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trabajado con niños de sectores vulnerables. Muchos me dijeron que ser parte de todo lo que hicimos, los salvó de otras situaciones de riesgo.
¿Esperó ese resultado en algún momento?
-Nunca lo hice pensando precisamente en eso, más bien lo entiendo como la consecuencia natural de haber generado nuevas oportunidades. A medida que el trabajo en Collico comenzó a ganar fuerza, me di cuenta de que se estaba volviendo en una tremenda herramienta para poder encaminar a muchos jóvenes que al estar haciendo nada, estaban expuestos a situaciones más complejas.
Durante el primer semestre de trabajo en Collico, Alejandro Yáñez ya contaba con un elenco de 60 alumnos. De ahí surgió un grupo con habilidades y conocimientos más avanzados. A fin de cuentas, por la institución pasaron cuatro generaciones.
¿Cuáles fueron las principales motivaciones para compartir sus conocimientos con niños y jóvenes?
-Contribuir al aprendizaje sobre la diversidad en materia de cultura tradicional en el país. Conocer el folclore de norte a sur y entender que no todo gira en torno a la cueca. Algo muy positivo fue haber generado un aprendizaje significativo y constante en los niños. Cada ensayo es una especie de clase, donde se habla de un montón de cosas que incluso van desde la base real sobre la que se sustenta un montaje, hasta todo aquello que finalmente es parte del espectáculo. Cuando uno lleva al escenario la cultura tradicional, nunca se logra hacerlo al 100%. Y eso en muchos casos pasa por el factor de la falta de recursos, que no permite trabajar con vestuario con las telas que corresponden. Lo mismo pasa con los motivos.
Las diferencias
El cambio más evidente que enfrentó Alejandro Yáñez cuando asumió en el ballet de la Universidad San Sebastián en 2015 fue comenzar a relacionarse con jóvenes y adultos en etapa de educación superior.
"Trabajar con estudiantes universitarios te obliga a tener una visión mucho más crítica. Hay que ser más seguro y concreto en los fundamentos de la información que estás entregando, porque todo ocurre en una situación de mucha más exigencia. Eso también es motivante y obliga a nunca dejar de estar perfeccionándose. Nunca he tratado de aparentar algo que no soy, por eso es que defiendo la idea de estar en constante aprendizaje", explica.
¿En qué etapa estaba el ballet cuando asumió como director de danza y coreografía?
-Para consolidarse, los grupos demoran entre seis y siete años. Cuando llegué al Bafuss, ya estaban en una etapa de despegue hacia un nivel mucho más superior. Tenían armado el cuadro Huaso y yo sugerí algunas coreografías para mejorarlo. En el caso del Norte, que también estaba armado, hice algunas modificaciones que en general no interrumpieron mucho la estructura base. Lo que es de mi completa autoría es el cuadro Rapa Nui y el de Patagonia, con ayuda del ex director. A eso, sumamos las danzas de Latinoamérica.
Usted venía del Bafuach. ¿Cómo logró abstraerse de aquello cuando tuvo que crear piezas para el Bafuss, pero que no fueran similares?
-El gran desafío inicial siempre fue tratar de separarme lo que más pudiera del Bafuach, en términos de no imitar lo que ya se había hecho. Técnicamente venía con un 'chip' de que las cosas se hacen de una sola manera y en ese sentido, fue fundamental haber vivido otras experiencias, para ampliar un poco mis puntos de vista.
¿Cree que es un espectador común y corriente, sin conocimientos técnicos en la materia, podría llegar a diferenciar elementos que son únicos de cada elenco?
-Siento que esa es un poco la tarea de la formación de públicos. Efectivamente hay elementos mínimos y otros no tanto, que hacen la diferencia en el escenario. No todas las cosas son evidentes, solamente a ojo de experto. El Bafuach cambió mucho desde que fue dirigido por Julio Mariángel a como es ahora, con la nueva directora. La línea es completamente distinta. Estéticamente hay cosas distintas y el trabajo de suelo también es diferente.
¿Y en el Ballet Folclórico USS cómo marcan la diferencia?
-Nos tratamos de apegar mucho más al suelo, a diferencia del Bafuach que estuvo más concentrado en el aire. Otra diferencia es nuestro cuadro Rapa Nui, que está hecho desde una visión mucho más moderna, lo que lo hace más rápido.
¿Cuánto demora la creación de una pieza, desde la idea al estreno?
