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su capacidad simbólica de tranquilizar los ánimos encendidos de lado y lado. Es una manera de dejarlos a todos descontentos, y a la vez, contentos del descontento de los adversarios.
-¿Y cuáles son los aspectos positivos de la del 25, además de su reconocimiento transversal?
-Básicamente, es una Constitución afín a la socialdemocracia, que establece claramente los elementos tradicionales de un Estado de Derecho, que era fácil de reformar, y que tuvo varias reformas. Incluye, además, en su versión tardía, un tipo de Tribunal Constitucional, aunque con atribuciones menos invasivas que la de 1980 (o 2005, si se quiere). Obviamente, cuando pensamos en ella, su texto no es más que un pie forzado que debe ser reescrito hasta lograr, por medio de los quórum, un texto más acorde a los ideales actuales de la República de Chile.
-¿Debería rescatarse algo del texto rechazado o es mejor la hoja en blanco?
-La hoja en blanco es lo peor. Es una superstición del siglo XVIII, desmentida por el desarrollo de la sociología y la psicología a partir del siglo XIX que estudió procesos políticos y anímicos refundacionales (no hay blanco puro). Eso, sin embargo, no quiere decir que sea buena idea tomar como pie forzado el texto rechazado. Creo que sería un poco impresentable descarbonizar y rellenar esa masa que acaba de salir quemada del horno. Con todo, nuestra falta de imaginación es a veces tan patológica que seguramente repetiremos mucho del texto rechazado en el del nuevo proyecto, de ahí que no hará falta basarse en ese borrador. Hay muchas cosas valiosas en nuestras obsesiones como país que repetiremos antes, después y durante.
-¿Debiera instalarse previamente un mecanismo para enmendar el rumbo, en caso de que las cosas se complejicen?
-Si no malinterpreto la pregunta, creo que el mejor mecanismo para paliar cualquier locura es poner siempre al final del túnel un plebiscito de salida, con voto obligatorio. También puede ocurrir que la mayoría del pueblo se equivoque, el pueblo no es infalible, pues, como dijo Karl Popper, no es cierto que la voz del pueblo sea la voz de Dios. Pero, si ocurriera eso, el problema sería mucho más profundo que esta Constitución o aquella.
-¿Y debiera dejarse abierta la posibilidad de un tercer intento? ¿O este debiera ser definitivo (ya sea para tener una nueva Carta Magna o tal vez para modificar la existente)?
-La existente se puede modificar siempre, máxime ahora con el quórum de 4/7, menos exigente que el anterior. ¿Si debería quedar el espacio para un tercer intento? No tengo idea, supongo que sí, pero eso tendrá que ser decidido por el Congreso, cuya facultad para dirigir estas cuestiones no se agota nunca, o bien con nuevos plebiscitos de entrada. Es algo que no soy capaz de proyectar.
-¿Cuál debiera ser el rol de los expertos en el nuevo proceso?
-Cuidado con los expertos. No pocos de los expertos en derecho constitucional que hubo en la Convención parecen haber olvidado el consejo tácito que subyace al artículo 19 del Código Civil de Andrés Bello, vale decir, aquel que recomienda al legislador redactar leyes muy claras, o sea, que sigan siendo claras en todos los escenarios imaginables. Esto no tenía por qué saberlo la tía Pokemón o el Duque de Saint-Simon que vende ahora la chismografía de rigor, pero sí debieron saberlo precisamente lo más parecido a los expertos que había ahí: los abogados. Los abogados sabemos que los textos jurídicos deben estar diseñados para resistir lecturas de mala fe. Escudarse en que me malinterpretaron, vale para mí en esta entrevista, pero no para profesionales formados en el derecho que remuneradamente, y por encargo del sagrado pueblo de Chile, redactan nada menos que el texto imán de conflictos que por definición es una Constitución. En el Derecho toda ventana será aprovechada como puerta. Este es un axioma de su práctica, por mucho que no nos guste. Con lo anterior, no quiero decir que haya que prescindir de los expertos. Creo que son imprescindibles, mas (claramente, como está visto) no infalibles.
-¿Cuál sería un plazo razonable para tener un nuevo texto?
-Las constituciones que se hacen a la rápida se van rápido, de eso hay decenas de experiencias en la historia constitucional latinoamericana. Es mejor elaborarla con calma, para que quede muy bien hecha y pueda durar más que quienes la escribieron. Andrés Bello escribió varias versiones del Código Civil antes del que finalmente se promulgó. Fue un trabajo muy largo, serio y sin altisonancias. Y eso que ni siquiera era abogado.
-Pero la mayoría de los políticos que están promoviendo un nuevo proceso habla de que debe ser más acotado que el que acaba de terminar. ¿Debieran repensar su posición?
