"Queremos inclusión verdadera y pensiones dignas para todos"
DIRIGENTA. Vecina de la población Inés de Suárez lidera la lucha local de personas en situación de discapacidad visual.
Mayo de 1960 cambió la vida de los valdivianos. El terremoto del día 22, de una u otra forma afectó a todos los habitantes de la zona. No fue la excepción para María Cristina Martínez Martínez, quien recuerda que el 26 de mayo ("era jueves y estaba lloviendo") la familia encabezada por sus padres Alberto y Ana abandonó el inundado sector de Guillermo Frick en Los Barrios Bajos y llegó a echar raíces en la misma vivienda que hoy día la alberga junto a un hermano, en el pasaje Los Heliotropos de la población Inés de Suárez.
Profesora rural durante más de 20 años, tiene una visión de 1% en el ojo izquierdo y 9 a 10% en el ojo derecho. Los lentes y un bastón son sus fieles compañeros de desplazamiento, especialmente cuando debe salir de casa, porque el interior lo conoce de memoria. Legalmente, es ciega. En 1968 empezó a perder la posibilidad de ver con normalidad. Hoy, tiene dos operaciones por glaucomas y dos por cataratas, en ambos ojos.
Y aunque reconoce que le costó asumir su condición de persona en situación de discapacidad visual, se dio cuenta que puede permanecer activa y ayudar a quienes tienen sus mismas necesidades. En 2014 ingresó como socia a la Organización de Ciegos del Sur y desde 2018 es la presidenta del grupo que tiene 50 socios inscritos y 25 de ellos en constante actividad.
¿Cómo recuerda su experiencia de profesora rural?
-Había que arreglarse con lo que uno tuviera y con mucha creatividad para hacer clases entretenidas. Eran cursos combinados, con niños de diferentes niveles y había que trabajar con ellos, mantener la disciplina y que pudieran aprender. No fue complicado. Había niños que con mucho sacrificio iban a clases y yo me quedaba en el colegio en la semana, mientras mi hijo (Lautaro) estudiaba internado, así que me perdí esa etapa de su desarrollo en pos de mi trabajo.
¿Cuándo se vinculó con la Organización de Ciegos del Sur?
-Producto de una mala experiencia que tuve y que me significó tener una baja de visión, en 2013 postulé a una guía técnica y debía buscar un profesional que me firme el documento para hacer un seguimiento. Así llegué a la Escuela Ann Sullivan, donde desde el año 2010 había cursos y talleres para adultos en situación de discapacidad visual. Ingresé y pude tener una rehabilitación social que me ayudó a manejarme y a ser más independiente, a usar el bastón y cómo conducirme en la calle. Todo eso se lo debo a la escuela y además me permitió abrir otras puertas. A mí me costó mucho asumir el tema de mi visión. En la escuela conocí a Jorge Oyarzo, que fue mi profesor de computación y veía cómo se manejaban tan bien. Aprendí a desarrollar mis otros sentidos. Después de eso, ingresé a la organización.
¿Cuál es el trabajo que desarrollan?
-Tenemos normalmente talleres postulados vía proyectos: de computación, Braille, actividad física y ahora estamos preparando un libro. Como organización funcionamos en Lago Palena, en la plaza de Teniente Merino y tenemos las puertas abiertas para todas las personas en situación de discapacidad visual que quieran incorporarse. No es necesario que se hagan socios. Como la Escuela Ann Sullivan no está trabajando con adultos, en cierta forma estamos supliendo esa falencia. Nuestro deseo es ampliar el trabajo y llegar a otras comunas, donde hay menos posibilidades de acceder a rehabilitación. Hacemos talleres vía whatsapp y contamos con la colaboración de la kinesióloga Macarena Fontanilla, el arquitecto Fernando Huenchulllanca y la profesora de movilidad María Cristina González, que nos ayudan en talleres y proyectos.
Entonces, la invitación es a no permanecer inactivos.
-Claro, pueden llegar a la organización sin problemas. Estamos haciendo un taller de tránsito hacia la vida independiente, para que puedan aceptar su condición de discapacidad y no se queden en un rincón de la casa, porque tanto la sobreprotección como la indiferencia son dañinos para la rehabilitación de una persona. Si bien nos faltan los ojos, tenemos buen oído, el olfato y el tacto están desarrollados. Uno puede aprender a manejarse y tenemos muchos adultos mayores dentro de la organización.
Ante la redacción de una nueva Constitución, ¿qué espera para los mayores y las personas en situación de discapacidad?
-Que la inclusión sea efectiva y verdadera, que las pensiones sean dignas para quienes estamos en esta situación y para todos. A la persona en situación de discapacidad se le considera como un número, como parte de una estadística, no se piensa o entiende que somos sujetos de derecho, igual que el resto. Tenemos derecho a la recreación, a la educación, a la salud con menos tiempos de espera y más prestaciones. En el papel se habla mucho de inclusión, es una palabra bonita para el discurso, tenemos leyes como la de accesibilidad universal, pero las ciudades siguen siendo diseñadas sin considerarnos. Aunque se ha hecho mejoras, son insuficientes y muchas veces inadecuadas. Falta educación, porque por ejemplo una persona 'normal' no sabe cómo enfrentar a otra en situación de discapacidad.
"Los adultos mayores no tenemos porqué estar necesariamente en un rincón. Somos personas activas. La edad es solo una circunstancia de la vida".
María Cristina Martínez, Presidenta Ciegos del Sur