"Mirar hacia atrás y ver la cosecha, me hace dar gracias a la vida"
NORMALISTA. Asegura que solo el trabajo en unidad y con respeto conduce al éxito educativo.
Cuando muchos profesionales optan por un merecido descanso, la docente normalista María Lila Olguín Mazuá continúa en las aulas luego de 50 años de labor, porque considera que aún tiene mucho que entregar a la sociedad y a la formación de nuevas generaciones.
Profesora de Estado de Educación Básica con mención en Matemáticas, pero también con especialidades en Ciencias, Inglés, Artes y Tecnología, luego de su jubilación y desde hace siete años en el Colegio y luego el Instituto Príncipe de Asturias, mantiene el entusiasmo de enseñar, como si fuera su primer día de clases. Un primer día que se remonta a 1974 en el Rancagua College. O cuando un paseo al sur le cambió la vida. "Me ofrecieron la posibilidad y me quedé acá. Me encanta Valdivia. Es una ciudad muy hermosa y que quiero, porque me ha tratado con mucho cariño. Encontré gente muy buena, positiva y he logrado muchas cosas", explica.
Se desempeñó durante 30 años en la Escuela Particular N° 3 Nuestra Señora del Carmen y también en la Escuela México, "hasta que por la municipalización tuve que optar y salí de Nuestra Señora del Carmen. Jubilé en la Escuela México, pasaron unos dos meses y me ofrecieron venirme para acá".
Lejos de pensar en el retiro, María Lila Olguín prepara una nueva experiencia: "Me encanta estudiar. Me ofrecen un diplomado de especialista en convivencia escolar y lo voy a hacer".
¿Cuál es el balance que realiza de sus 50 años como docente?
-Estar 50 años en el mismo trabajo y la misma área educacional es positivo. Estoy agradecida de la vida, feliz de haber tratado de formar alumnos de la mejor manera, más que en cuanto a contenidos, en la formación valórica. Eso enriquece al ser humano. Todos los profesores queremos formar los mejores alumnos para la sociedad y tenemos que ser personas muy empáticas, positivas, consecuentes. Si busco la felicidad de un niño, primero tengo que yo tratar de ser feliz y proyectar esa felicidad en el corazón de mis alumnos, tratarlos con cariño, respeto, responsabilidad y orientarlos. Mi balance es de agradecimiento a la vida, ya que se me dio la oportunidad de poder servir en obra. Tuve una enfermedad grave y estuve desahuciada, pero han pasado 10 años y sigo adelante.
¿Cómo ha vivido el cambio de la educación en estos 50 años?
-Ha habido una evolución impresionantemente grande. Son otros tiempos, son otras generaciones y tenemos que tratar de ir adecuándonos a ellas. Si bien los programas de estudios tienen otros nombres, las líneas generales son las mismas, hay contenidos que son generales para todos los contextos. Pero creo que en las relaciones humanas, en la formación hacia los alumnos, hacia el trato, hacia la responsabilidad, hacia el respeto, hacia la manera de actuar de las nuevas generaciones, han sido cambios radicales y nos hemos tenido que ir adecuando. Hay que buscar el consenso, que prime el diálogo, la comunicación en base al respeto. Podemos ser divergentes en mil cosas, pero nos podemos sentar, conversar y llegar a acuerdos, ceder, buscar el equilibrio. Solo así se logra avanzar en la sociedad, porque si hacemos una sociedad en base a peleas, discusiones, malos tratos y prepotencia, no se logra nada. Necesitamos de los alumnos y sobre todo de los apoderados, el apoyo, la comprensión, siempre en base al diálogo con respeto.
¿El desarrollo tecnológico ha sido un desafío muy grande, especialmente durante la pandemia?
-La pandemia fue un periodo muy crítico, muy fuerte, nuevo para todos, pero unimos fuerzas, hicimos alianzas, nos apoyamos. Recibí mucha ayuda de mis colegas. Para mí, en un comienzo la parte tecnológica fue un gran desafío, pero cuando uno quiere, siempre puede. Uno de mis lemas es "vamos que se puede" y lo uso siempre. Si otro puede, yo también. Así he aprendido mucha computación. No hay que tenerle miedo a la era tecnológica. Lo que no se sabe, se aprende y si no se puede, se pregunta.
¿Cómo fueron para Ud. las clases online?
-En un comienzo, difíciles, pero tuve el apoyo de mis colegas, con el informático al lado y ahora no tengo problemas. Soy una agradecida de lo que la vida me da día a día, de mi equipo, de las aperturas, de las posibilidades de sentirme útil, porque creo que para los profesores y para muchos seres humanos, es una edad demasiado joven para quedarse en casa. Podemos entregar mucho más.
Entonces, ¿cuál es su mensaje para las personas mayores?
-Que hay que seguir aportando a la sociedad. De ahí por ejemplo, la grandeza de los países asiáticos, porque la experiencia de vida es impagable, no la entrega un título universitario y eso hay que valorarlo. Afortunadamente se está incentivando el respeto y la consideración hacia los adultos mayores. Hay que seguir en esa línea y hacer que las nuevas generaciones vayan con esa mentalidad, con cariño y respeto hacia el mayor, considerar su opinión en las mesas de diálogo y en el diario vivir.
¿Y en el área de la educación?
-Incentivar a los padres y apoderados a que confíen en nosotros, en nuestra educación, en los colegios, que consideren a los profesores como aliados en la educación de sus hijos y que nunca falte el diálogo, con respeto. De ahí parte todo. Trabajando unidos los padres, apoderados, profesores, alumnos, es la única manera de lograr el éxito educativo. Me enorgullezco de haber tenido varias generaciones de hermosos profesionales y eso es emocionante, es impagable. Más que una remuneración, ver en la calle a una persona, a un ex alumno o alumna que es un profesional, es algo impagable. La cadena de la educación debe ser formada con valores. Para mí, 50 años no es nada. Mirar hacia atrás y ver la cosecha, me hace da gracias a la vida.