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Cristo, nuestra esperanza

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El evangelio de este tercer domingo de Pascua (Lc 24,35-48) nos relata una nueva aparición de Cristo resucitado, en medio de sus discípulos. Estos se resisten a creer, por la alegría y la admiración que les provocaba, al punto que pensaban que era un fantasma o un espíritu.

Jesús resucitado les aclara que no es un fantasma, como ellos piensan. Los invita como a Tomás en el evangelio del domingo pasado, a tocar sus manos y sus pies, donde están las señas de los clavos. El Resucitado es el mismo Crucificado y con esto nos señala un camino: no hay resurrección sin cruz.

Lo fundamental de la fe cristiana es creer en que Cristo ha resucitado de entre los muertos y que está vivo y presente en medio de su pueblo trayéndole paz: "La paz esté con ustedes" es el saludo que hace al presentarse en medio de sus discípulos. Creer en la resurrección del Señor significa creer también en nuestra propia resurrección. Por eso profesamos en el Credo: "Creo en la resurrección de la carne".

La resurrección de Jesús no es una simple supervivencia del alma. A sus discípulos les dice: "Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo". Y luego come con ellos, como signo de esta resurrección "en la carne" que es nuestra esperanza. Cristo resucita con un cuerpo glorioso.

Por eso, para el cristiano la muerte no es el final, porque tenemos la convicción desde la fe, de que si compartimos la muerte de Jesucristo compartiremos también con Él, la gloria de su resurrección. Y esta esperanza nos llena de alegría.

Cristo resucitado es la fuente de nuestra esperanza y de nuestra alegría.

Buen domingo.

Mario Orlando Flández Pacheco: En el corazón del atletismo valdiviano

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El 16 de abril de 2021 se cumplieron dos años de la partida de Mario Orlando Flández Pacheco, un hombre que dejó huella en el atletismo valdiviano. Nació el 16 de diciembre de 1937 y fue hijo de Germán Flández Flández y Berta Pacheco Díaz. Realizó sus estudios en la Escuela N° 1 Chile. El 6 de julio de 1966 contrajo matrimonio con Edita Valderrama Pardo. unión de la cual nacieron tres hijos: Mario, Jorge y José Luis, quienes heredaron de su padre la pasión por el deporte, a través del tenis de mesa, el atletismo, el fútbol, el atletismo y la educación física. Su descendencia se extendió a tres nietos: Imneya, Jorge Alonso y Amparo. Durante su trayectoria, Mario Orlando Flández Pacheco fue un amante del deporte. Se vinculó y representó a la ciudad como atleta en diferentes encuentros y campeonatos, siempre el la especialidad de fondo en la década de los años '60, motivado por su amigo y compañero de ruta, Hernando Cerda Barrientos. Fue así que formó parte de distintas instituciones de la época, como el club Manuel Plaza y el Deportivo Comercial de Valdivia. Junto con ser deportista activo, fue dirigente deportivo, colocando sus mejores capacidades y esfuerzos al servicio de diferentes instituciones. Estuvo en la creación de la rama de atletismo de la empresa Laminadora; fue dirigente del club Victoria Juvenil de los Barrios Bajos, además del General Yáñez y el Club Deportivo Masisa. En el año 1974 y junto al entonces presidente de la Asociación Atlética de Valdivia, Ignacio Soto Leiva, participó en las gestiones para construir la pista de atletismo de ceniza del Estadio Parque Municipal, que antes era de pasto. Cuando el Dr. René Guzmán era presidente del atletismo valdiviano, trabajó codo a codo con él, impulsando el desarrollo de dicha disciplina deportiva en los ámbitos federado y escolar. Mario Orlando Flández Pacheco también fue un incondicional hincha del básquetbol y fútbol valdivianos. Su familia lo recuerda con cariño, admiración y como "un hombre enérgico y a su vez bondadoso, cuya filosofía de vida consideró siempre la constancia, el esfuerzo y el cariño, lo que logró transmitir a su familia y generaciones valdivianas". Los restos de Mario Orlando Flández Pacheco descansan en el Cementerio Municipal N° 1 de Valdivia.

16 de abril de 2019 falleció Mario Orlando Flández Pacheco, un hombre estrechamente ligado al desarrollo del atletismo valdiviano. Fue deportista y dirigente.

Ulises Alejandro Obando Soto: Adiós a un gran carpintero de ribera

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El río y las embarcaciones: kayak, yates y botes de remo fueron su pasión y el centro de su existencia. Su mundo y su pasión. Ulises Alejandro Obando Soto nació en Valdivia el 7 de marzo de 1957 y falleció el viernes 9 de abril de 2021, cuando emprendió el útimo viaje rumbo al puerto de la eternidad. Fue el hijo mayor de Héctor Obando Briones y Ariela Soto Águila, quienes además fueron padres de Patricia, Paola y Sandra. Luego de realizar su enseñanza media en el Liceo de Hombres, entró a estudiar Informática en la Uach, pero pronto decidió ir al mundo laboral junto a su padre, de quien aprendió los secretos del oficio de carpintero de ribera, en el astillero que la familia tenía al final de la calle Bilbao, en Miraflores. El 17 de enero de 1981, Ulises Alejandro Obando Soto contrajo nupcias con Maribel Luman Barrientos y fueron padres de Tamara y Pablo, además de abuelos de una nieta: Aurora. "Era un gran hombre, generoso y siempre listo para ayudar a la gente, dueño de un gran corazón y muy sensible al dolor de los demás, aunque hermético con sus sentimientos. También fue un buen vecino y apasionado por su trabajo. Como padre era estricto y preocupado de preparar a sus hijos para que enfrenten el mundo con herramientas y valores, porque la vida no es fácil. Nos enseñó a ser fuertes y solidarios", recuerda su hija Tamara. Ulises Alejandro Obando Soto tuvo una relación muy estrecha con la gente del remo y del velerismo local. Junto a su padre repararon y fabricaron embarcaciones: yolas de río, botes de competencia, primero de madera y más tarde aprendieron a trabajar en fibra de vidrio y carbono. Construyeron varias embarcaciones piratas para socios del Club de Yates Valdivia y durante muchos años, navegantes que viajaban alrededor del mundo llegaban hasta su astillero. En una oportunidad, socorrieron a un navegante mexicano que encalló en Maicolpué, reconstruyeron su yate y lo ayudaron a regresar a su país. Desde hace cinco años, padecía una enfermedad que poco a poco le fue arrebatando la movilidad de su cuerpo. Pero siguió trabajando en silla de ruedas y hasta que sus manos le respondieron. Antes ya había comenzado a traspasar los conocimientos a su hijo. El cuerpo de Ulises Alejandro Obando Soto descansa en el Cementerio Municipal N° 1 de Valdivia.

64 años de edad tenía Ulises Obando al momento de su muerte. A bordo de su kayak llegaba hasta la Feria Fluvial e incluso se desplazaba hacia Corral y la costa de Valdivia.