebiscito, por lo cual la noticia respectiva no registró tanta atención como amerita una enfermedad de estas características, que ya está presente en once de las 16 regiones del país. Entre las cercanas, Los Lagos presenta dos enfermos y La Araucanía, siete.

La viruela símica afecta principalmente a hombres (98% en Chile) cuyas edades fluctúan entre los 30 y los 39 años de edad. Muchos de ellos reportan haber viajado fuera del país, pero de acuerdo a los últimos datos publicados por Minsal, este factor es cada vez menos frecuente, aumentando el de la exposición y cercanía con otros infectados; aunque la trazabilidad (origen, vínculos) de los contagios todavía es difícil.

A nivel internacional se investiga una vacuna, mientras en Chile se refuerzan los controles preventivos. La alerta nacional dura hasta el 30 de septiembre, pero puede ser evaluada, para extender las acciones especiales. Mientras, para la comunidad hay recomendaciones básicas como no tener contacto cercano (se transmite por la cercanía piel con piel; no es de transmisión sexual) con personas enfermas y consultar de inmediato a un centro de salud si presenta fiebre, decaimiento, malestar general, mialgia y lesiones en piel: vesículas y pústulas que aparecen desde la cabeza hasta los pies. En general es una enfermedad que se puede manejar con tratamiento sencillo, pero tiene riesgos, en presencia de otras enfermedades; y eso, en tiempos de covid-19, no se debe minimizar.

Este domingo vivimos un ejercicio democrático histórico, donde se impuso la opción que rechazó ampliamente la propuesta de Nueva Constitución. Por supuesto, a pesar de haber trabajado y apoyado la opción del apruebo, debemos reconocer la derrota y entenderla como resultado de un proceso democrático.

Este plebiscito además coincidió con la conmemoración de los 70 años del voto femenino en Chile, una fecha que conmemora el inicio de un hito que fue resultado de la lucha de las mujeres por participar en la vida pública y ser parte de las decisiones en la política que marca la marcha del país.

Y ese esfuerzo ahora se ha visto consolidado al observar la alta participación femenina en la elección del pasado domingo, que llegó al 52% del total de votantes.

Muy a pesar de los resultados es necesario recordar los tremendos avances que -a mi juicio- consideraba la propuesta constitucional de la Convención para las mujeres chilenas. Por ello creo que este proceso sentó un precedente para nosotras, que deberá garantizar un piso mínimo para la elaboración de la siguiente propuesta constitucional que, hay acuerdo de casi todos los sectores, se debe formular.

Porque a pesar de la contundencia en los resultados, hay batallas culturales que ganaron en este proceso constituyente y que deben prevalecer. Principalmente la de entender que cualquier proceso debe ser construido y constituido de forma paritaria.

Creo que existe un consenso transversal sobre la participación paritaria en la toma de decisiones y en la conformación de los órganos del Estado. Pero además tres puntos en los que hemos insistido desde hace muchos años: el reconocimiento al trabajo doméstico no remunerado, el derecho a una vida libre de violencia y la corresponsabilidad en las tareas de cuidado.

Ese es el piso mínimo que las mujeres no podemos dejar de exigir, porque reconoce el rol que culturalmente se nos ha asignado y que nos ha puesto siempre en un sitial de segunda clase, creando una profunda desigualdad entre mujeres y hombres.

Nuestra tarea en este nuevo proceso, que continuará en la senda de una Nueva Constitución, será garantizar una base que es irrefutable. Porque hoy el "nunca más sin nosotras" toma más fuerza que nunca.

Ana María Bravo

Diputada