Un comunicado entregado por el Ministerio de Bienes Nacionales trae buenas noticias. Durante 2020 fueron regularizadas más de 7.800 propiedades en el país y gran parte de esos trámites (3.600) favoreció a adultos mayores, quienes ahora podrán disponer libremente de su vivienda o terreno, además de sumar opciones para optar a beneficios estatales. Esto porque los títulos de dominio son requisitos básicos en la postulación a diversos subsidios y programas de ayuda social para habitabilidad, pavimentaciones y mejoramientos urbanos, entre otros.

La preocupación por quienes tienen más edad no es casual. Su priorización en esta materia está expresamente contenida en el Programa Adulto Mejor que el gobierno lanzó en 2018 y que se hace cargo de aumentar la cantidad de atenciones y agilizar la duración de los trámites para otorgar el reconocimiento formal de los mayores como propietarios.

La iniciativa fue reforzada debido al rezago nacional que existe en esta materia y a que un 44% de los títulos en proceso pertenece a ciudadanos de la tercera edad.

Otro grupo que debe tener atención preferente es el de las mujeres jefas de hogar, quienes cuentan con gratuidad en el trámite dependiendo de su calificación en el Registro Social de Hogares.

En Los Ríos, durante 2020 se hizo entrega de 466 certificados. De ellos, 150 corresponden a personas con 60 y más años; algo importante en una región que registra un 22% de población en este grupo y evidencia un alza sostenida de él.

Este índice es favorable, pero aún está lejos de la proyección anunciada en julio pasado, cuando se habló de llegar a diciembre con mil saneamientos completados. Entonces, además, las cifras de la región se visualizaban entre las más altas de Chile, pues existían 3.300 solicitudes en proceso, con un 77% correspondiente a grupos de alta vulnerabilidad social.

Claramente las dificultades de la pandemia han jugado en contra de todos los planes; pero la tarea del primer semestre de 2021 es acercarse a esos resultados esperados. Y no sólo por una marca presupuestaria, sino por la mejora en la calidad de vida que se puede aportar a las familias con este tipo de acciones, al entregarles documentos que acreditan derechos sobre el espacio que habitan.

El término de un año penoso en lo sanitario, complejo en lo económico, lo político, y lo sociocultural, nos impulsa a una proyección para el 2021. La fortaleza en el cuidado frente a los desafíos del COVID-19 requiere de una conducta disciplinada ante la pandemia, no siendo adecuado que el consumo ambicioso y descuidado aumente las posibilidades de contagio.

A la relevancia de lo señalado, se suman diversos aspectos que inducen a cambios propios de una responsabilidad ciudadana consciente, destacando en primer lugar la Nueva Constitución y la superación de la desigualdad.

En este aspecto y no obstante el indicador de Desarrollo Humano y la ubicación de Chile en el ranking mundial del PNUD, la consideración de indicadores de igualdad de la población y de la situación de las mujeres revelan un nivel de desigualdad que es inaceptable y debiera inducir a medidas innovativas y justas para construir una sociedad equitativa.

En un sentido productivo, el aporte de habitantes para un desarrollo equilibrado implica preparación y oportunidades de trabajo y aportes de mujeres y hombres para contribuir al desarrollo y recibir las retribuciones de ingresos y de bienestar necesarias.

A la vez, la convivencia, como expresión de las relaciones sociales, implica el fortalecimiento de las actitudes de respeto y de aceptación mutua. Ello se expresa en las condiciones de vida y del desarrollo de bienes públicos y privados que constituyen las bases para ámbitos de relacionamiento comunitario y social.

También, razonablemente, el respeto a la naturaleza y el medio ambiente se ha constituido en una responsabilidad individual, institucional y social de generaciones actuales pensando en las generaciones futuras. Las experiencias de los últimos años reflejan en este sentido, ligado a la aplicación de energías renovables, una necesidad solidaria planetaria para la sobrevivencia humana, expresada en el presente y proyectada al futuro, como expresión del sentimiento de amor a lo humano y a la naturaleza.

Concluimos con la importancia vital de la educación durante toda la vida como expresión potente de la responsabilidad indispensable, por una parte, y los cambios socioculturales y económicos necesarios, por otra.

Carlos Amtmann

Centro Educación Contínua Uach