Selva Almada retrata a los hombres que no se casan
Tres varones van a pescar a un río. Allí, entre anzuelos, brindan por lo masculino. La escritora argentina Selva Almada se mete en la piel del macho recio en su último libro:"No es un río".
Parca e intensa fluye la prosa de la autora argentina Selva Almada (1973) en su última novela, "No es un río". El relato arranca con un día de pesca en el Río Paraná. Son dos hombres cincuentones, Enero Rey y El Negro, más un muchachito llamado Tilo.
Luego de una bacanal se preguntan: ¿Y si vamos a pescar?
Esta es la tercera novela de Almada que completa una trilogía sobre varones : "El viento que arrasa" y "Ladrilleros". "Las tres se desenvuelven en un universo muy masculino y no me di cuenta hasta que terminé la última que las unía una especie de río subterráneo", confirma la también autora de los cuentos "Los inocentes" (2019) y "El desapego es una manera de querernos" (2015).
La pluma de la argentina ha sido premiada con el First Book Award en el Festival Internacional del Libro de Edimburgo y su obra completa ha sido traducida, al francés, alemán, holandés, portugués, turco y sueco.
LA MANTARrAYA
"El mundo de 'No es un río' está siempre como detrás de una bruma", resume Selva Almada.
En una anécdota real encontró esta historia: unos tipos habían pescado en el Paraná una mantarraya gigante. La faena les tomó muchas horas, porque las mantarrayas se pegan al fondo del río como ventosas. Usaron varios anzuelos y finalmente lograron despegarla y traerla a la superficie donde, finalmente, le dispararon un balazo.
La poderosa y violenta escena fue llevada al papel por Selva Almada, sin saber todavía si sería un cuento o una novela.
"Luego me puse a pensar qué tipo de persona podía llevar una pistola a un fin de semana de pesca. Pensé en el que iba a disparar. Así construí al personaje de Enero Rey. Se me apareció como alguien que tiene una pistola porque es un policía retirado", describe.
Pronto aparecieron en su creación los otros protagonistas: el adolescente Tilo y El Negro.
"Son personajes que tengo bastante incorporados, porque en la familia de mi madre había este tipo de hombres solteros, que nunca formaron pareja ni familia. Están inspirados en esos tíos de mi madre que siempre vi", detalla.
A la escritora le gusta incluir en sus escritos a familias que no son las familias clásicas, "aquellas que se arman medio al azar, como el caso de estos tres, que de alguna manera, conforman un pequeño núcleo familiar. En mis otras novelas falta siempre alguien: o falta el padre o falta la madre. Y las familias se van estructurando como pueden a partir de esa fragmentación", dice Selva Almada desde Argentina.
- Muestras un cruce agresivo entre los hombres, mucha bronca. ¿Será eso un distintivo sólo varonil?
-Tiene que ver con la manera en que se relacionan los varones. Cierta agresividad o desconfianza que hay en la novela desde el primer momento, cuando aparecen los lugareños. Hay una desconfianza del que vive en un lugar tan particular. Desconfían de los forasteros que vienen dos o tres días a divertirse.
- Es una desconfianza más que un enfrentamiento.
- Sí, los de la isla viven de la pesca y de la caza. Todo eso que ellos toman del río, lo hacen de una manera equilibrada. Para subsistir, para alimentarse. Los otros vienen a tomarlo, de algún modo, sin permiso. Surge la desconfianza con respecto a estos que sacan una raya, la matan gratuitamente y después la vuelven a tirar al río. O con los otros que vienen los fines de semana y hacen ruido y música, y andan en motos de agua y lanchas que asustan a los peces.
- En un momento bailan, dejan de lado la violencia y se entregan a la música. Salen de la crueldad masculina y bailan. ¿Cómo se acomodó en la historia ese episodio?
- Me gusta la escena del baile. Me parece que es un momento donde los personajes se despojan de todo eso que aparentan ser. O que tienen el mandato de ser. Y se entregan a esa especie de juego con la música, con el baile. Hay una cosa que roza lo femenino, los movimientos. Se encuentran sus cuerpos, hay algo muy sensual. No sé cómo apareció, pero cuando se me ocurrió que podían estar bailando fue como un recreo, un momento donde los hombres son, sin ningún tipo de coraza.
Trilogía de varones
"Me crié en un pueblo muy pequeño de Argentina, lejos de las ciudades. El curandero era una experiencia habitual para mí en la infancia", relata Selva Almada.
Y en su novela hay una especie de reescritura de una leyenda que es muy popular en la zona donde creció: "La Dama Misteriosa".
"Incluyo también los sueños premonitorios, las visitas al curandero. Todo lo extraño que hay en la novela es parte de ese universo, convive perfectamente con lo realista de los pescadores. Y es así, porque así funcionan los lugares donde sitúo las novelas", describe Selva.
-Estos cincuentones recuerdan al amigo que murió joven. Y queda la sensación de que los amigos que mueren jóvenes se llevan una parte de la vida.
-Me imagino que las personas que mueren jóvenes siempre nos dejan un poco abierta esa pregunta: ¿Qué hubieran sido? ¿Cómo hubieran sido? ¿Cómo hubiesen seguido sus vidas? ¿Cómo hubiesen envejecido? Eso tiene de inquietante la muerte prematura: queda abierto un futuro que ya no será. Eso genera muchas preguntas y muchas fantasías. La muerte repentina clausura toda posibilidad de acercamiento, de tener una última conversación, de saldar cuentas. Como si el que muere nos dejara desamparados, con la palabra en la boca. Siempre creemos que el muerto joven, hubiese tenido un futuro maravilloso, lleno de promesas, lleno de cosas interesantes y magníficas. Pero bueno, eso es más una impresión de deseo. O una expresión de tristeza. Son preguntas que no se pueden contestar.
- Aparecen en tu libro dos mujeres que se apartan de la vida: una en el olvido, la otra en el dolor. Y las dos reciben los cuidados masculinos, algo que no es tan usual. ¿Cómo viste esa inversión de papeles?
-En Argentina, como en el resto de Latinoamérica, los cuidados de los viejos, de los enfermos y de los niños siempre recaen en las mujeres. Y para complejizar un poco a los personajes varones, que en un punto son tan predecibles y rústicos, me gustó darles una vuelta. En el caso de Enero, cuida a su madre hasta que ella muere en sus brazos. Hay un resquicio allí de ternura y amor, que experimenta y demuestra por su madre, y que claramente no siente por nadie más. En el caso de Aguirre, también tiene una relación muy amorosa con su hermana loca, con sus sobrinas. No son personajes a los que simplemente puedes querer u odiar. Son personajes que te hacen dudar.
Selva Almada escribió también "Una chica de provincia".
Por Amelia Carvallo A.
Alejandra Lopez