-Tienen razón si buscan una Constitución mínima y simple, pero si pretenden más, no me parece buena idea. Y este asunto tan delicado me hace pensar en lo siguiente: ¿Por qué tienen tanta premura? Porque la incertidumbre es muy costosa para un país, y en eso tienen razón. Pero una manera de atenuar esa incertidumbre es acordándose que existen temas en Chile que requieren solución urgente. No se puede esperar una nueva Constitución para resolver esas urgencias, la vida de muchos chilenos depende de entender eso. Por lo tanto, en la medida que sabemos resolver ahora ya esas urgencias, podemos darle más tiempo a la solución constitucional definitiva. Lo que no puede suceder, porque es un crimen contra Chile, es que mezclemos cuestiones urgentes, que son de sentido común, con asuntos menos urgentes de naturaleza ideológica, que pueden ser muy legítimos, pero que pueden discutirse con cierta calma. "Hay más cosas en Chile, Horacio, que las que sospecha tu ideología", sería bueno decir con Shakespeare. ¡Muy importante! El paquete no puede ser uno solo. Mientras el Congreso y el Ejecutivo resuelven cuestiones urgentes, una futura Convención puede darse plazos menos acuciantes. Por algo tenemos a los representantes políticos que están entre los mejor pagados del mundo. Ahora bien, si se decidieran por basarse en la de 1925, la cosa podría resolverse mucho más rápido.
-¿Quién debería conducir políticamente este proceso?
-El Congreso es por definición el órgano que debiera conducirlo, delegando el poder en un órgano previamente establecido, si hiciera falta. Me parece lo más democrático y ajustado a una tradición jurídica no contaminada por latencias totalitarias.
-ChileVamos ya le pidió al Gobierno que se excluya de las conversaciones. ¿Debe excluirse al Ejecutivo de esta discusión?
-El Ejecutivo se pronunciará querámoslo o no. En teoría, puede ser buena idea que se mantenga al margen, ¿pero políticamente viable? No lo creo.
-¿Qué le pareció el comportamiento del presidente Boric en los meses previos al plebiscito y tras el mismo?
-El Presidente Boric hizo mucho por Chile al lograr el acuerdo del 15N cuando todavía no era Presidente, y en ese acto apostó todo su capital político, con resultados positivos. Ya en el cargo, su comportamiento ha sido errático. Dio tantos mensajes distintos, dependiendo de las señales de los tiempos, que una persona que no sigue la política en todos sus detalles no pudo haber entendido nada. Yo mismo no entendí nada.
-¿Se pone en el caso de que se rechace una segunda propuesta?
-Por supuesto. La idea de que haya propuestas es que puedan ser rechazadas. Es más, en matemática se conoce como "iteración" un procedimiento que, en nuestro caso, podríamos llamar de ensayo y error, en el cual se va afinando el límite superior e inferior de un determinado rango. Esa precisión no se logra de un solo plumazo.
-¿En qué pie deja a las instituciones y al Estado mismo el fracaso de la Convención?
-La Convención sirvió para procesar un momento muy álgido y, curiosamente, para bajar las expectativas.
-Cómo reaccionaron ante el resultado del plebiscito Chile Vamos, la izquierda, el Frente Amplio, Amarillos...
-En general, creo que todos quienes reaccionaron con autocríticas sinceras (en la izquierda) y altura de miras (en la derecha) reaccionaron bien.
-Hay quienes dicen que hubo un problema de forma en el proceso porque hubo un plebiscito de entrada con voto voluntario y uno de salida con voto obligatorio. Técnicamente, ¿hay un problema con esto?
-Entiendo ese punto, pero uno podría alegar muchos otros problemas en el Plebiscito de Entrada como, por ejemplo, que las opciones hayan sido binarias, lo cual puede leerse como una especie de chantaje demasiado obvio: si no quieres la nueva constitución, quieres la de Pinochet, o bien: si no quieres la Constitución actual, quieres la nacida de la violencia octubrista. Y claro, no estaría de más el voto obligatorio en futuros plebiscitos de entrada y salida. Digo, para evitarse así vicios de legitimidad.
-¿Qué le pareció el ajuste en el gabinete post plebiscito?
-Un acto poco republicano, digo, por lo indecoroso de su bambalina desnuda, de lo cual, para ser justos, sí hay precedentes en Chile.
Para Joaquín Trujillo, el nuevo proceso constitucional debiera ser conducido "por definición" por el congreso.
"Cuidado con los expertos. No pocos de los expertos en derecho constitucional que hubo en la Convención parecen haber olvidado el consejo tácito que subyace al artículo 19 del Código Civil de Andrés Bello, vale decir, aquel que recomienda al legislador redactar leyes muy claras, o sea, que sigan siendo claras en todos los escenarios imaginables".
"Creo que el mejor mecanismo para paliar cualquier locura es poner siempre al final del túnel un plebiscito de salida, con voto obligatorio. También puede ocurrir que la mayoría del pueblo se equivoque, el pueblo no es infalible, pues, como dijo Karl Popper, no es cierto que la voz del pueblo sea la voz de Dios".