Daniel Navarrete Alvear

En los meses más duros de la pandemia, el escritor Jack Elkyon no estuvo ajeno a la obligatoriedad de los encierros. Reconoce que fueron meses complejos que los pasó en su casa del campo en La Unión, pero con el tiempo necesario para revisar todo aquello que por distintas razones había dado por perdido.

Así fue que se reencontró con cuentos que desde 2016 había hecho para concursos o por el simple placer de contar historias. Estaban al borde del olvido, pero decidió darles una segunda oportunidad y ahora los trae de vuelta en un libro llamado "Cuentos campesinos del sur de Chile". Es un volumen que reúne 14 obras en clave de realismo sucio, ilustradas por Luis Naranjo, que son un viaje por un imaginario territorial donde la realidad y la ficción se mezclan por partes iguales.

"Vivir en el campo te permite escuchar muchas historias que son parte del patrimonio local y que pertenecen a esa especie de mito que siempre se teje en relación a ciertos lugares. Teniendo eso como base es que uno juega con la ficción para meterse en la cabeza de los personajes y en cierta forma terminas contribuyendo a engrandecer o desarrollar aun más el relato original. Más que los hechos, lo que me interesa es la psicología del ser humano", dice.

La antología es el cuarto libro de Elkyon y el primero con el que marca una gran diferencia: esta vez sus personajes son queribles, simpáticos e incluso hay toques de humor.

"Todo lo anterior es intencionado debido a la naturaleza del tema, pero en ningún caso marca un cambio en mi forma de pensar en relación al pesimismo que siento sobre la humanidad. Es difícil modificar el estilo, lo que no quiere decir que la nobleza propia del campo no te permita ser un poco más amable".

Para leer

En las 82 páginas de "Cuentos campesinos del sur de Chile" desfilan historias sobre las bondades de la chicha de manzana ("Tres litros"); la vida de Edelmira y Alfonso ("Un día cualquiera en el campo"); una familia fantasma de Llifén ("El baile de la solterona loca"); y la misteriosa muerte de un supuesto fornicador empedernido ("La supo hacer").

En el proceso de rescate y posterior publicación hubo relecturas, reescrituras y la porfía de poner las historias a disposición de la comunidad como una forma de contribuir al fomento lector. En todo el proceso fue crucial la colaboración de Sara Muñoz, compañera del autor, que también la reconoce como una de las principales responsables de que el proyecto se concretara.

Jack Elkyon Editorial 5 Sur, 2022 82 págs.

No es una novela corta con demasiadas notas a pie de página, sino que un ensayo, pero en este caso uno imaginativa y aplastantemente íntimo. Con una fuerza narrativa tal vez inusitada para el género, la escritora y editora española Luna Miguel (1990) presenta en "Leer mata" (Los libros de la Mujer Rota, 2022) una especie de bitácora novelesca donde diversas lectoras, que a fin de cuentas pueden ser una sola, reflexionan y cuentan sobre su intimidad libresca. Una que está profundamente ligada a su día a día y a sus devenires existenciales. Un ensayo en clave de autoficción, "Leer mata" convoca ideas, sentimientos, historias, conceptos y citas de un amplio abanico de autores y autoras, como Alejandra Pizarnik, Iris Murdoch, Alberto Manguel, Chesterton, Piglia, Proust o Edith Wharton. Esto se conecta con lo que cada lectora va viviendo, en vida y en lecturas, bajo las identidades de Bulímica, Enfermiza, Sumisa, Somática y Amorosa.

El libro abre con una lectora en bikini frente al computador, la que en lugar de estar escribiendo la que debería ser su primera obra de teatro, calcula la fecha de su muerte con una aplicación de Google. No pasará de los 40, concluye, porque hacerlo sería un crimen (Pizarnik) o porque a los treinta años solo se muere de amor (Merini). "No desea cometer crimen alguno: si nació para algo, fue para morir de amor".

Bulímica, por ejemplo, reconoce que su hambre insaciable de lecturas obedece a una forma de "autodidactismo feroz", que la convierte en lo que llama una "artista ocular", revelando el ansia de querer leerlo todo antes de morir.

Más adelante aparece la poeta china Li Qingzhao, una de las cimas líricas en su tierra, casada con un reputado bibliófilo y la lectora de turno se cuestiona sobre lo distraída que es la lectura amorosa, que "no sabe leer, solo devorar".

Una obra sobre libros, claro, pero también justamente sobre la muerte, el amor y el erotismo, la juventud y sus opuestos, todo al amparo de aquello que otros escribieron, en otro tiempo y lugar. Leer mata, pero no leer probablemente lo haga dos veces, o más.

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Libros