-Por lo menos dos años. El de Rapa Nui fue particularmente complejo, porque los chicos nunca antes habían interpretado este tipo de danza. Al principio costó que se soltaran, que movieran más las caderas e incluso que se pusieran un vestuario que suele generar mucho pudor. En ese sentido, el mensaje siempre fue y sigue siendo que el cuerpo, estéticamente hablando, no importa siempre y cuando la calidad del trabajo interpretativo sea la óptima. De todas maneras, cada cual ha decidido sumar a nuestros ensayos, trabajo de entrenamiento físico de manera individual.
Otra de las características del Bafuss en sus doce años de trayectoria es que es un elenco abierto a la comunidad en general, que incluye a estudiantes de otras casas de estudios superiores.
De viaje por el mundo
En agosto, el ballet participó en el 60° Festival Mundial de Folclore Jambes Namur en Bélgica, donde fueron recibidos por la embajadora de Chile, Gloria Navarrete.
Como parte de la agenda, el grupo estuvo en Amsterdam, Bruselas y París (donde bailaron cueca frente a la Torre Eiffel). También participó en el Festival de Bérgamo en Italia.
¿Cómo evalúan sus propias capacidades y si efectivamente están preparados para giras como la que hicieron por Europa?
-Veníamos de una gira por Colombia y México, lo que nos sirvió de trampolín y para ganar experiencia. También fue una instancia para compararnos con las otras agrupaciones y darnos cuenta de que nuestro nivel es bastante aceptable para cualquier festival de gran envergadura. Experiencias de este tipo nos han dando la confianza suficiente como para decir que Europa podía ser un destino merecido. Y así fue. El desafío tal vez fue que los gestores culturales que articulan la presencia de grupos en festivales grandes confiaran en nosotros.
En los festivales internacionales, como explica Yáñez, establecer la calidad del Bafuss no necesariamente pasa por compararse con otras agrupaciones, que tal vez puedan tener más recursos. "Una buena unidad de medida es la respuesta del público al trabajo que le estás mostrando. A Europa llevamos un espectáculo que tuvo éxito en viajes anteriores, lo que nos aseguró en cierta forma volver tener éxito".
¿Cuál fue el mayor elogio que recibieron como elenco en Europa?
-Antes que todo reconocemos que haber sido seleccionados en los festivales de Bélgica e Italia nos llenó de orgullo, pero también, de una tremenda responsabilidad por lo que implica representar a Chile en el extranjero. Allá nos calificaron como una agrupación 'muy elegante'. Eso nos sorprendió bastante, pero quiero pensar que el apelativo surgió como resultado natural de nuestra rigurosidad y profesionalismo como equipo. Sin duda que todo lo que vivimos nos está sirviendo para pararnos de una manera diferente en el escenario. Ciertamente hay una transformación interna en cada uno de los artistas y eso es muy valioso. Nuestro compromiso ahora es que todo lo aprendido, lo debemos transmitir a quienes no pudieron viajar con nosotros, ya que ahora la vara está mucho más alta.
El Bafuss es un buen ejemplo de que la juventud adhiere al folclore y las tradiciones. Pero, ¿cuál es su análisis sobre la realidad en general en los establecimientos educacionales?
-En el último tiempo se ha vuelto un poco complejo convocar a los jóvenes, pero no son ellos los que tienen la culpa. En los años en que trabajé en Collico, en medio de la jornada escolar completa, había una planificación tendiente a las actividades de arte y cultura. Pero con el tiempo eso se ha ido perdiendo, al punto de que actualmente no hay prácticamente ninguna escuela que, por ejemplo, tenga un taller de folclore. No existen semilleros. Debería ser en el colegio donde se genere el interés por el folclore en los niños y jóvenes. De lo contrario, hay que dejar todo a merced de las circunstancias y el estimulo que la propia ciudad pueda generar en relación al tema.
Otro factor de riesgo es que en Chile suele asociarse el concepto de 'cultura' a todo lo que nos llega desde el extranjero o a lo que es propio de cierto círculos intelectuales más elevados. Es en ese contexto donde la cultura tradicional es vista como el pariente pobre y debemos cambiar eso. Una de nuestras estrategias son precisamente los conciertos educacionales, con los que tratamos de plantar una semilla en los colegios y buscamos descentralizar la actividad cultural.
"Trabajar con estudiantes universitarios te obliga a tener una visión mucho más crítica. Hay que ser más seguro y concreto en los fundamentos de la información que estás entregando, porque todo ocurre en una situación de mucha más exigencia".
"Reconocemos que haber sido seleccionados en los festivales de Bélgica e Italia nos llenó de orgullo, pero también, de una tremenda responsabilidad por lo que implica representar a Chile en el extranjero".
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